19 de abril de 1992. Álvaro Gimeno debuta como pregonero del sermón de Las Siete Palabras. Foto cedida por la familia
El hilo

La voz del Viernes Santo de Valladolid se apellida Gimeno Vela

Álvaro Gimeno Vela anuncia a caballo el sermón de las Siete Palabras en la Plaza Mayor desde hace 32 años y mantiene viva una tradición familiar que comenzó en 1945 con su abuelo y que siguió su padre hasta 1983

Berta Muñoz Castro

Valladolid

Sábado, 9 de marzo 2024, 00:09

Álvaro Gimeno Vela, acompañado de un cortejo de medio centenar de jinetes y tutelado por Federico Alonso Artero, debutó como pregonero del sermón de Las Siete Palabras el 17 de abril de 1992. Era un chaval. Tanto que, dos años después, el Viernes Santo de 1994 ... , cuando se quitó el capuchón para entregar el pergamino al arzobispo en la Plaza Mayor de Valladolid en presencia de todas las cofradías de la ciudad una reportera de Radio Nacional no pudo ocultar su sorpresa. «Ahí va, pero si es un crío», espetó en directo a través de las ondas a toda España. «Y estaba en lo cierto», recuerda 32 años después en su bufete de la calle San Ignacio. Abro hilo:

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↓ El Viernes Santo es un día grande para los Gimeno. Ocho décadas llevan los varones de esta familia –todos abogados de profesión– pregonando al trote por las calles de Valladolid el sermón de Las Siete Palabras que desde 1943, si la lluvia lo permite, se celebra en la Plaza Mayor. Fue Antonio el primer Gimeno –«con 'G'»– que se subió a lomos de un caballo para convocar a los fieles en 1945. Un cometido que cumplió a rajatabla durante 25 años, hasta 1969, cuando decidió dar el testigo a su hijo Jesús, que continuó otras dos décadas como pregonero mayor. En 1983 una enfermedad obligó a Jesús a soltar las riendas de una tradición que ha conseguido sobrevivir gracias a su hijo, Álvaro Gimeno Vela.

Jesús Gimeno, sobre el caballo en 1979, acompañado de su padre, Antonio y de su hijo Álvaro, con tan solo tres años. Foto cedida por la familia

↓ «Cuando mi padre enfermó, en 1980, la cofradía le prometió que yo sería pregonero», explica Álvaro. Pero el día que Jesús Gimeno Nebot murió, en 1984, Álvaro solo tenía 8 años y la junta directiva decidió que Federico Alonso Artero asumiera el cargo hasta que el muchacho creciera. «Ese pregón, el de 1984, fue muy emotivo porque la comitiva llevó un caballo vacío en su honor», rememora este abogado vallisoletano que, de la noche a la mañana, se vio vestido con el hábito de la Orden de Santiago «modificado para poder montar» declamando a viva voz sonetos por los puntos más emblemáticos de la ciudad. No había alcanzado la mayoría de edad cuando en 1992, acompañado de medio centenar de jinetes y tutelado por Federico, le montaron en el caballo y se puso a pregonar. «Era un crío, pero no estaba nervioso. Se lo había visto hacer siempre a mi padre y salí tan contento», recuerda. Hoy, es un referente de la Semana Santa de Valladolid.

Álvaro, en 1997, minutos antes de que comenzara el sermón de Joaquín Martín Abad. Gabriel Villamil

↓ Merecido lo tiene. Desde hace 32 años, cada Viernes Santo acude puntual a las ocho y media de la mañana al Palacio Arzobispal para recoger de manos del prelado el pergamino que contiene el pregón de las Siete Palabras, un soneto que leerá, como mínimo, en una docena de puntos de Valladolid anunciando que llegado el mediodía un orador de prestigio –Jesús Fernández Lubiano tendrá el honor el próximo 29 de marzo– pronunciará en la Plaza Mayor las siete palabras que Cristo dijo sobre la cruz. «Hay sonetos que son horrorosos de leer. Los primeros años, dos meses antes, me iba al monte a vocear. Ahora no me hace falta. Cuando veo que en una parada me falla la voz, me tomo un café con carajillo o orujo con miel», explica. Si la cosa se pone seria, acude al grupo de la familia Gimeno Vela, que siempre le acompaña, en busca de una pastilla «Strepsils o Hibitane» que le aclare la garganta.

