Un parto traumático le trajo a Isabel un año de dolores invalidantes hasta que llegó a la Unidad de Afrontamiento Activo del Dolor de Valladolid. «Tenía dolor pélvico secundario y pasé por todos los tratamientos. Fisioterapeutas, terapias farmacológicas, rehabilitación; incluso por la Unidad del Suelo ... Pélvico del Río Hortega. Nada me daba resultado», explica Isabel Muñoz (Valladolid 1989), que a sus 33 años vivía ya aplastada por la convivencia diaria con un dolor que le impedía cocinar, trabajar o tener en brazos a su bebé.
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Ella además es fisioterapeuta, especializada en niños, y conoce bien la profesión. «Me derivaron también a la Unidad del Dolor del mismo hospital; pero nunca tuve una visita presencial, solo me prescribieron opiáceos. Cuando lo hicieron yo ya estaba aquí, ya había empezado las sesiones y ha sido el cambio real. Los antiinflamatorios o el paracetamol solo me aliviaban; pero vivía totalmente limitada y no entendía mi dolor. Mi médico de cabecera me derivó a la unidad y a finales de marzo, tras ser valorada para ver si cumplía requisitos, empecé con la formación en neurociencia durante cinco semanas, dos horas largas de clase para comprender cómo funciona el cerebro, tenía un concepto muy arcaico. Luego comencé con los ejercicios físicos. En total he estado doce semanas que me han ayudado a modificar muchas cosas, a afrontar de forma diferente lo que me ocurría. Cuando yo estudié fisioterapia nadie me habló de esto. Yo sentía que algo se me escapaba. Tenía un concepto totalmente erróneo de cómo funciona el dolor crónico. Siempre buscamos la píldora mágica y organizas tu vida en torno al dolor. Pues no, hay que cambiar el foco, el dolor está en el sistema nervioso no en mi cabeza ni en determinado punto del cuerpo. Hay que resetear la forma de pensar y de captar. Ahora estoy bien, no canto victoria porque aún no soy la de antes pero ahora tengo en mi mano muchos recursos que me enseñan a afrontarlo. Palabras infinitas de agradecimiento –insiste– porque pensar que vas a vivir así, con malestar diario sin poder hacer nada, con un bebé que ahora tiene un año... era agobiante, ahora cada uno tiene herramientas para enfrentarse a su dolor y esto me ha cambiado mucho la vida».
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