El Departamento Comercial, que no haya nadie ahora no quiere decir que no estén.

El Manu Leguineche de marca blanca

Diario de un confinamiento. Día 6 ·

La guardia del finde me obliga a trabajar tres días desde el periódico. No sufráis, alguien tiene que hacerlo. Suerte de seguir entrando en mi chupa de Indiana Jones

Sábado, 21 de marzo 2020, 08:13

¿Por qué sigue brillando el sol?/¿Por qué el mar corre a la orilla?/¿No saben que es el fin del mundo?/Porque ya no me quieres/¿Por qué los pájaros siguen cantando?/¿Por qué brillan las estrellas arriba?/¿No saben que es el fin del mundo?/Terminó cuando perdí tu amor». Pues no, Cyndi Lauper, no. Lo cantas muy bonito, pero no es el fin del mundo. Ni de coña. ¿Cómo va a caer el fin del mundo en viernes por mucha cuarentena que haya? Hazme el favor. Ah y te veo venir. Tampoco este lunes va a llegar el fin del mundo, ni el siguiente, ni al otro. Y si tu chico te ha dejado, peor para él, con esa paleta de colores con los que te pintas el pelo, ese timbre de voz y ese brillo en los ojos, ¿a tu edad tengo que explicarte eso de un clavo y otro clavo? Vuelve de una vez al 'Girls just want to have fun'.

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Además, hoy apenas tengo tiempo para subirte el ánimo. Trabajo desde el periódico y ahora emprendo viaje al Polígono. Me toca guardia este fin de semana, por lo que también iré el sábado y el domingo. Tres días saliendo, más el de ayer a la compra. Si es que no paro, no me da tiempo ni a deshacer la maleta. ¡Marco Polo! sí. ¡Manu Leguineche! pues también, pero de marca blanca, que el presidente-fundador del club de los faltos de cariño era el más grande y yo solo soy un militante de base en esa organización, de la que además desde hace algo más de un mes me estoy quitando.

Ya estoy en mi puesto, pero me siento raro. He podido aparcar en la zona noble. Ni una llamada de teléfono solicitándonos cobertura en alguna cita cultural de una ciudad tan animada como Valladolid y que lo volverá a ser pronto, no se me rajen; ningún correo electrónico con convocatoria, ni quejas, si acaso, alguno con soluciones para combatir los hongos en los pies –suerte de que esos ya se van solitos a la carpeta de spam porque estaba empezando a pensar que tanta insistencia iba a ser por algo–. Tampoco solicitudes de publicación como la que nos llegó el lunes, donde su remitente ponía a nuestra disposición dos sonetos dos de su inspiración con los que quería rendir cálido y rimado homenaje a los equipos humanos de nuestra sanidad pública.... Ni una triste reunión con la que constatar una vez más lo bien engrasada que funciona la maquinaria de la Redacción. Me he encontrado un edificio, en fin, demasiado silencioso para ser el segundo, y en ocasiones el primero, hogar de una gente que no calla ni debajo del agua y más si es viernes, una gente a la que ahora que no me lee se la echa de menos.

Y otra ausencia que me recuerda que esta situación no es normal, otros a los que echo en falta cruzando el pasillo delante de mi despacho-terrario de pared de cristal, prestos a una batalla en la que el territorio enemigo se conquista palmo a palmo, con mucha sonrisa, pero con más insistencia, otros que no están aquí son mis compañeros-as del Departamento Comercial. Una raza especial que ríete tú de los 'seals' del ejército estadounidense. Que todavía estoy esperando que alguien me demuestre que es más difícil abatir a Bin Laden escondido en una casa y parapetado detrás de mujeres y niños que arrancarle un contrato a ese empresario tan taba cerrado en banda a la opción de poner un anuncio, pero que se considera merecedor de que un día vaya Nacho Foces a su encuentro para hacerle una entrevista de lectura pausada, de esas que salen los sábados. En condiciones normales, no debe de ser nada fácil desempeñar vuestro trabajo. No quiero ni imaginarme ahora, cuando la alarma nos convierte a todos en sospechosos e inoportunos. Ah y a los lectores, cuidaos. ¿Sábado sabadete? Sí, ya, pero mejor os quedáis en casa, guapitas, guapitos.

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