![Los vallisoletanos que convierten sus cuadernos en obras de arte](https://s3.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2024/04/12/1479884968-kiHF-U2102080573293UT-1200x840@El%20Norte.jpg)
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«Si mañana hubiera un incendio en mi casa, esta sería una de las primeras cosas que salvaría», dice Léa David mientras en las manos sujeta un cuaderno rojo, de hojas salvajes y lomos mordidos por el tiempo y el uso. Lo compró hace años en Nantes (Francia) y desde entonces se ha convertido en compañero de vida. Hace las veces de diario de ruta, de recuento de recuerdos, de álbum de vivencias.
«Más que dibujar, pinto. Me gusta la técnica mixta, el collage, el material reciclado, lo orgánico», explica Léa, mientras pasa las páginas de este cuaderno que no entiende de orden cronológico porque tampoco en la memoria lo hay. «Las hojas no están cortadas, así que hay algunas que pueden abrirse, ampliarse, desdoblarse», asegura al tiempo que muestra los trabajos que hizo en Madrid, Toledo, el sur de Francia, también Valladolid.
Léa es una de las 'cuadernistas' de Valladolid Dibuja, un grupo de artistas y aficionados a la pintura que una vez al mes se reúne para convertir un simple cuaderno en algo más. Y ese algo puede ser una obra de arte o un diario personal. Si pasas las hojas de cualquiera de estas libretas (de cualquiera), encontrarás acuarelas y carboncillos, minuciosos retratos, tentativas de paisajes, poemas al vuelo, estampas callejeras al natural.
Valladolid Dibuja es un grupo de artistas y apasionados de la ilustración que una vez al mes se reúne para compartir afición. Cada uno de ellos acude con un cuaderno donde plasman (con bolígrafos, lapiceros, acuarelas...) lo que en ese momento concreto se ofrece a su mirada. La inspiración está en los 'urban sketchers', un movimiento internacional que promueve esta pintura urbana, apresurada y habitualmente al aire libre. Durante la mañana, los artistas pintan en sus cuadernos. Después, suelen compartir lo que han creado en torno a un vermú.
Los participantes en estos encuentros se citan en diversos espacios de Valladolid, abren sus cuadernos... y dibujan lo que ven, lo que ese escenario les inspira. La última reunión, en una lluviosa mañana de domingo, tuvo lugar bajo la marquesina de la plaza de España. Pero también han estado en el cementerio, en un desguace de coches, en museos, desfiles de moda... «Nos gustaría también en el Teatro Calderón, pero no parece fácil conseguir los permisos».
Habla Joaquín Aragón, pintor, ilustrador y coordinador de Valladolid Dibuja, iniciativa emparentada con los 'urban sketchers', movimiento internacional, presente en innumerables ciudades, que reúne a artistas de diversas procedencias para dibujar el mundo que les envuelve. Convierten los lápices y acuarelas en cámaras de fotos, el papel de una libreta en lienzo.
El origen de este grupo en Valladolid está en los talleres de Ilustratour, la cita internacional con la ilustración que acogía el Patio Herreriano. «Vinieron los mejores del mundo y eso nos animó a que todos los que por allí estuvimos nos planteáramos nuevos retos», recuerda Aragón. En 2009, uno de esos talleres explicaba el proyecto 'De vuelta con el cuaderno', que organizaba la Escuela de Diseño de Zaragoza.
Al año siguiente, Aragón acudió a la ciudad maña a ese encuentro que apostaba por el bloc como herramienta artística. «Allí participaron periodistas, viajeros, diseñadores... y me sorprendió porque te abre la mirada artística a todo lo que te rodea. Lo que tienes alrededor es susceptible de ser dibujado». «Se te ofrece un mundo inmenso de posibilidades», dice Aragón, quien acostumbra a llevar un cuaderno y bolígrafos en la mochila porque cualquier momento es bueno para dibujar, para tomar ideas, para convertir la espera (en un tren, un hospital)en material artístico. Después de aquel encuentro en Zaragoza, Joaquín regresó a Valladolid con el reto de animar a otros artistas de la ciudad a sumarse a esta pasión por el cuaderno.
