![Delibes, espíritu de Castilla y León](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/202012/12/media/cortadas/delibes-premio-letras-cyl-k1JB-U120850230463goE-1248x770@El%20Norte.jpg)
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En este aciago año 2020 es imprescindible encontrar un momento para recordar como se merece el centenario de Miguel Delibes, tal como hace El Norte de Castilla, fiel a los fuertes vínculos que siempre le unieron con el maestro.
Delibes es ya uno de nuestros clásicos y por ello su figura crece con el tiempo, tanto en su vertiente humana como literaria, ambas merecedoras de numerosos reconocimientos. También en Castilla y León, donde se le distinguió con su Medalla de Oro y su primer Premio de las Letras.
En estos momentos de recuerdo, hay una dimensión de D. Miguel que me gustaría resaltar especialmente: sus profundos lazos, su honda vinculación con nuestra tierra.
«Desde muy temprano me di cuenta de que mi tierra y mi literatura iban a caminar imbricadas» decía, y en un balance hecho al final de sus días confirmó que así fue: «Mis novelas han cruzado fronteras y han sido leídas por hombres y mujeres de cualquier cultura y condición, pero previamente han nacido en mi patria chica y en mi propia lengua». Patria chica presente del principio al fin de su obra. Desde 'La sombra del ciprés es alargada', con Ávila como referencia, hasta 'El hereje', que se desarrolla en Valladolid.
Alfonso Fernández Mañueco
Y es que la literatura de Miguel Delibes hunde sus raíces en las tierras castellanas y leonesas. Se inspira en sus paisajes. Se nutre del carácter de sus gentes. Utiliza como nadie su principal riqueza, una lengua hoy ya universal, rescatando términos, vocablos y expresiones genuinos de nuestro mundo rural –quien, por ejemplo, lea 'Viejas historias de Castilla la Vieja' podrá disfrutar de muchos de ellos– para recordarnos el enorme patrimonio cultural que poseemos, incluidos sus elementos más populares.
Desde este arranque local, es capaz de proyectarse hacia aspiraciones universales. Su vida la empleó en crear una obra que, teniendo a Castilla y León como núcleo y origen, se convirtió en regla universal en la difícil tarea de desentrañar valores a través de la mejor literatura.
Como digo, Miguel Delibes es fiel a un entorno. A un paisaje y un paisanaje. Ha nacido y vivido en tierras castellanas y leonesas. Las quiso retratar, junto con los hombres que las habitan. Hombre y paisaje en comunión, componiendo un relato armónico. Nunca olvidó que «la novela es un hombre, un paisaje y una pasión».
Por ello fue un impenitente caminante por toda Castilla y León. Como bien describe el añorado Ernesto Escapa «los ríos leoneses, palentinos, burgaleses, zamoranos o de Segovia, donde tiró la caña, pasaron a su literatura viajera. También los montecillos o barbechos de Soria, Valladolid, Salamanca y Ávila, donde disfrutó las caminatas de cazador a rabo».
Periplos que le permitieron conocer profundamente a los que en ella vivían y cuya alma expresó en los personajes de sus obras o resumió en libros como 'Castilla, lo castellano y los castellanos'.
Aquí, Delibes nos describe austeros, laboriosos y tenaces. En «comunión entrañable» con nuestra tierra. Con cierta socarronería, que «no es fruto de la ingenuidad, sino nacida de una experiencia que ha desvelado lo que hay detrás de las cosas» y que, en el fondo, puede ser «el refugio de una esperanza que no se atreve a manifestar». También, y a pesar de los tópicos, ve al habitante de Castilla y León abierto y hospitalario. Dispuesto «a compartir un vaso de vino con el primer forastero que llegue, tan pronto barrunte que no viene de mala fe».
Viajar por sus tierras y conocer a sus moradores le permitió conocer profundamente a Castilla y León y, con ello, retratarla como la veía. Sin complacencias ni visiones idílicas. Descartando toda visión mítica. Con la dureza que surge de exponer sus carencias, pero expresando siempre su innegable amor por ella.
Son muchos los que resaltan el valor de la obra del maestro vallisoletano para desterrar esa imagen idealizada y legendaria que los autores del 98 habían construido sobre Castilla y León y mostrarla como es. Aunque fuera ficción, su obra se acercó más que nadie a la realidad de nuestra tierra.
Alfonso Fernández Mañueco
Algo que no es óbice para que la describiera de manera extraordinariamente bella, cuando nos habla de la «Castilla espectacular, precisamente por la carencia de ornato, por la falta total de espectáculo: el mar de surcos, el páramo pedregoso, los sombríos montes de encina, los pueblecitos de adobes, rodeados de bardas, con la esquemática pobeda sombreándolos, los cerros motilones pespunteados por una docena de almendros raquíticos, las dos hileras de chopos flanqueando marcialmente el hilo escuálido, invisible, de un regato…».
Miguel Delibes estaba impregnado de Castilla y León.
Dice acertadamente César Alonso de los Ríos que «es de esos escritores con territorio. Como lo fue Pla para Cataluña y Cunqueiro para Galicia. Cuando entras en el territorio de este tipo de escritores, parece que entras en su mundo». Y así lo corroboran ilustres representantes de nuestras letras que le conocieron bien. Para Antonio Gamoneda, «su obra respira tierras de Castilla y León». Sus lectores, según José Jiménez Lozano, «respiran el mundo de Delibes, que será un mundo castellano». Y Luis Mateo Díez señala su «acercamiento particular al entorno y al paisaje que le ha forjado: Castilla».
Elisa Delibes señaló en alguna ocasión que su padre se sentía, en cierta manera, representante de una tierra que constituye no solo el telón de fondo permanente de su literatura, sino también el espíritu fundamental que la sustenta.
Por ello se puede afirmar que para captar el más profundo sentido de la obra literaria de D. Miguel es imprescindible entender, siquiera mínimamente, el alma castellana y leonesa. Y, de manera recíproca, una de las mejores formas de acercarse a lo que somos y sentimos es a través del universo de personajes, paisajes y sentimientos creado por Miguel Delibes que expresa, como pocos, el espíritu de Castilla y León.
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