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Cuando los Reyes de España, dejando a un lado todo protocolo, acudieron en 2006 al domicilio de Miguel Delibes en Valladolid, para entregarle el Premio Vocento a los Valores Humanos, destacaron algunos de los grandes méritos del escritor, como su trabajo con el lenguaje, su compromiso con la naturaleza o su solidaridad con los más desfavorecidos, pero no dejaron de destacar también «su defensa de la libertad ejercida a través del periodismo». Sin lugar a dudas Delibes es una de las grandes referencias de la novela española del siglo XX, al igual que un ejemplo en el buen uso de nuestra lengua castellana; un escritor que ocupa un lugar destacado en las preferencias literarias de varias generaciones. Pero también ha sido, y sigue siéndolo, una referencia del buen periodismo. Algo que no conviene perder de vista en este momento convulso y complicado de nuestra historia.
Es cierto que para Delibes el periodismo fue escuela de vida e instrumento alternativo de la literatura durante muchos años. Que en su trabajo como periodista aprendió fundamentos, como la capacidad de síntesis o la valoración de «la circunstancia humana de todo hecho». Pero también es verdad que pocos como él podrían presumir de haber sido periodistas de abajo a arriba, en todas las condiciones y en todas las circunstancias. Desde que empezó haciendo 'monos' en El Norte de Castilla hasta que fue articulista cotizado en decenas de cabeceras de nuestro país. Pasando por su trabajo como redactor en un periódico de provincias (es decir, haciendo absolutamente de todo en la redacción), como subdirector y como director, en momentos muy especiales para el periodismo español, durante los años del franquismo. Figura de referencia, a su lado crecieron otros grandes nombres del periodismo y de la literatura, como Francisco Umbral, Manu Leguineche o el recientemente desaparecido José Jiménez Lozano. Desde el año 1983 hasta casi el final de sus días, siguió opinando y orientando los pasos de su periódico desde el Consejo.
Ignacio Ybarra
Entre otros muchos, tres son los valores de Miguel Delibes periodista que permanecen absolutamente vigentes en el espíritu de nuestro grupo: la independencia, la coherencia y la búsqueda de la calidad. De su independencia, que le llegó a costar su cargo como director de El Norte en su lucha contra la censura, dio muestras indiscutibles a lo largo de toda su vida. De su coherencia, quizás el episodio más significativo de su carrera fue su renuncia a dirigir el periódico 'El País' en 1975, fiel a la verdad de un periodismo de provincias que tiene mucho que ver con las mejores esencias de Vocento. Y de su búsqueda de la calidad, también de su defensa de la cultura, tenemos como testigo a las hemerotecas, que nos muestran su permanente esmero tanto en el uso del lenguaje como en la verificación y el alcance de la buena información.
No podemos olvidar que el concurso de Miguel Delibes fue clave en la gran operación del año 1993 en la que El Norte de Castilla, el decano de la prensa española, pasó a formar parte del Grupo Correo, una gran familia en la que ya estaban incluidos periódicos que son verdaderas referencias en cada uno de sus territorios, como 'El Correo', de Bilbao; 'Diario Vasco', de San Sebastián; 'El Diario Montañés', de Santander; 'La Verdad', de Murcia; 'Ideal', de Granada; 'Hoy', de Badajoz; 'Sur', de Málaga, y 'La Rioja', de Logroño. Más tarde vendría 'ABC'. Heredero de aquel Grupo Correo es el actual Vocento, donde todas y cada una de sus cabeceras, cada una desde su espacio periodístico, sigue fiel a aquellas máximas delibeanas del buen periodismo: independencia, coherencia, calidad.
El centenario de Delibes, que ahora celebramos, debe servir para recordar la figura singular de este gran escritor y este gran periodista. Pero sobre todo para traer hasta nuestros días, tan difíciles en todos los sentidos, la conciencia de lo que somos y de lo queremos ser. Para alumbrar con su ejemplo el trabajo de todas nuestras redacciones en todas nuestras cabeceras. Y además para servir de faro seguro, en las buenas prácticas de esta profesión imprescindible, a las nuevas generaciones.
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