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Los jóvenes que compiten con armas hechas con churros de piscina en ValladolidJuan Grande lo descubrió –«como muchos de nosotros»– en una de las ferias del cómic y el manga que se organizan en Valladolid. Vio una exhibición de jugger y se quedó con la boca abierta. «Era como una pelea, una lucha de estrategia, pero con todo acolchado, sin posibilidad de hacerte daño». Un sueño para liberar adrenalina.
Benjamín Berruezo 'Benji' lo conoció en Murcia, donde vivía antes de recalar en Valladolid. «Al principio, yo solo veía a un montón de gente pegándose con churros de piscina. Aquello me llamó enseguida la atención, pero luego, cuando te fijas, ves que está todo muy organizado, que hay tácticas, estrategias, que muy pocas cosas se dejan al azar», cuenta Benjamín, que cuando llegó a Valladolid no dudó en contactar con el grupo local que aquí jugaba a eso que descubrió un día en Murcia.
«Y al final, cuando lo practicas, descubres que es muchísimo más divertido de lo que parece desde fuera», asegura Juan, alias 'Julito', el último en llegar, el fichaje más reciente (apenas tres meses de antigüedad y un futuro prometedor)de la Asociación de Jugger y Softcombat de Valladolid. El colectivo cuenta con cerca de 250 integrantes. De ellos, más de 80 en activo, jugadores de un deporte que tiene en Valladolid una de sus mecas nacionales. Esta es, junto con Murcia y Zaragoza, una de las ciudades donde hay más afición a una disciplina que nació enAlemania y gracias a una película.
'La sangre de los héroes' se estrenó en los cines en 1989. Cuenta una historia postapocalíptica de un futuro arrasado donde un juego (con armaduras y un cráneo de perro) se convierte casi en la única distracción. Un grupo de personas en Alemania decidió adaptar ese juego a la realidad, a principios de los años 90 fijó un reglamento y muy pronto, convertido ya en deporte (con la posibilidad de federarse) se extendió a otros países. «En España llegó por primera vez a Zaragoza en el año 2005. En Valladolid funcionamos desde 2012, primero como asociación juvenil y, desde enero de este año, como club deportivo, dentro de la Federación de Lucha», cuenta Gabriel Epureanu 'Ero'.
¿Las reglas? En los partidos se enfrentan dos equipos mixtos formados por cinco personas cada uno. Hay cuatro que manejan las armas, acolchadas, y uno que se encargará de llevar el jugg (una suerte de pelota alargada, que remite en su forma a ese cráneo de perro) desde el centro del campo hasta la base. Cada equipo sale corriendo desde uno de los extremos de la pista y su misión será evitar que el otro se haga con la pelota. «No es un juego de 'matar' peña, sino de estrategia, para defender a tu corredor y que consiga hacer el punto». En función del formato, se puede jugar a tiempo o sets (con un número determinado de puntos).
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¿Y eso de las armas? «Cada jugador dispone de una, personalizada, en la mayor parte de los casos, hechas por nosotros mismos», cuenta Lara González 'Mel', quien enumera los distintos tipos de 'implementos' con los que cuentan. Están los mandobles, una especie de espadas largas. Están los duales, que son espadas cortas que se pueden combinar en pareja o con un escudo. Están los 'q-tip', acolchados por los bordes y que se agarran por el centro. Y están los 'stab' (bastones), que son como espadas largas asimétricas. «Y luego tenemos las 'kette', que son el arma más poderosa», dice Lara, quien explica que se trata de bolas, amarradas a una 'cadena'.
Hay fabricantes de todos estos objetos que se utilizan en el juego, con la fibra de carbono como material principal, pero la mayoría de los jugadores diseña sus propias armas, con palos de bambú, con churros de piscina, con material acolchado. Desde la asociación incluso organizan talleres en los que se enseña cómo fabricar mandobles o duales, como explican Íker Muñoz y Lorena Martínez 'Indi', dos de los integrantes de una asociación joven.
«La mayoría somos universitarios, aunque tenemos gente desde los 14 hasta los 30 años». Aunque todos forman parte del mismo colectivo y en los partidos de cinco contra cinco puede haber diferentes formaciones, lo habitual es que existan equipos definidos (de entre seis a once personas, para titulares y reservas, por si alguno falta a entrenamientos o partidos). De hecho, cuentan incluso con una ventana de fichajes, por si hubiera trasvase de jugadores. Entre ellos juegan ligas locales, propician intercambios con otras provincias y participan en torneos nacionales (hay uno por cada estación del año, el de este verano en Cantabria) e internacionales (con un mundial cada cuatro años).
Entrenan en los campos de fútbol de La Rondilla. Los sábados y domingos desde las 19:00 horas.Pasarse por allí permite disfrutar de un juego hipnotizante, con jugadores que manejan con destreza unas espadas acolchadas, una bolas voladoras, unos escudos con los que intentan defenderse de unos golpes que, si los reciben, les obligarán a quedarse congelados durante unos segundos. Y ese tiempo de jugadores inmovilizados es crucial para que el corredor con la pelota avance hasta la base.
«Al final, este es, sobre todo, un juego de estrategia, donde es muy importante analizar al rival, descubrir cuáles son sus puntos débiles, sus vulnerabilidades», dice Ricardo Brezmes 'Richi', el entrenador del equipo. Su misión consiste en guiar el calentamiento, ahondar en el manejo técnico de las armas («es mejor tener buena técnica que ser muy rápido»), guiar los partidos.
Miguel Rasero 'Katip' es uno de los integrantes actuales más antiguos del equipo. Lo practica desde 2017, cuando llegó desde Aranda de Duero para estudiar Ingeniería Informática en Valladolid. «Un amigo, compañero de la facultad, me comentó que iba a ir a un torneo de jugger en Madrid y que si me apetecía. Después de eso empecé a venir a los entrenamientos y ya me enganché.Lo que más me gusta es que es un juego en el que tienes que estar con mil ojos, atento a los demás jugadores, para ver por dónde te puede venir el ataque o cómo tú los puedes neutralizar», explica. «Al final, lo mejor de este grupo es que se ha creado un ambiente fantástico», cuenta Carlos Álvarez 'Ilegal', el presidente de la asociación y su representante ante las administraciones.
Colaboran, por ejemplo, con el Ayuntamiento en los programas de ocio Vallatarde y Vallanoche, con la organización de partidos y talleres en los que se enseña esta disciplina.También ofrecen demostraciones en colegios («yo los conocí en 2019, cuando vinieron al Condesa Eylo», dice el presidente). Y en el salón del cómic y el manga, que es donde suelen captar más futuros jugadores. Todos ellos recibirán un mote. Esta es una tradición que viene desde el inicio de la asociación en Valladolid. «Cada uno de nosotros tiene un apodo, que es muestra de la intrahistoria dentro del grupo y de las relaciones que se establecen entre nosotros.Es una forma de saber que eres uno más de la familia», concluye Lara.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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