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«Volver a trabajar después de pasar un cáncer no es como tras superar una gripe»La primera sombra, por suerte, se despejó. «Cuando recibes el diagnóstico, cuando te dicen que tienes cáncer, a partir de ese momento la prioridad es siempre tu salud. Tu máxima preocupación es que no sea muy grave, que te puedas curar, que lo vayas a ... superar». María no tuvo, durante los primeros meses, ni fuerzas ni ánimo ni ganas para pensar en nada que no fuera su recuperación. Su cabeza, tantas veces entonces llena de malos pensamientos, daba vueltas en torno a su vida, al cáncer, qué sería de sus hijos, qué de su familia si ella no lo pudiera superar.
Y lo superó.
Después de la mastectomía, de la quimio, la radio y las noches en vela lo superó.
Ahora, con el cáncer en la lona, su combate cambia de ring.
María es una de las muchas personas que todos los años se acercan por la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) para plantear sus dudas y recibir asesoramiento sobre cómo compaginar su trabajo con la enfermedad. «Cuando nos encontramos ante un proceso oncológico, siempre pensamos primero en la salud, pero también hay una vertiente económica y laboral que no podemos dejar de lado», asegura Patricia Velasco, trabajadora social en la AECC. «Lo más habitual es que se produzca una reducción en los ingresos. Por un lado, si hay que pedir bajas. Pero también por los gastos derivados del proceso oncológico: en farmacia, desplazamientos…». Los datos del Observatorio del Cáncer dicen que supone un coste económico al 41% de las familias superior a 10.000 euros durante la enfermedad.
La organización convoca desde el año pasado en Valladolid unos talleres en los que informa a pacientes con cáncer sobre cómo comunicar el diagnóstico en su empresa («no tenemos obligación de contarlo todo»), cómo hablarlo con los compañeros, qué hacer a la hora de cogerse las bajas, cómo enfrentarse a la vuelta al curro después de la enfermedad. Durante 2024, celebraron tres talleres. Esta primavera habrá uno más. María acudió a uno de ellos porque, ahora inmersa en una baja de larga duración, tiene dudas sobre cómo será su vuelta al trabajo.
«Soy cuidadora. Mi empleo consiste en atender a personas que no pueden valerse por sí mismas. Eso implica levantarlas, ayudarlas con la ducha, echarles una mano a la hora de vestirse. Y eso supone levantar pesos o hacer gestos con el brazo que ahora no puedo llevar a cabo», explica María, quien ha pedido una adaptación en su puesto de trabajo que no sabe cómo se resolverá. Su temor es tener que abandonar el empleo y reinventarse, con poco más de 50 años, en un nuevo sector compatible con su nueva situación. «El cáncer me ha dejado secuelas y limitaciones. Me quitaron el pecho derecho y hay cosas que antes hacía y ahora no», cuenta María.
«El momento de la reincorporación es uno de los más delicados», reconoce Velasco. «Recibir el alta después de pasar un cáncer no es como regresar tras una gripe. Puede haber pasado mucho tiempo y en la empresa tal vez ha habido cambios de organización, de proyectos, de protocolos o formas de trabajar. Además, la persona puede que no regrese de la baja en las mismas circunstancias en las que se fue. El cáncer puede provocar limitaciones y otras secuelas para que la persona no desarrolle el mismo trabajo de la misma manera».
Velasco pone un ejemplo muy habitual. «Muchas mujeres a las que les han quitado ganglios por un cáncer de mama trabajan en la limpieza y se encuentran con labores que no pueden afrontar». Y no todas las empresas tienen la misma capacidad para la adaptación del trabajo, lo que puede derivar en una finalización del contrato.
«Cada situación tiene sus condicionantes y eso se ve desde el primer momento. Hay gente que, después de recibir el diagnóstico, puede seguir trabajando y no se coge la baja desde el minuto cero. Depende mucho del puesto y del lugar de trabajo, pero hay quien puede seguir acogiéndose a permisos para visitas médicas, reducción o flexibilización de jornadas», cuenta Velasco. Sin embargo, hay empresas que no ofrecen tantas facilidades.
«Tarde o temprano, la mayoría de las personas diagnosticadas de cáncer terminan accediendo a una incapacidad temporal (baja médica)», recoge el informe 'Vulnerabilidad económica y laboral en pacientes con cáncer en España', publicado el pasado mayo por la AECC. «Esta incapacidad temporal tiene una duración máxima de un año, con posibilidad de renovar seis meses o más en caso de que se estime que la situación sanitaria que lo provocó tiene visos de finalizar y, seis meses más, en situaciones excepcionales», recuerda este estudio.
«En caso de que se considere que la situación sanitaria del profesional no va a cambiar en los siguientes seis meses, la persona pasaría a valoración de incapacidad permanente». El tribunal médico del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) puede decidir entonces entre conceder el alta médica, mantener la incapacidad temporal mediante otra prórroga u otorgar la permanente. «Esta última supone una prestación económica que trata de cubrir la pérdida de ingresos que sufre el trabajador».
Erika llevaba casi veinte años en su empresa y nunca hasta ahora había tenido que cogerse una baja. «Ni siquiera disfruté entera la de maternidad, porque me reincorporé antes a mi puesto». Ahora lleva meses de tratamiento y siente cierta presión por parte de su jefe. «Tan solo unos días después de la operación, ya recibí el primer mensaje: ¿Y cuándo tienes pensado volver? Ni siquiera me habían empezado a dar la quimio y ya me decía que es que hay personas en esa situación que ya están trabajando. Y no se dan cuenta de que no todos los cánceres son iguales y de que a las secuelas físicas se unen también las psicológicas», cuenta Erika, quien desde el minuto uno comunicó a su empresa la enfermedad. «Mi familia, mis padres y luego mi jefe».
Entre las muchas cosas que Erika ha aprendido durante estos meses está la importancia de la familia («son lo primero»), pero también el valor de la vida cotidiana: «Para los pacientes de cáncer es muy importante recuperar, en la medida de lo posible, la normalidad». Y regresar al trabajo es parte de esa normalidad. «Lo que pasa es que no siempre podemos volver en las mismas condiciones». «Y tampoco queremos que nuestro retorno suponga más trabajo para los compañeros. Es importante lo de la adaptación del puesto, porque no puedes estar siempre pendiente de pedir favores a los compañeros».
Esto, cuando hay un empleador, pero la situación de los autónomos puede ser incluso más delicada. De hecho, el informe de la AECC subraya la vulnerabilidad de los trabajadores por cuenta propia. En 2023, había 769 autónomos con nuevo diagnóstico de cáncer en Castilla y León. A estos habría que sumar 216 pacientes en situación de desempleo con prestación y otros 135 sin ella.
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Víctor Vela
Víctor Vela
La delegación vallisoletana de la asociación trabaja con 40 personas con cáncer que están en proceso de búsqueda activa de empleo y además ofrece asesoramiento individual tanto en material laboral como asesoramiento jurídico en el caso de que sea necesario. No solo a los pacientes, sino también a sus familias. «En ocasiones, la persona con cáncer es la que aporta el único ingreso del hogar y si falla o fallece, esa unidad familiar queda al descubierto», indica Velasco. «También es importante sensibilizar a las empresas, para que sean conscientes de las necesidades que tienen sus trabajadores que están en tratamiento o han pasado un cáncer», concluyen desde la AECC.
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