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San Pedro Regalado, aquel fraile que se encontró con un toro en los pagos cercanos al convento de El Abrojo, aún no ungido en santidad, no lejos de los pastos comunales del Raso de Portillo en el que diversas vacadas aprovechaban el alimento que proporcionaban ... unas tierras que ahora recibirían el título de humedales, logró, dice la tradición religiosa y costumbrista, amansar a la fiera bóvida. De eso hace ya algunos siglos, pero perdura su posterior condición de patrono de la ciudad y del toreaje. Nada hay imposible en la tauromaquia si la quietud toma los mandos. Pero, claro, para eso se necesita valor.
Si el santo, por entonces huésped monacal en un convento en el término de Laguna de Duero, ostenta la titularidad de la feria taurina que este fin de semana se anuncia en el coso del paseo de Zorrilla, cabe decir, sin más preámbulos, que Roca Rey es el eje del ciclo. Catalogarlo como la máxima figura del escalafón podría dar lugar a la oposición de ciertas excepciones procesales, pero lo que no puede contar con reparo alguno es que el peruano es el diestro más taquillero. Y ya se sabe, las figuras lo son por serlo (disculpen la tautología), pero sobre todo porque facturan. Para sí y con cargo a la empresa, y con cargo al aficionado en beneficio de la empresa.
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Un Roca Rey al que apodera el vallisoletano Roberto Domínguez, una relación mercantil de representación que ofrece una buena cuenta de resultados y, es evidente, ha logrado dotar de un mayor poso el toreo del joven limeño.
Y si la cúspide de los carteles –novillada picada y corrida de toros- muestra a Roca Rey, torero de masas, no debe olvidarse que en un trono no jerárquico sino de excelencia, perteneciente a otra galaxia, aparece el sevillano Morante de la Pueblo. Cuyo tirón en las taquillas es también reseñable, si bien su perfil para los aficionados no es tanto el de la multitud sino el del culto y la veneración. Torero de arte insondable, sumergido en propio ensimismamiento, viajero incansable entre las simas y las cimas del ánimo y la creación, que no dejan de ser vasos comunicantes.
Roca Rey y Morante de la Puebla comparten terna con Emilio de Justo. Un buen torero, aunque lejano a la potencia estructural de sus dos compañeros de cartel. Un torero de una pieza, con lo que eso suma en su solidez delante de los toros, y lo que limita en su expresión y ductilidad en los gestos. Un tercer pasajero de reseñable categoría en un viaje que promete emociones fuertes, sobre todo en las curvas, ya saben, que es donde se demuestra el mando en plaza y en la embestida. Las líneas rectas siempre han sido atajos.
Los tres matadores harán el paseíllo este domingo, 12 de mayo, mientras que el día anterior, sábado 11, los aficionados están convocados para degustar el trago suave del vino joven, siempre más afrutado. Dos chavales, Daniel Medina y Mario Navas, que ya han mostrado algunas de sus cartas en plazas exigentes. Alumnos que fueron de la escuela taurina de Salamanca, donde el ex matador José Ignacio Sánchez les enseñó la rectitud en la formación dentro y fuera del ruedo.
Medina y Navas, Navas y Medina, poseen una personalidad diversa y, a su vez, reconocible. Ortodoxia en ambos, hondura en el lagunero, firmeza en el pucelano. Quizá no sea un duelo a cara de perro, pero sí un mano a mano reñido por salir victorioso y comenzar una época de liderazgo ante sus paisanos.
En esta novillada se lidian utreros propiedad de Toros de Brazuelas, una joven divisa vallisoletana que debuta en casa. El hierro de Garcigrande, en manos de Justo Hernández, es el elegido para el día grande de la feria, el domingo.
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