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Integrantes del Club Billar Valladolid, en sus instalaciones de la calle Villabáñez. José C. Castillo
Los vallisoletanos que mejor hacen las carambolas

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Los vallisoletanos que mejor hacen las carambolas

Los hilos que tejen el Club Billar Valladolid se comenzaron a enlazar hace años en los míticos locales de juego que había repartidos por Valladolid

Domingo, 11 de agosto 2024, 08:40

«Mi abuelo Salvador cogió en 1928 los billares La Catedral», explica Salvador Díez, mientras con las manos abre y cierra una carpeta donde guarda recortes, albaranes, fotografías antiguas de un tiempo en el que aquel salón de la calle Cascajares fue lugar de encuentro para los aficionados de los tacos, la tiza, las carambolas, el billar. «Había cinco mesas pequeñas, no reglamentarias, y allí se juntaba muchísima gente. Las facultades estaban cerca, así que se pasaban muchos universitarios. No había videojuegos ni teléfonos móviles... el entretenimiento estaba en los futbolines y los billares», cuenta Salvador.

Aquel histórico local se convirtió en la primera sede del Club Billar Valladolid. El acta fundacional del colectivo es del 6 de diciembre de 1982, aunque de aquellas ya llevaban años en los que funcionaban como grupo de aficionados que se reunía para organizar torneos y compartir pasión. Desde entonces, han pasado por varias sedes hasta llegar a su ubicación actual, una larga sala en la carretera de Villabáñez donde los aficionados a este juego disfrutan de cuatro mesas 'grand match' (2,84x1,42 metros de pista de juego), contadores, gradas para espectadores y taquillas personales (cada uno tiene su tiza, su taco –de fibra de carbono o madera– y, en algunos casos, un guante para que se deslice mejor).

Club Billar Valladolid

El Club Billar Valladolid nació en 1982 en el seno de los míticos billares La Catedral, en la calle Cascajares. Después de recorrer varias sedes, ocupan desde febrero de 2020 un local en la carretera de Villabáñez, donde cuentan con cuatro mesas homologadas. Allí practican y compiten los 38 integrantes de un club que se ha sumado a las nuevas tecnologías (transmiten sus actividades por Youtube) y suma varios hitos, como la organización en 2003 del mundial de billar (en la Feria de Valladolid)o de campeonatos de España. Entre sus socios cuentan con un campeón de España en la modalidad cinco quillas (José Ignacio Merino) y un árbitro internacional de renombre (Sergio Callejo).

Además, desde la temporada 2022-2023 disponen de un sistema de televisión que les permite retransmitir por Internet (en Youtube) los torneos que organizan. «Todo está perfectamente homologado, desde las medidas de la mesa hasta su altura (entre 75 y 80 centímetros) o el marco», explica Héctor Luis Fernández, el nuevo presidente del club, quien acaba de relevar en el cargo a quien durante dos décadas ha sido portavoz del colectivo, Roque Fernández.

Y además, la mesa debe estar calefactada. Una resistencia calienta la pizarra que hay debajo del paño, para evitar la humedad y garantizar el buen comportamiento de las bolas.«Sin humedad, corren más. Con humedad, cuadran más, hacen los recorrido más cerrados en los ángulos», aseguran los integrantes de un club que, después de su fundación en 1982, vivió una pequeña escisión a finales de esa década.

Ocurrió cuando parte de los socios se marcharon a la nueva sala Fortuna 25, con acceso a la calle Santiago, y crearon el Club Billar Pisuerga. Ambas formaciones coexistieron hasta mediados de los 90, cuando cesaron los partidos en el Fortuna y gran parte de los jugadores regresó a la sede de la Catedral. En 1992, jugaron en Burgos la primera competición regional y tres años después llegaron a Valladolid las primeras meses reglamentarias. Fue cuando abrió la sala Doblete, en la calle San Lorenzo, que permaneció en activo hasta su traspaso en el año 2001. El club se trasladó después, en febrero de 2002, a un local junto al antiguo matadero, donde permanecieron hasta que en febrero de 2020, justo unos días antes del confinamiento, se mudaron hasta su emplazamiento actual.

