Diario de un confinamiento, día 1: Sí, yo también tenía otros planes
Diario de un confinamiento. Día 1 ·
Reclusión compatible con la vocación informativa, primera experiencia de teletrabajo... ¡Estoy de estreno!Secciones
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Reclusión compatible con la vocación informativa, primera experiencia de teletrabajo... ¡Estoy de estreno!Hola, ¿hay alguien ahí? No vale esconderse, el RD 463/2020 de 14 de marzo de 2020 (ese que nos ha puesto a todos en casa) me dice que estáis todos, otra cosa es que os interese lo que os cuento. A ver, que ... tampoco a mí me apetecía esto de apurar por decreto hasta el último céntimo de euro del precio del alquiler mensual de mi apartamento a poco más de cien metros de la Catedral; que yo, en el ejercicio de mi responsabilidad como redactor jefe de Cultura, hasta hace menos de una semana apenas tenía un nombre en mi horizonte profesional, un nombre ligado a una conmemoración. Cerraba los ojos y como en un cartel gigante de neón de los de Las Vegas, con unas letras enormes que iban apareciendo al encuentro de las otras para formar tres palabras, podía leer MIGUEL DELIBES. CENTENARIO... y sí, es 2020, se cumplen cien años del nacimiento del escritor, que además fue periodista y con el que además comparto el honor, en la distancia temporal y en la del escalafón, claro, de escribir en este mismo periódico, pero...
... pero aunque siguen cumpliéndose cien años del nacimiento de don Miguel, ahora una forma de vida infinitamente más pequeña ha llegado para generar una situación de inmensa complejidad, que por lo pronto nos obliga a suspender durante al menos medio mes el 'spanish way of life', que no es otra cosa que eso de salir al encuentro de la vida y de la gente en bares en los que tomamos un vino o una caña mientras arreglamos el mundo, o aquello de aprovechar la pausa del café en las zonas de vending de la empresa para atizarle sin misericordia al compañero de contabilidad por la derrota del Barça, o eso otro de los corrillos de papás, mamás o abuelos esperando la salida de los niños del cole...
El COVID-19 además de cambiar la forma en la que nos relacionamos con los demás nos sitúa ante el desafío de incorporarnos a la brava, a cholón, como cuando para enseñarte a nadar con tres años te lanza el monitor al centro de la piscina para que vuelvas al bordillo, a la modalidad del teletrabajo, sobre todo en actividades profesionales en que tal modalidad es posible y una de esas es -ha de ser- la nuestra, la periodística. Ojo, que para eso el RD nos contempla como bien de primera necesidad, como el pan, las medicinas y la gran revelación de esta crisis, el gran tapado, el puto amo: el papel higiénico, en todas sus modalidades de empaquetado y de multicapas.
-«Chema, míralo como si fueses un reportero de guerra en misión especial a una zona de conflicto desde la que tienes que mandar las crónicas a veces en condiciones lamentables mientras estás coordinado con la jefa de Información y conmigo», me dice el director, que no me debe de ver muy convencido. Pero yo no oigo los aviones de reconocimiento por encima de mi cabeza, (en realidad no oigo nada, para eso también ha servido el RD 463/2020, la calle Regalado, que es peatonal desde hace un par de años, ahora además es silenciosa), ni tampoco veo columnas de humo a lo lejos, ni ambulancias de la Cruz Roja. Como mucho, lo que veo es el desorden de la estantería del salón llena de libros, el polvo en suspensión que hace más latente el rayo de sol que se cuela por el ventanuco bajo cubierta y... sí, ¡¡¡eso sí que es militar!!!, el carro de combate que no recogió ayer Noé, ocho años en noviembre, cuando terminó la enésima batalla de cascos azules contra dinosaurios en la alfombra del salón, pero no puedo regañarle por eso. Demasiado bien han llevado el primer fin de semana de aislamiento él y su hermana Manuela, doce años en abril.
En fin, que el escenario aún cambiante de la pandemia representa un desafío para una profesión como la nuestra, que ya desde hace unos pocos años está empeñada en reivindicar su legítimo lugar en un mundo al que las nuevas tecnologías han puesto del revés y en el que la alerta sanitaria es un añadido modo éramos pocos y parió la abuela que supone algo así como la exigencia de que lancemos besos cariñosos, sonrisas cómplices y guiños conquistadores al respetable mientras nos aplicamos en el triple salto mortal con tirabuzón al que nos obliga defender la vocación irrenunciable de informar a nuestros lectores con rigor y credibilidad. Y es ese compromiso de estar cerca de vosotros, de compartir las complicaciones del desafío que representa la situación, por la que mantendré esta cita diaria con todos... mientras dure la guerra.
Y hablando de credibilidad, el martes tiene que venir a casa alguien del servicio de reparaciones del seguro de mi casera para arreglar el sistema que libera el agua de la cisterna del WC, que hace días no funciona (descuidad, hay plan B) ¿mantendrán su compromiso? Pedro Sánchez en todas las horas de comparecencia que se ha pegado en los últimos días no ha dicho nada que invite a pensar lo contrario y prometo que le he prestado la atención merecida, pero tampoco me hago ilusiones, especialmente ahora que iba a tener la ventaja de no preocuparme por una más que segura impuntualidad respecto a la hora acordada, ya que yo voy a estar sí o sí en casa, trabajando. En casa... trabajando... tengo que hacer caso a la recomendación de B. y cambiarme de ropa para cuando me siente ante el portátil y gracias a las modernas técnicas implementadas en el decano de la prensa (esto es un guiño a mis jefes y al departamento técnico; a este último, que no se me olvide lo del detallito de la tienda del gourmet) me ponga a producir. Nada de pijama, nada de mezclar ese entorno profesional con el que voy a disfrazar en carnaval desestacionalizado esa esquina del salón con la vitro de la cocina mientras silba la olla rápida. Hay que ser profesional, es lo que toca.
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