Alejandro Fernández vuelve a mandar en Pesquera

Especialistas en derecho mercantil consultados coinciden en que el principio del fin de Alejandro Fernández –quien reconocía que sabía más de vino que de gestión empresarial– fue repartir en vida las participaciones de las sociedades sin garantizar que las suyas valieran más que las del resto, algo que la ley permite. En realidad, él fundó cuatro bodegas (Tinto Pesquera, 1975; Condado de Haza, 1993; Dehesa de la Granja, 1998; y el Vínculo, 1999) para dejar una a cada hija. Como el rey Fernando I, que también repartió sus reinos antes de morir entre sus cinco hijos y la ocurrencia terminó con una guerra del disconforme Sancho contra sus hermanos, con el cadáver de su padre aún caliente. La historia se repite con tozudez en los grandes clanes bodegueros, sobre todo cuando los intereses en juego son cuantiosos. El emporio vitivinícola de la Ribera del Duero no iba a ser menos. No en vano, es una de las empresas más solventes de Castilla y León y de las pocas, incluso en estos tiempos de crisis pandémica, sin números rojos en sus cuentas. En 2019, el valor teórico acumulado del grupo, rebautizado como Bodegas Familia Fernández Rivera, era de 101,7 millones de euros y cerró ese ejercicio con ventas de 20 millones. Además de las bodegas y de las fincas –que producen uvas, aceite de oliva virgen, garbanzos y tienen ovejas para sus propios quesos–, el emporio se compone de un hotel en Peñafiel (el AF Pesquera) y sociedades de inversiones energéticas. Vende en Asia, Estados Unidos, Alemania y Canadá, que son sus mercados internacionales más importantes. Tinto Pesquera es, tras más de cuarenta años en el sector, la marca más universal de Ribera del Duero y de Castilla y León después de Vega Sicilia. Por eso hasta la Junta trató de mediar para que ambas partes llegaran a un acuerdo sobre sus intereses, lo que estuvo a punto de lograrse en noviembre pasado, pero que se malogró en el último momento por unos flecos tributarios y discrepancias sobre el tiempo de arrendamiento de las viñas.

En Pesquera, la guerra comenzó con el visionario bodeguero en vida, y el punto de inflexión fue 2018, cuando la separación del matrimonio era un hecho y tres de las hijas, Lucía, Olga y Mari Cruz, se aliaron con la madre, Esperanza Rivera, y la cuarta, Eva, con el padre. La unidad familiar sobre la que se asentaba el grupo se desmoronó y estas desavenencias se reprodujeron en los consejos de administración de las sociedades, con dos bandos muy beligerantes y un mismo objeto de deseo: el control de la joya de la corona, la empresa matriz, Alejandro Fernández Tinto Pesquera, codiciada por todos. A partir de entonces, Alejandro y su hija pequeña, que quedaron en minoría (49,70% más el 0,15%), empezaron una travesía en el desierto que ni mucho menos ha terminado con la desaparición del bodeguero. Su testamento está por abrir y puede deparar sorpresas que desemboquen en el recrudecimiento de las posiciones y en otra guerra, esta vez por la herencia, que se puede eternizar durante años. Eva Fernández, con quien su padre ha vivido hasta su muerte, expresaba su intención de «seguir luchando por mantener el legado» de su progenitor, sin desvelar si seguirá adelante con los pleitos judiciales por las marcas, ya que en la vía penal, al morir la parte actora, se archivan los procedimientos a no ser que los herederos se subroguen en los pleitos. De momento, la otra parte en el conflicto sigue muda y a la expectativa de las disposiciones finales.

Explican desde el Consejo General del Notariado que han de pasar hasta 15 días hábiles desde el fallecimiento para que los herederos, con el certificado de defunción, soliciten al Ministerio de Justicia el certificado de últimas voluntades para conocer en qué notaría se ha elaborado el último testamento y así poder pedir una copia y conocer el contenido. Un cambio importante es que, en medio de todos los procedimientos judiciales, el matrimonio recibió la sentencia de divorcio, de forma que la posición de la matriarca del clan respecto de las propiedades del finado cambia al haberse formalizado legalmente la ruptura de la pareja, que llevaba varios años separada de hecho. Además, en el último mes, Fernández podría haber modificado el testamento y cambiado de albaceas.

El premiado fundador de Pesquera e impulsor de la DO Ribera del Duero falleció repentinamente en Santander el pasado 22 de mayo, a los 88 años. En sus últimas horas, hizo lo que más le gustaba: ofrecer sus vinos a la gente para que los probara y brindara con ellos. Después de su muerte, Alejandro Fernández vuelve a mandar en Pesquera.