Encontró un aliado en Adolfo Arranz, infografista vallisoletano hoy instalado en el sudeste asiático. Hicieron una primera convocatoria en enero de 2011, en el Museo de Ciencias Naturales. Acudieron cerca de veinte personas. Desde entonces, en sus citas mensuales, cada vez se ha unido más gente. «No somos una asociación formalmente establecida y tampoco queremos serlo. Somos un grupo de personas que comparten una afición y que una vez al mes se reúne, en un espacio compartido, para dibujar en un cuaderno».
«Este tipo de redes es lo que yo buscaba desde hace tiempo y no encontraba», dice Nano, artista arandino que ha encauzado su carrera en el muralismo (suyas son muchas de las creaciones de Pajarillos o en la ribera del Duero) y comparte inquietudes en el pequeño formato de la hoja de papel.«Al final, todo parte de lo mismo, del dibujo y del boceto a lápiz». «Aquí te das cuenta de que hay mucho talento. Esto es una cura de humildad porque de todo el mundo puedes aprender algo. Cada uno tiene su técnica. Pero lo importante no es el resultado, sino el proceso. Lo más bonito es ese momento en el que cada uno está metido en su trabajo y su cuaderno», dice Nano, quien trabaja aquí con lápices y bolis.
Jorge Consuegra es otro habitual y, además, el encargado de elaborar los carteles con los que se anuncia cada encuentro. Suele acudir a las convocatorias con varios cuadernos. Tiene uno tamaño A4 y otro A5 en los que suele dibujar con lápices y tinta. Luego, otro más pequeño, de papel más gordo, casi sin estrenar, donde recurre a técnicas húmedas, acrílicos. «A veces no es tan importante lo que ves como las ganas que tienes de plasmarlo», explica Consuegra. La mayoría, al margen de estos encuentros mensuales, sacan sus cuadernos a pasear en los viajes personales. «Así consigues que no solo sean un recuerdo, sino que se conviertan también en algo tangible».
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«Mi cuaderno es figurativo. Mira: figura, figura, figura», dice Tayete mientras pasa páginas. Director de proyectos de tecnología –«donde todo está más estructurado y organizado»– ha encontrado en el arte un lado «más anárquico» y en sus cuadernos, un instrumento para practicar. «Es obligatorio revisarlo, porque eso te ayuda a mejorar. Cuando acabas un trabajo, nunca estás contento del todo.Pero si lo ves un año después, seguramente empieces a apreciarlo y te des cuenta de lo que has aprendido desde entonces», asegura Tayete.
Insisten en que no es necesario ser un dibujante profesional, un artista a ello encomendado para formar parte del grupo. Lo interesante, subrayan, es que están representadas todo tipo de edades, intereses y sensibilidades. Estefanía Valdajos trabaja en una empresa de limpieza y para ella el dibujo (acuarela y boli bic)es liberador. Feli Alonso Acuña (también muralista)desvela que en su bolso o mochila siempre hay un cuaderno pequeño listo para ser dibujado. José Emilio Casado cuenta que comenzó a pintar (acuarela especialmente) cuando se jubiló de su puesto en la Junta. Fredesvinto Jesús Ortiz (plumilla y acuarela) es un enamorado de los paisajes urbanos. Diego Mateos atesora bolígrafos, rotuladores y acuarelas para trabajar en ese cuaderno que, «como el DNI», siempre sale con él de casa.
«El cuaderno es como el campo de entrenamiento para un futbolista. Esa unión mano/ojo es fundamental para acercarse a la realidad. En el cuaderno puedes recoger trabajos preparatorios y otros con entidad propia, apuntes al natural o trabajos más elaborados», concluye Alberto Poucelle, uno de los apasionados 'cuadernistas' de Valladolid Dibuja.
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Equipo de Pantallas, Leticia Aróstegui, Oskar Belategui, Borja Crespo, Rosa Palo, Iker Cortés | Madrid, Boquerini, Carlos G. Fernández y Mikel Labastida
Jon Garay y Gonzalo de las Heras
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