Una explosión de euforia controlada

Era una explosión controlada, pero tenía sus riesgos. Un solo gol del Illescas chafaba la fiesta. Pero sin ataques, el accidente era improbable. Por ello, los rostros de alegría y euforia contenida en el banquillo de la Gimnástica Segoviana eran imposibles de contener. Se sabían vencedores y equipo de Primera RFEF. Tan solo faltaba esperar que el árbitro pitase el final.

Cuando terminó el partido se desató la locura. Ramsés, que ya había repartido besos y abrazos entre su cuerpo técnico y sus jugadores, no pudo evitar lanzarse al suelo, a ese césped que tantas veces recorrió como jugador y sobre el que ahora coloca a sus futbolistas como si fueran chapas. Esa partida que comenzó en agosto ha terminado con el mejor final posible.

Los intentos de la megafonía de contener una posible invasión de campo fueron tan poco productivos como los ataques de Illescas y Segoviana en la segunda parte. Fue pitar el colegiado y centenares de aficionados llenaron de color el campo. Gritos, abrazos y llantos de alegría. Todo un estallido de júbilo para celebrar el mayor hito en la historia de la Segoviana. Aficionados de todas las edades quisieron abrazar y felicitar a sus héroes, a los jugadores que convirtieron a la Gimnástica en equipo de Primera RFEF.

El césped de La Albuera fue escenario de cientos de fotografías y acabó regado por las primeras de muchas cervezas abiertas durante el día. Pero antes de eso todavía quedaba un buen rato de celebración en La Albuera. Primero, en el vestuario, el lugar sagrado donde se ha gestado el campeonato azulgrana. Unos minutos más tarde, en las gradas y la zona VIP, el lugar improvisado para comer algo y reponer fuerzas para la fiesta. No se sube a Primera RFEF todos los días.

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