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El 22 de enero posaban en el barrio de La Farola denunciando los «olores putrefactos» que les envolvían. Cuatro meses después muestran su satisfacción por los efectivos resultados de aquella convocatoria en la que se hizo público el calvario que sufrían desde 2015, como ... consta en los primeros escritos de queja que entonces enviaban al Ayuntamiento de Valladolid. Las medidas correctoras puestas en marcha por Findus a raíz de la intervención de la Consejería de Medio Ambiente de la Junta han rebajado «al mínimo» los desagradables efluvios que los residentes del entorno de la factoría han soportado durante más de un lustro.
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Lo confirmaban este martes los representantes de esta plataforma, quienes advierten, además, de que aún queda pendiente la instalación de un sistema de filtros de carbón activo en la planta, que completaría la intervención para acabar definitivamente con el problema. «Llevamos ya más de un mes en que casi no huele, antes los fines de semana era insoportable y ahora es en ocasiones más puntuales y con mucha menor intensidad», reconoce Javier Galindo.
La movilización de los afectados, apoyados por concejales del PSOE y por la Asociación Reina Juana, se ha aliado con una Administración que, en este caso, ha respondido presta y una compañía, Findus, que se ha mostrado abierta a colaborar con celeridad. Eso sí, tras ser sancionada con 27.000 euros y sometida a una fiscalización estrecha por parte de los técnicos autonómicos, que le han obligado a reaccionar con una nueva autorización ambiental, adaptada a las nuevas exigencias legales, para poder continuar con la fabricación. A día de hoy, la normalidad parece haber vuelto a la zona sur, aunque los afectados se mantienen «vigilantes» para que esta «clara mejoría» no sea un espejismo.
Los vecinos siempre recalcaron que ellos no querían el cierre de la fábrica, sino que esta funcionara sin crear molestias. Y se está consiguiendo. Según la información facilitada por los residentes y por el jefe del Servicio Territorial de Medio Ambiente, Santiago de Castro, las correcciones aplicadas en apenas un trimestre han pasado por la puesta en marcha varias medidas, que están provocando el efecto deseado. Entre las más importantes, destaca la apertura de dos balsas para la separación de grasas, «las que causaban el olor a huevos podridos», acota Galindo, con lo que se sube el PH y se eliminan los sulfídricos y sulfuros, según detalla.
Ahora, los fangos de esa separación van a otro depósito donde han puesto una rejilla y una tapa hermética para que no desprendan aromas. Estos restos se envían luego en camión estanco a una planta de reciclaje, con lo que no siguen presentes en las instalaciones. «Una de esas balsas había sido eliminada en la modificación del 2017 y es cuando empezó a intensificarse el hedor», recuerda el portavoz vecinal.
Además, los contenedores de residuos orgánicos estaban situados junto a las vías, más cerca de la zona habitada. Ahora los han sustituido por unos estancos y los han trasladado de ubicación, con lo que se ha puesto coto a la salida de emisiones. Otro de los sistemas que ha ayudado a que remitan los naseabundos aromas que impedían a los residentes hasta abrir las ventanas de sus casas para ventilar es la instalación de un sistema denominado Ambipur (como el ambientador). Se trata de una tubería que suelta líquido con olor a limón en el aire y que contrarresta los humos que salen de la fábrica durante la elaboración de alimentos. Para completarlo, Findus está plantando un pantalla de contención con árboles entre la balsa y el barrio de La Farola que también ayudará a mitigar posibles afecciones.
El jefe de Servicio de Medio Ambiente, Santiago de Castro, recuerda que la factoría era antigua -comenzó a funcionar en 1963 bajo la marca Maggi- y entonces estaba más aislada de la zona de viviendas. De Castro considera que la implementación de las medidas ordenadas por su departamento ha mejorado mucho las condiciones de la actividad de cara al entorno en el que se ubica. «Se mantiene contacto y se realizan visitas cada quince días con los responsables de la planta y ahora están elaborando un plan específico de gestión de olores», explica. Además, Findus parece haber entendido el problema que han soportado los barrios más cercanos y se muestra dispuesta a atender sus requerimientos. «Nos van a dar un teléfono de contacto para que les avisemos y puedan reaccionar inmediatamente», subraya Galindo, quien destaca la importante ayuda que han tenido de Javier Gutiérrez, miembro de Ecologistas en Acción y al que califica como «nuestro Messi» por su efectividad en las gestiones con la Junta y con la empresa.
Ahora, en La Farola miran de reojo las cinco arquetas que lucen la marca Maggi y pedirán una revisión de las mismas. «Nos han dicho que eso puede ser una bomba biológica», señala el portavoz, al tiempo que destaca que quieren impulsar una normativa municipal sobre olores para que otras zonas de la ciudad no sufran lo que ellos han padecido durante tantos años.
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