Secciones
Servicios
Destacamos
A Isidoro Tascón (León, 1959) el dolor le ha perseguido media vida. Tenía 33 años cuando la intervinieron quirúrgicamente. «Una discopatía seria, lumbagos seguidos y dos hernias discales» le llevaron al quirófano, más de una vez. «Empecé a arrastrar dolores, recorrí osteópatas, fisios, clínicas... iba ... paliando un poco los dolores pero vivía mal, con bajas laborales recurrentes. Muchas veces eran totalmente invalidantes. Los dolores de espalda eran terribles, a veces estaba totalmente empastillado. Antiinflamatorios, parches... Y así años», recuerda.
Fue el médico de Familia quien «me habló de la Unidad de Afrontamiento del Dolor Crónico. Le parecía un candidato idóneo para este programa pero llegó la pandemia y se paralizó. Después me volvieron a llamar para ver si seguía interesado y entré en un grupo. Empecé el pasado mes de marzo», recuerda.
Noticias relacionadas
La vida de Isidoro ya no se parece nada a la de antes. «Ha sido muy positivo. Con las primeras clases sobre neurociencia empiezas a notar que la cabeza tiene que funcionarte de otra manera. Empiezas a desaprender muchas cosas. Comprendí que no era un bicho raro. Que el dolor existe, está en mi mente y yo dirigía toda mi vida en torno a él. Y eso que siempre he sido muy tirado para adelante, con una vida social amplia y muchos amigos y relaciones; pero el dolor era paralizante, tenía mis crisis y he tenido que desaprender mucho, resetearme por completo. Comprendí que tenía la capacidad de darle la vuelta y encauzar todo ese malestar, con las clases y libros que te dan para profundizar más. Empecé a cambiar de actitud. Esa es la la palabra, la clave, la actitud ante el dolor. Había pasado por todo antes. Yo me sometí tres veces en Madrid a tratamientos con grapas, encima la primera vez se infectaron las 65 que me pusieron en la espalda para cortocircuitar los nervios... fue tremendo. En la unidad no es que hiciéramos algo espectacular, eran ejercicios livianos, muchos juegos, te divertías incluso, nos reíamos muchísimo. Te hacían también ejercicios como escribir con la mano izquierda, o dibujar con las dos a la vez... cuestión de plasticidad del cerebro. Insisto: resetear es la palabra que mejor lo expresa. Y ya no tomo nada, ningún medicamento».
Noticias relacionadas
El entorno de Isidoro es testigo del cambio tan llamativo. «En casa no pueden creérselo. Ahora me tiro en el suelo a jugar con mi nieto. Es impresionante. Desde que me metí en el proyecto cambió mi actitud mental y ahora no soy un enfermo. Tengo lesiones pero no tienen porqué invalidarme. Para mi fue descubrir un milagro».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.