Juan 'El Tudela' y Ramiro conversan tras su reencuentro a las puertas del comedor social Carlos Espeso

Nochebuena en un comedor social: «Vengo aquí a cenar por no estar solo en mi casa»

El comedor social municipal de Valladolid acogió en Nochebuena el reencuentro entre Juan y Ramiro, dos ancianos que buscaron compañía entre los asistentes al convite solidario para combatir la soledad

Sábado, 25 de diciembre 2021, 07:38

Caen las siete de la Tardebuena en el número 8 de la calle Antonio Lorenzo Hurtado. Pegado al río, detrás del Polideportivo Huerta del Rey, el comedor social municipal ultima un año más los preparativos de la cena de Nochebuena que ofrece todos los ... años en fechas navideñas y de la que son asiduas las personas 'sin hogar' que viven en las calles de Valladolid.

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Tras las verjas verdes que delimitan el lugar, Juan 'el de Tudela' -apodado así por vivir toda su vida en esta localidad- aguarda impaciente el momento de entrar al recinto. Desde las cinco de la tarde que salió de su piso en el barrio de Pajarillos, espera el momento de la apertura, prevista para las 20:30 horas.

Es su primera cena en el comedor social y está nervioso, pero con muchas ganas de compartir esta noche con cualquiera que guste de buena compañía y conversación. A sus 81 años, nadie ha llegado antes que él a una cita a la que se espera que acudan entre 50 y 60 personas, el doble que un día de servicio de comidas normal.

«Yo vengo por no estar solo en mi casa. Quiero pasar esta noche con gente, en compañía», asegura el octogenario. Mientras pasan los minutos, Juan cuenta que él tenía cena en casa. «Cogí un pollo y un kilo de langostinos para hoy, pero los dejaré para Nochevieja, esa sí la paso en mi casa», apunta.

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Con el frío propio de la cercanía del río Pisuerga, Juan se ha tapado bien. Ataviado con bufanda y gorro, apenas se le atisban los ojos detrás de sus gafas. Al recordar a su familia, las lentes se empañan y alguna lágrima cae. «Con algunos me llevo bien, a otros hace mucho que no los veo, sobre todo a una de mis hijas, que tengo una nieta que no conozco», comenta emocionado.

Hasta ese punto, el 'Tudela', como le llaman quienes le conocen en el barrio, cuenta su historia a quién escuche mientras hace tiempo para entrar. A cada experiencia vivida, le pone la muletilla «no creáis que es mentira» para afianzar su relato. A sus espaldas, un divorcio traumático que le llevó a los calabozos, una vida de trabajo y esfuerzo en la obra, un viaje a Alemania, donde se sintió libre como un «potro en una pradera» y otras tantas vicisitudes.

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Sobre las 19:45, entre varios asistentes que llegan a cuentagotas a las inmediaciones del comedor, Juan atisba una cara familiar. «Yo a ti te conozco, te lo noto en los ojos», le asegura a este señor de edad también avanzada. Tras cruzar dos palabras, le reconoce. «¿Tú no tenías ovejas?, esa es la pregunta que revela la identidad del hombre. Décadas después, viven en la misma ciudad pero, desde que salieron del pueblo, no se habían vuelto a ver. «Es Ramiro, el pastor del pueblo de al lado, el de Fombellida», sentencia. «Tú eres el hermano de Francisco«, responde Ramiro sorprendido.

La contestación vuelve a conmover a Juan, que recuerda a sus hermanos, todos fallecidos. Natural de Torre de Esgueva, Juan y Ramiro se conocen desde jóvenes, pero la vida separó sus caminos hace ya tantos años que la memoria no les alcanza a concretar. Con la alegría del encuentro, Juan se anima a cantar algunas coplas entonadas en la zona años atrás para amenizar el ambiente. Ramiro, más discreto y comedido, acompaña con los coros tímidamente. Canciones de amoríos, de épocas mejores. «A mí me encanta cantar, además canto bien», afirma entre risas 'El Tudela'.

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El tiempo pasa rápido mientras ambos rememoran tiempos de juventud. Pero, en un momento, Ramiro se aleja a caminar. «Voy a andar un poco que me estoy quedando helado», comenta antes de emprender su paseo. Juan aprovecha para explicar que la del pastor de Fombellida tampoco había sido una vida sencilla. «Mil ovejas tenía. Lo perdió todo. La casa, la mujer, las ovejas...», enumera entristecido Juan.

A diez minutos de entrar a la cena, más de una veintena de personas se congregan alrededor de este inesperado reencuentro. Algunos exponen sin saberlo los problemas que los han llevado a la calle. Comportamientos extraños y botellas de alcohol se mezclan con la felicidad de estos dos paisanos que degustarán en compañía el lechazo, merluza, entrantes y bebida -sin alcohol-, que les han preparado los trabajadores del centro. Sin mayor incidente que la aglomeración a la hora de entrar, los asistentes ingresan al comedor donde Juan y Ramiro, muchos años después de partir de sus hogares, vencieron a la soledad para volver a acompañarse una vez más.

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