Invitación para acudir al sermón de 1950. El próximo 29 de marzo Jesús Fernández Lubiano será el encargado de pronunciar las siete palabras que Cristo dijo sobre la cruz.

↓ Sobre las once de la mañana se produce la penúltima lectura del pregón, en el Atrio de Santiago. «Es uno de los momentos más sobrecogedores, porque en ese punto suele estar el autor del soneto, que se emociona mucho cuando lo leo», explica Álvaro. El poema anunciador de este año es obra del historiador Pablo Hernández Sánchez y será presentado este sábado en un acto en el que se recordará al periodista Ángel María de Pablos, hermano de Las Siete Palabras desde niño y autor de dos de estas composiciones, en 1984 y 2014. En el Atrio de Santiago, además, se reúnen todos los miembros de la cofradía para desfilar junto al cortejo de jinetes hasta la Plaza Mayor. Allí, minutos antes del mediodía, Álvaro realiza la última lectura y finaliza su tarea devolviendo «simbólicamente» el pergamino al arzobispo.

Penúltima parada del pregonero, en el Atrio de Santiago. Carlos Espeso

↓ Simbólicamente porque, en realidad, el pergamino que cada año entela con madera dorada y mucho cariño Nuria, la novia de Álvaro, es propiedad del pregonero. «Existe una tradición que empezaría mi abuelo de regalar el pergamino», desvela. Hay muchos versos sueltos por Valladolid y algunos, como el primer soneto de Félix Antonio González de 1944, están muy cotizados por los anticuarios. «Yo siempre se lo regalo a alguien importante para mí. A la persona que me ayudó a montar a caballo; a mi prima Margarita, que me acompañaba al monte a pegar gritos para ensayar la voz... Como era muy mal estudiante –reconoce– di uno al colegio Peñalba el año que conseguí aprobar COU». Otro está en manos del que fuera Fiscal Jefe de Valladolid, Luis María Delgado, y el que tiene el periodista Carlos Aganzo «está enmarcado con gotas de lluvia». Álvaro todavía no ha decidido a quién se lo dará este año, pero todo apunta a que se quedará en la familia.

En 1998 Álvaro leyó un soneto de Francisco J. Martín Abril, el mismo texto que declamó su abuelo Antonio en 1945. G. Villamil

↓ Porque aunque Álvaro es el protagonista de cara a la galería, nada sería posible sin la ayuda de sus seres queridos. «Yo soy el que menos hago. Detrás de mí hay todo un equipo, la familia Gimeno Vela». Nuria, la pareja de Álvaro, además de hacer los rodillos dorados del pergamino se encarga de tener a punto las vestimentas del caballo y de vestir al animal. «Tarda más de una hora y no es tarea fácil», reconoce. Su prima Blanca Gimeno lleva el coche por el recorrido. «Antes lo conducía mi hermana, que también se llamaba Blanca Gimeno, pero desde que murió mi prima es la encargada de ir abriendo paso con la policía y de llevar el avituallamiento para los caballos y los repuestos, como riendas, por si se rompe alguna». «Sin ellos, estos 32 años de pregón no hubieran sido posibles», sostiene con vehemencia.

Los Gimeno Vela, durante un Viernes Santo. Foto cedida por la familia

↓ Si el apoyo de la familia Gimeno Vela es imprescindible para que Álvaro siga madrugando cada Viernes Santo, la respuesta del público en el recorrido es otro estímulo que le anima a seguir una Semana Santa más. «Cada año hay más gente esperándonos en el Arzobispado. Nos sigue a pie todo el recorrido y se hacen cinco kilómetros por Valladolid. En los tramos largos, como cuando vamos hasta la plaza de toros, les vemos cómo van corriendo», relata Álvaro, que está seguro de que son los niños los que más disfrutan del pregón. «A ellos no les impresionan las tallas, les impresionan los caballos. Recuerdo con mucho cariño un año que una niña, al verme, dijo a su madre que era un príncipe».

