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No soy especialmente defensora de los centenarios y las conmemoraciones, recordar algunas cosas o volver a algunos personajes, por el mero hecho de la importancia que tuvieron en su momento, siempre me ha parecido algo carente de lógica, cuando no se aporta algo positivo en ... el momento de su recuerdo. Sin embargo, cuando hace ya más de dos años en la Biblioteca Nacional de España se planteó que en 2020 se conmemoraba el centenario del nacimiento de Miguel Delibes no dudamos ni por un momento en sumarnos, con todos nuestros recursos disponibles, para que este hecho pudiera tener la relevancia que hoy realmente merece.
Además de la actualidad que tiene en estos momentos la obra de Delibes respecto a temas, que fueron una constante en su obra, como la despoblación del mundo rural o la protección del medio ambiente, creo que conviene recordar lo que supuso para los entonces jóvenes de mi generación el descubrimiento de sus libros. La primera obra que recuerdo haber leído es 'La sombra del ciprés es alargada', creo incluso que fue la primera novela no infantil que leí o al menos de las primeras y no por imposición de las lecturas obligatorias del colegio. No sé cómo cayó en mis manos, probablemente estuviera en la biblioteca familiar a la que yo acudía ávidamente en busca de nuevas lecturas. Entonces ni siquiera sabía que había sido premiada, tampoco que su autor era uno de los escritores más leídos en España, pero enseguida me enganchó su lectura e intuí que tarde o temprano, si ese autor había escrito algo más, iba a querer leerlo. Me enfrentaba a un nuevo mundo que era real y reconocible, a personajes tristes, pero también a la existencia del amor redentor y a su vez a esa lucha entre vida y muerte en la que, más tarde comprendí, se mueve nuestra existencia. Este fue el origen de mi admiración por Miguel Delibes, escritor al que no conocí, pero al que siempre consideré una persona cercana, capaz de relatar con lenguaje y prosa impecables la realidad de los lugares en los que se desarrollaba su vida. Sentimiento de cercanía compartido por muchos en aquel entonces y que hoy todavía perdura. Quizá en esto haya tenido algo que ver la honestidad que destila su obra y que trasmiten sus personajes, a pesar de que no era fácil en aquellos años contemplar, desde una mirada inteligente y crítica, la realidad de una España saliendo de unos años de postguerra y que se desperezaba culturalmente en una búsqueda ávida de referentes.
Ana Santos aramburo
Pueden ser muchas las razones por las que su obra marcó a una generación, pero en mi caso, leyendo a Delibes y entrando en la profundidad del alma de sus personajes podía intuir mejor, que no todavía entender, lo que acontecía en una ciudad de provincias o en el pueblo al que íbamos en verano. Con el paso del tiempo la intuición se transformó en certeza y entendí que había un camino que permitía vivir de otra manera buscando la autenticidad, que solo se encuentra en el alma de algunas personas y en algunos lugares, siempre refugio y por lo tanto siempre salvación. Estoy segura que estas vivencias las comparten muchas personas de mi generación, pero también de generaciones posteriores, porque no es sencillo encontrar un escritor capaz de unir de una manera casi mágica vida y literatura.
Resulta impactante consultar el catálogo de la Biblioteca Nacional de España donde se puede comprobar su amplia producción literaria y el éxito de sus escritos reflejado en las múltiples ediciones de sus novelas: 'Cinco horas con Mario', 'Los santos inocentes', 'El príncipe destronado', 'La sombra del ciprés es alargada'… Un auténtico superventas de buena literatura.
La apertura de la exposición sobre su vida y su obra, que se iba a inaugurar en la Biblioteca Nacional de España y que luego viajaría a Valladolid, tuvo que suspenderse con motivo de la situación sanitaria de nuestro país en el mes de marzo, y se abrió en septiembre para mostrar con toda su brillantez una muestra plena de sentimientos que refleja las constantes que marcaron su vida y sus escritos. El recorrido, realizado magistralmente por su comisario Jesús Marchamalo, cuenta su infancia, juventud, las relaciones familiares, la importancia en su vida de la familia y especialmente de su mujer, sus aficiones, su importante labor periodística… y desgrana sus obras señalando en cada una de ellas los elementos más singulares. También destaca la importancia que cine y teatro han tenido en la difusión y conocimiento de su obra, lo que ha permitido popularizarla todavía más. Recorrerla es casi volver a disfrutar con su prosa, comprobar nuevamente las constantes de sus libros y reencontrarse con sus personajes, lo que significa de alguna manera recuperar una parte de nuestras vidas.
Ana Santos aramburo
Castilla, Valladolid, fueron su tierra, un paisaje que amó y describió magistralmente en sus novelas. Sus habitantes fueron sus gentes, hombres y mujeres cuyo carácter y cuya lengua convierte en belleza a través de la palabra escrita, sus sentimientos estaban íntimamente unidos a esos lugares y a sus gentes. Evidentemente la exposición tras su paso por la Biblioteca Nacional de España se debía ver en Valladolid, en su tierra, de la que nunca se fue y donde permanece su legado, conservado por la Fundación Delibes que realiza una magnífica labor de difusión de su obra.
Hoy hay que volver a leer a Delibes y no olvidar el mensaje que nos dejó: «En toda mi obra pretendo transmitir, en cierto modo, un ideal o un aliento de justicia, de concordia, de solidaridad y de no violencia en esta sociedad violenta y deshumanizadora en que vivimos».
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