El club está compuesto en la actual por 38 jugadores. Todos varones salvo una mujer. Cuesta encontrar aficionadas femeninas. Y tampoco es sencillo enganchar a los jóvenes. «El billar requiere tiempo, esfuerzo y paciencia. Tú practicas todos los días, pero avanzas lentamente», cuenta Fernández, quien comenzó a practicar a los 14 años.

Y enumera algunas de las destrezas que ha de atesorar el buen jugador: «Concentración, conocimiento, buen dominio de la presión, buena vista y algo de táctica». «Somos una sociedad sin ánimo de lucro. Cuando un socio entra (y el último lo hizo hace poco más de un mes), se le pide implicación y colaboración. No se viene solo a jugar al billar, sino a participar en las actividades que se organizan desde el club». A todos se les obliga a federarse.«Es positivo para la defensa de este deporte», explican.

La mayoría, cuentan, son personas que en su día, de jóvenes, jugaron al billar y que ahora, con más tiempo libre, han decidido retomar su pasión.También hay integrantes de otras nacionalidades, ya que hay países donde la afición al billar es mayor, como Colombia o Perú. Y veteranos como Mariano Piñeiro, quien se aficionó de bien jovencito al billar. «A mí me pillaba una sala de billares en el camino del colegio a casa... y entraba a jugar para matar el tiempo y estar con los amigos», cuenta Mariano. Al principio, las partidas podían ser de futbolín o ping-pong. Muy pronto se pasaba también al billar. «Muchos de los aficionados de Valladolid, y de gran parte del país, procedemos de ahí, de esas salas que en su día tuvieron una cierta fama de golfería, como si ahí se reunieran los peores estudiantes, cuando esa imagen no es real», apunta Mariano, quien suma a la conversación el recuerdo de otro local con solera, y también cerrado, en el Pasaje Gutiérrez.

Organizan una liga interna y es una de las cuatro sedes de las pruebas regionales que se celebran en Castilla y León. Junto a Valladolid, están también León, Ponferrada y Soria, donde además hay un muy buen nivel. Acuden «al menos una vez al año» a una prueba nacional y como club participan en la segunda división del país. Además, cuentan con una aplicación de 'whatsapp' para reservar mesa y quedar con algún compañero para jugar. Aquí salen partidos (lo dicen así, en masculino, no partidas) en horario de mañana y de tarde. «Y también hay gente que entrena sola», reconocen.

«Aquí no se corre, pero también sudamos», apunta Roque Fernández, quien evidencia que la tradicional vestimenta de competición se ha relajado en los últimos años. Sí que hay que llevar zapatos, calcetines y pantalón negro. Pero en la parte superior del cuerpo se permite un polo, cuando hasta no mucho eran obligatorios camisa, chaleco y pajarita. De hecho, todavía en las fases finales de las grandes competiciones se pide esta vestimenta. Porque en torno al billar hay también un protocolo, una liturgia. Por ejemplo, en las competiciones se requiere silencio absoluro, para no desconcentrar a los jugadores. Si han hecho una buena jugada, son preferibles los pitos a los aplausos (aunque lo de chascar los dedos también se está perdiendo). Y en los campeonatos –como en el teatro– hay que apagar los teléfonos móviles.

Entre sus socios cuentan con José Ignacio Merino, campeón en 2021 de cinco quillas, una modalidad de billar con mucho predicamento en Italia. «Lo descubrí durante un campeonato que organizamos en 1997 en Valladolid», cuenta Merino, quien recuerda que la ciudad acogió otro torneo nacional en mayo de este año. Y también está Sergio Callejo, árbitro internacional y el único español que ha asistido a los torneos mundiales de Brandemburgo (en tres ediciones) y Turquía. «Yo empecé a jugar al billar en 1997. De joven me gustaba el americano. Pero un día esa mesa estaba ocupada y me tuve que conformar con 'la de carambolas'. Descubrí muy pronto que era un poco paquete jugando, aunque me apasionaba el billar». Así que empezó a arbitrar partidos. Hasta alcanzar un lugar destacado en el gremio.

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