En la Semana Santa de 2022 todavía era obligatoria la mascarilla. Carlos Espeso

↓ A medida que aumenta el público va menguando el número de jinetes. Si los primeros años era normal ver desfilar medio centenar de caballos, ahora como mucho salen una docena. «Hay tener un caballo, madrugar y jugarte el tipo trotando por la ciudad», explica Álvaro, que los primero años tenía que peregrinar por los picaderos para que le alquilaran uno. «Cuando les decía para qué era me miraban raro», asegura. Desde hace ya un tiempo, Lorenzo, «un herrero muy conocido de Valladolid», le alquila la misma yegua y, además, se la lleva hasta la Academia de Caballería a las siete de la mañana. «Antes montaba dos meses antes del Viernes Santo, pero ahora solo subo al caballo ese día. Montar a caballo es como andar en bici, no se olvida». El peligro está en el recorrido.

Pregón del 2023

Pregón de 1998

Carlos Espeso y Gabriel Villamil

↓ «Todos los años tenemos una guerra con el recorrido. Está claro que quien lo diseña no ha montado en un caballo en su vida», protesta Álvaro, que marca como puntos especialmente complicados las calles Teresa Gil y Expósito. «Hay gente que ha salido uno o dos años y no ha vuelto, porque pasear a los caballos por una ciudad es un disparate. En los pasos de cebra y los adoquines patinan, las alcantarillas, los semáforos y los coches les asustan...». Y llegan los sustos. «Yo he vivido unas cuantas caídas de jinetes, pero la única que se recuerda es la mía», evoca divertido. Fue en 2003. Estaba en la tercera parada del recorrido, frente al hospital Clínico, cuando el caballo se puso de manos y se cayó de espaldas. No le pasó nada, pero la noticia abrió los telediarios. «Mi madre, que siempre me iba a ver al primer pregón y al último, se enteró del percance por la radio».

Álvaro, en 2003, el año que abrió el telediario después de caerse del caballo. Henar Sastre

↓ Porque Carmen Vela, la madre del pregonero, no se perdía ni una salida de los Gimeno. «Ya iba a ver a mi padre cuando eran novios», asegura Álvaro, que recuerda «con especial emoción cómo el Viernes Santo de 2005, cuando estaba muy enferma, fui hasta la calle León para que pudiera escuchar por última vez el soneto desde la ventana». Carmen Vela, decana del Colegio de Abogados de Valladolid desde 1996 al 2000, siempre decía para ser pregonero del sermón de las Siete Palabras lo único que hacía falta era apellidarse Gimeno. Y cuánta razón tenía.

Soneto de Narciso Alonso Cortés de 1946 que han leído todos los Gimeno y que Álvaro guarda en su despacho. Rodrigo Ucero

↓ Solo el coronavirus ha privado a los vallisoletanos de oír resonar en las calles los cascos de los caballos, el cornetín de órdenes y el pregón de las Siete Palabras. En el 2020 la Semana Santa se suspendió y en 2021 el pregón se celebró en la Catedral. Vestido de traje, con mascarilla y sin caballos, Álvaro recuerda este día como uno de los pocos momentos en los ha sentido nervios. Y eso que en aquella ocasión el soneto era muy especial. Leyó el texto de Narciso Alonso Cortés, el único pregón que han repetido todos los Gimeno. Hijo, padre y abuelo. «Ese soneto estaba colgado en la casa de mis abuelos y cuando éramos pequeños los primos jugábamos a declamarlo. En casa todos nos lo sabemos de memoria. Es algo muy nuestro». Es algo de la familia Gimeno.

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