Carlos Solá, ataviado con mascarilla, guantes y gorro. Nuria

«Los ancianos llevan peor estar lejos de sus seres queridos que la propia pandemia»

Carlos Solá, médico del Centro Tercera Actividad de Aguilar, asegura que la falta de contacto es lo que más está haciendo sufrir a los mayores de su centro, en el que no ha habido casos

Nuria estalayo

Aguilar de Campoo

Sábado, 4 de abril 2020, 08:19

Carlos Solá es el médico del centro de atención a personas mayores Tercera Actividad que la Fundación Santa María la Real gestiona en Aguilar de Campoo. El doctor Solá cuenta en su historial con experiencia en Urgencias y Emergencia prehospitalaria, y también en ayuda humanitaria ... ya que, a través de Médicos sin Fronteras, ha estado en misiones en Asia, África y América y ahora, que lleva cuatro meses en la residencia, se enfrenta a uno de los momentos más complicados de su trayectoria profesional. Las residencias de mayores son los lugares más vulnerables ante la pandemia y en una de ellas está este médico, dispuesto a trabajar todo lo que esté en su mano para que el Covid-19 pase de largo por la puerta del centro.

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¿Cómo vive estos días un médico en una residencia de personas mayores?

–Es un estímulo trabajar para estas personas en general y para esta generación en particular, que comenzaron su vida sin nada y nos han regalado todo este estado de bienestar que ahora cosechamos y, tal vez, derrochamos. Se está destacando la letalidad del virus en estas instituciones, por la concentración de casos azarosos en varios centros, pero es más significativo para mí el grupo de edad, con sus patologías crónicas asociadas, que su lugar de residencia. En lo que nos toca, la labor no ya sanitaria, sino de todos los profesionales que trabajamos aquí para ellos, es cuidarlos y protegerlos lo mejor que podamos y sepamos.

Los médicos han perdido su especialidad para luchar contra el coronavirus. ¿Un médico en una residencia se ha vuelto también psicólogo?

–Medicina, y toda la rama sanitaria, es una carrera vocacional y se ejerce de la manera en que es más útil y necesaria. No hay altruismo, es la naturaleza de nuestro oficio. Las denuncias de los profesionales apuntan todas al objetivo de atender mejor a los pacientes, hacer mejor nuestro trabajo. Pero el virus no ha cambiado nuestra dedicación o la empatía con los pacientes. Lo que ha cambiado es que en este momento la población en general se ha dado cuenta de lo que siempre hemos sido y hemos hecho, para lo que quisimos ser formados. Y el reconocimiento nunca sobra. Se agradece, ciertamente.

¿Qué cambios se han ido produciendo desde el inicio de la alerta sanitaria en la atención a los residentes?

–El nivel de tensión ha aumentado en el ejercicio progresivo de mantener la residencia aislada del contagio. La aplicación de medidas de prevención desde la institución ha sido temprana y. por el momento, bien recompensada.

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¿Los usuarios están sometidos a un constante control médico, toma de temperatura de forma más habitual a todos por igual?

–Cada persona es una entidad clínica diferente. Por supuesto existen casos especiales con patologías crónicas muy proclives a infecciones respiratorias de repetición. Estos casos vulnerables estaban ya aislados desde enero en el centro, para evitar contagios por otros microorganismos más estacionales –lejos estaba aún la sospecha de que un coronavirus que afectaba a una región de China fuera capaz de confinar a toda Europa y que pudiese llegar hasta la residencia Tercera Actividad de Aguilar nada menos–. Tanto ellos, como posteriormente pacientes que han acudido a consultas ambulatorias o han estado ingresados en Palencia, permanecen aislados con evaluación de parámetros varias veces al día, como vigilancia postexposición y como protección al resto de residentes.

Lo más difícil quizá para ellos es precisamente sentirse la diana de esta triste pandemia. ¿Cómo lo sobrellevan?

–No veo preocupación en ellos a causa de la infección. De hecho, los siento seguros a este respecto. Llevan peor es estar alejados de sus seres queridos que la pandemia. La iniciativa de ponerles en contacto por videoconferencia ha sido una idea muy beneficiosa, tanto para ellos como para la familia, que también sufre esta separación. Pero no cabe duda de que ambos grupos necesitan estar más próximos. Tocarse, mirarse y besarse.

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¿El personal de la residencia se implica también al máximo en el cuidado y atención, sintiéndose personas claves en este trabajo?

–Llevo apenas unos meses en el centro, pero me siento muy orgulloso de formar parte de este grupo de profesionales. No en situaciones extremas como este confinamiento, o no solo, sino en general y en el trabajo rutinario que desarrollan desde que entré en la residencia. Son lo más cerca que unos extraños pueden hacer sentir a los residentes como en familia.

Desde la federación de centros de atención a personas mayores Acalerte se insiste en que las residencias no son hospitales sino centros para vivir. ¿Existe malestar entre los profesionales porque la sociedad parece que les está exigiendo más de lo que hacen?

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–Las relaciones de la institución con el centro de salud de Aguilar de Campoo y otros organismos sanitarios de la región, incluido el complejo hospitalario Río Carrión de Palencia, son de colaboración probada. Esto repercute en cuidados de mejor calidad para nuestros usuarios, que también son los suyos.

¿Las familias están siendo comprensivas con la situación y han depositado confianza en su trabajo o muestran gran preocupación, lo que a su vez dificulta aún más el trabajo de los profesionales de las residencias?

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–Es necesaria una espléndida dosis de empatía con las familias. Se ven aisladas de sus seres queridos sin el alivio de poder cuidarles o saber lo que va sucediendo. Llaman mucho, sí; porque se preocupan mucho. La residencia ha regularizado para esta situación un sistema de contacto con las familias para actualizarles periódicamente, y como política de empresa siempre se contacta con ellos ante cualquier eventualidad.

–¿Ha sido difícil o ajustado en el tiempo la puesta en marcha de protocolos sanitarios para frenar la pandemia? ¿Y en cuanto a la disposición de EPIS y material sanitario han tenido los problemas de abastecimiento de los que se han quejado en general sanitarios y otros centros?

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–Sí. Detrás de las necesidades. Aun así, el apoyo del centro de salud de Aguilar, compartiendo lo que tampoco a ellos les llegaba, y la generosidad de particulares incluso de manera anónima, han permitido un nivel de protección suficiente durante el paréntesis mudo de abastecimiento.

¿Cree de verdad que España ha llegado tarde y que se debería haber hecho mejor todo para reducir el impacto del coronavirus?

–Sí. No nos creímos a China, y no nos creímos a Italia después. Ha sido una negligencia muy democrática, y en el nivel de contagio somos todos responsables. Aunque las instituciones públicas, que no filtraron a la población con pruebas diagnósticas masivas para instaurar un aislamiento preventivo más precoz, queden obviamente más comprometidas.

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