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Resaca con música y ejercicio tras una noche en la calle por San Pedro RegaladoPrimero fue la tempestad nocturna, un aluvión de gente paseante, terraceante y danzante que tomó las calles de Valladolid en un viernes con olor a verano y a cotilleo entre vinilos –¡incluso entre casetes!– y la artesanía del mercado medieval. Después llegó la ... calma matutina en forma de actividades con música, que siempre vienen bien para pasar la resaca que deja la fiesta. No es que hubiera mucha gente, pero la que había ponía espíritu, desde luego. Empezando por la clase magistral de zumba, con una docena de instructores marcando el ritmo desde el escenario de la Cúpula del Milenio. Casi se podría decir de la Cúpula del Trueno, porque los acordes de la banda sonora de Flashdance son de esos que marcan el paso a los pies.
«She is a maniac, maniac on the floor, and she is dancing like she's never danced before», dice la letra. Y tal cual. Un centenar de personas –de mujeres, hay que convenir, porque apenas hay cuatro o cinco hombres– se mueven a velocidad endiablada y lanzan gritos cuando cambia el ritmo o llega el estribillo o las dos cosas a la vez. Y eso con Flashdance, que cuando empiezan a sonar los acordes latinos...
Algunas participantes llegan más tarde de las 11, pero no hay problema. La Cúpula exhala música al exterior, con las puertas abiertas «hasta completar aforo», y en estos casos podría reproducirse la frase de aquel camarero legendario: 'al fondo hay sitio'. Algunas llegan con las peques y con el encargo del padre, que camina al lado, de «a bailar, ¿eh?». Pero hay que reconocer que mantener el contoneo es complicado, por mucho que lo que cuente sea moverse.
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También hay niños en el corro que se forma en Portugalete a las 12:30 horas, cuando toman la plaza los de Radalaila para mostrar cómo se baila por el mundo. Lo hacen al pie del escenario en el que la noche anterior sonaba La Bazanca para amenizar todo el entorno. Empiezan con lo más sencillo. Un baile de los Balcanes tranquilito, cogidos de la mano, «una forma muy barata de viajar por el mundo», arengan los monitores.
Aquí también hay mayoría femenina, aunque se ven más hombres que en la clase de zumba. «Qué bien habéis bailado, me ha encantado», les felicitan. Y le llega el turno a Rumanía. Primero, las instrucciones. «Derecha, izquierda, centro, atrás y luego con balanceos. ¿Lo habéis entendido todos?». Como en el cole, cara de sí, sí, claro. Aver quién levanta la mano. Parece más fácil, eso sí, en la práctica que en la teoría, aunque en los primeros compases algún «izquierda» se convierte en un «derecha» con tropezón, que a todo hay que hacerse.
«Una danza judía. Esta es un poco más complicada», dice ahora la monitora. Que se lo digan a los de Eurovisión, en estos tiempos. «Quien pueda seguirme, que me siga», dice. Y entonces se descubre –ya se intuía por las camisetas de colores con el nombre de Radadaila en la espalda– que muchos de los que están allí, de esos 50 que le dan colorido y brío a la plaza y animan al resto a mover los pies, son viejos conocidos. Siguen la pieza a la perfección, incluido una vez más el gritito, un clásico del baile matinal en San Pedro Regalado, por lo que se ve. Y es entonces cuando comienza verdaderamente la danza del mundo en Portugalete.
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En ese momento pasa un chaval con gorra al revés, pantalón corto-largo (ustedes lo entienden) y skate bajo el brazo. De camino a la Feria del Disco pero con pinta de salir zumbando en breve. No a la Cúpula del Zumba, sino a las pistas de las Moreras.
Allí se concentraban a las 13 horas los 'skaters' y los jóvenes alrededor de los puestos del Lorencito Market, dentro de las actividades programadas en el Lorencito Fest. Puestos de ropa, de ilustradores, de artistas del abalorio, junto al de los scouts o los jóvenes cofrades, rodean la pista en la que los 'skaters' calientan para el campeonato. A esa hora, mala suerte, está el tiempo de tormenta de nuevo. Esta vez de verdad.Con viento que amenaza con volar los puestitos pero que no arredra a los 'skaters' sin camiseta, que se ve que es el uniforme de 'skatear'. «Tenemos cervecita, agüita, refresquitos», desgrana la megafonía. Una colección de diminutivos que se justifica por el entorno, se supone, con el Lorencito. «A partir de las siete de la tarde, raperitos y raperitas, traperitos y traperitas», anuncia después. Y hasta entonces, por si entra la gusa, pizza, bocata de tortilla con alioli –sin diminutivos, el hambre no admite pulguitas, que diría Leo Harlem– o de lomo con queso. Hará falta, seguro. Porque por la tarde-noche, después de la calma y de la tormenta climatológica, llegará otra vez la tormenta festiva.
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