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Víctor. Alfa. Lima. Lima. Alfa. Delta. Óscar. Lima. India. Delta. «Hay veces, en otros idiomas, que cuando dices Valladolid no te terminan de entender. Así que tienes que recurrir al código internacional», explica David Burgillo (EA1DNT), vicepresidente de la Unión de Radioaficionados de Valladolid, el colectivo que reúne a los apasionados del cambio y corto, de las transmisiones transoceánicas, de los diales con sorpresa, de las emisiones por puro placer.
«Es algo mágico, que puedas hablar con otra persona que está a miles de kilómetros, incluso en la Estación Especial Internacional», dice Sara Rivas (EA1FIG), una panadera de Delicias que desde hace cuatro años está «enganchadísima» a las ondas. «En el trabajo conocí a un par de personas del club que me comentaron que eran radioaficionados, que me explicaron un poco lo que hacían y que, incluso, me animaron a transmitir». Aquello coincidió con los momentos más duros de la pandemia, en pleno confinamiento, cuando tenía que vender el pan nuestro de cada día y, por la tardes, buscarse un entretenimiento para las largas tardes en casa.
Fue así como comenzó con las PMR, una frecuencia de radio sin necesidad de licencia. «Era como hablar con un 'walkie' de un edificio a otro». Aquello le enganchó y se animó a sacarse ese permiso que reconoce y faculta a los radioaficionados después de superar un examen que convoca el Ministerio para la Transformación Digital. «El temario es un poco de electrónica, manejo del equipo, la legislación sobre el uso de bandas o el código del buen radioaficionado», cuenta Sara.
¿Hay un código? «Saber escuchar al otro. O conocer el servicio a la ciudadanía que puedes prestar. Ten en cuenta que si mañana hay una catástrofe, si todas las conexiones eléctricas o de Internet se caen, una radio con batería todavía puede emitir», explica Luis Ángel Martínez (EA1J), presidente de una agrupación, con sede en San Pedro Regalado, de la que forman parte 86 personas. El grupo vallisoletano tiene presencia aquí desde finales de la década de 1950 y depende de la Unión de Radioaficionados Española, con 75 años de historia. En esos primeros tiempos, si querías obtener la licencia debías incluso conocer telegrafía (doce palabras morse por minuto). Hoy ese examen no es tan exigente, pero sí imprescindible para convertirse en radioaficionado con todas las de la ley.
La Unión de Radioaficinados de Valladollid nació a finales de los años 50 como una delegación de la URE, la Unión de Radioaficionados de España. En la actualidad, el grupo vallisoletano está compuesto por 86 socios que comparten su afición en un local de San Pedro Regalado que cuenta con emisora y está lleno de antenas y aparatos de transmisión. A lo largo del año, organizan charlas informativas, talleres de construcción de antenas, conferencias técnicas sobre manejo de satélites y asesoran sobre cómo conseguir una licencia.
Luis Ángel comenzó con esta afición en 1988, cuando instaló un equipo de 40 canales en su coche. Era una banda ciudadana, de frecuencia libre, sin necesidad de licencia, «de los de lagarto 1 para lagarto 2, cambio». «Encendías aquello y siempre había alguien con quien hablar». Pero no quería quedarse ahí. Obtuvo el permiso necesario y comenzó con su gran pasión, los contactos de larga distancia. «El primero que conseguí fue con un misionero español que estaba en Nigeria». Desde entonces, Luis Ángel ha conseguido contactar con todos los países del mundo. Salvo uno. Corea del Norte. «Allí está prohibido».
De todas esas comunicaciones quedan registros. «Das tu indicativo, tu nombre, tu ubicación, con qué antena y equipo estás transmitiendo». Y luego, si hay confianza, comienza la charla. Se evitan los temas de política, de sexo y religión.
Como recuerdo de esas conexiones están las QSL, una especie de tarjeta postal, un acuse de recibo que se intercambian los radioaficionados para certificar que hubo contacto. «Estos intercambios cada vez se hacen menos. Ahora basta con el cruce de datos para que quede el registro», explican. Porque todas las comunicaciones deben quedar consignadas en un libro de guardia, donde se anotan esas conexiones (con la hora de comienzo y final de emisión, la frecuencia y potencia, entre otros criterios. «Hace años, emitir era como lanzar una botella al océano, no sabías quién la podía encontrar», evidencian. Ahora, gracias a Internet, cuentan con herramientas digitales para saber quién está transmitiendo y en qué frecuencia. Lo llaman 'cluster' y en su sede de San Pedro Regalado es una pantalla actualizada con información de todas las frecuencias.
Eso sí, todavía hay radioaficionados que añoran los viejos tiempos y coleccionan esas postales que en papel son testigo de una comunciación. Como César Izquierdo (EA1LT). «Yo descubrí al radio por una película francesa, 'TKX no contesta'». En esa cinta de 1955, los marineros de un pesquero en el Mar del Norte son rescatados gracias al SOSque recibe un radioaficionado. «Aquello me impactó», explica César, quien empezó a emitir en 1995. «Me encanta la geografía. Y esto te ayuda a conocer otros países, ciudades, hasta las islas más remotas». A César le faltan cinco países con los que contactar. Corea del Norte, claro. «Y luego cuatro del Pacífico que me están costando».
A MiguelFernández (EA1CJA) más que la emisión, le gusta el cacharreo. Estudió Electrónica en Zaragoza y le encanta construir y reparar equipos. «Hay dos tipos de radioaficionados. Está el de visa, que lo compra todo. Y estamos los de soldadura, que nos dedicamos a arreglar las emisoras». Rafael Goyanes (EA1BLT) también es de los que prefiere trastear. Estudió Electrónica, estuvo en la escuela de peritos de Don Sancho. «Allí había un profesor, Enrique, que tenía una emisora. Y que me transmitió esta afición». Javier Dueñas (EA1FNX)vivió ese descubrimiento en el Cristo Rey. «En los años 70, compré una radio vieja, de segunda mano, y por las noches, en la cama, me dedicada a emitir», cuenta Javier, quien subraya que otra de las ventajas de esta afición es que se avanza en el conocimiento de otros idiomas. «El inglés suele ser la lengua más utlilizada en los contactos internacionales, así que nunca viene mal conocerlo».
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Jorge Martín de la Torre (EA1DNT) es el tesorero de la agrupación y heredó la pasión por la radio de su padre. «Lo que más me gustaba era cada vez que encontraba una estación lejana, como cuando cogía Radio Moscú». Empezó a hacer modificaciones a los aparatos que tenía por casa, para lograr más alcance, para captar más emisoras foráneas.
«Es una afición que engancha. Es adictivo. Te pueden dar las dos o las tres de la mañana sin que te des cuenta», apunta David Burguillo, quien con 16 años comenzó como radioescucha antes de lanzarse a emitir y compartir con otros vallisoletanos su afición.
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