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Beatriz Martínez Salgado, 36 años, vecina de la Circular, casada, dos hijos (de dos años y de nueve meses) ya estaba agotada de tanto vídeo triste. «Es que todos los mensajes que nos llegan por las redes son negativos. Esto es una mierda, una pesadilla: lo sabemos. Pero también hay cosas que funcionan bien».
Así que Beatriz, con un quiqui en el pelo, la bata de Sacyl y el móvil en la mano, ha grabado un mensaje de aliento desde la habitación 107, bloque 3, hospital Río Hortega, en el que permanece ingresada por coronavirus desde el pasado viernes.
«Quería contar mi experiencia porque a mucha gente le puede servir. Yo vine a Urgencias y ya no pude salir. Y, como estás aislado, por precaución, y lo veo bien, no pueden meterte cosas del exterior». Tus cosas. «Es algo que no suelen contar... y merece la pena saberlo. Si vas a venir al hospital con síntomas del coronavirus, es mejor que vengas preparado. Por si acaso. Trae muda, el móvil y un cargador, un gel, esponja, el cepillo de dientes. Una mochila con las cosas básicas que puedas necesitar. Porque a lo mejor te ingresan y ya no sales en una temporada», aconseja.
Coronavirus en Valladolid
Es lo que a ella le ha pasado. «Llevaba una semana con una tos un poco fea. Por las mañanas, la expectoración era amarilla. No soy muy aprensiva, cero hipocondriaca. Empecé a tomar paracetamol y frenadol. Nada más». Hasta que el viernes... «A mí no me sube la fiebre, siempre la tengo muy baja. El viernes me puse el termómetro y 34,5 grados. Sudaba. Me fatigaba mucho. Una sensación de 'me ahogo'. Y me metí en la cama. Hablé con mi padre y me contó que mi primo fue al hospital y estaba aislado. Le llamé, me explicó sus síntomas y le dije: pero si yo estoy igual». Bea continuó al ronda de llamadas y consultas. A una tía de su marido, médica. «Me dijo: te tienes que aislar. Y con dos bebés es inviable. Pensé en irme a la casa vacía de un familiar».
Pero la situación empeoró a lo largo de esa mañana y, a las 15:00 horas, Bea cogió su vehículo y se acercó hasta el hospital Río Hortega. «Creí que me iban a hacer la prueba desde el coche, pero no. Tuve que aparcarlo (y ahí sigue desde el viernes, no quiero pensar en lo que haya que pagar después) y entrar en el hospital». Llevaba guantes, pero no mascarilla. Su primo le advirtió: «Puede que estés varias horas en Urgencias, hasta que te atiendan. Así que llévate un libro y paciencia».
Bea cogió el teléfono, cargador, un botellín de agua y su libro electrónico. Pasó media tarde, entre prueba y prueba, leyendo 'Padre rico, padre pobre', un texto de educación financiera. «No pensé que me iba a quedar ingresada, en aislamiento. Así que no traje más». Cuenta que pasó por consulta dos «para una especie de triaje». Que le hicieron una placa de tórax. Que luego le atendió un médico en la sala siete. «Me dijo que se veía una mancha en el pulmón izquierdo, que me iba a tener que quedar en el hospital. Yo ya me había fijado que toda la gente que entraba para hacerse las pruebas luego ya no salía».
Así que avisó a una amiga, enfermera en el Río Hortega, que trabajaba en el turno de noche, para que le llevara un neceser con productos de aseo y muda. «Me lo pudo dar porque yo todavía estaba en Urgencias. Si ya hubiera pasado a planta, imposible, porque el control y el aislamiento que hay es total... y tiene que ser así, me parece muy bien», dice Bea. Le hicieron análisis de sangre, la prueba del coronavirus («fue muy desagradable, me metieron un palillo largo por las dos fosas nasales»). «De boxes pasé a cortinas. Aquello parecía la guerra. Mucha gente mayor. Mucha. Las enfermeras les pedían un teléfono de contacto para avisar a la familia y la mayoría no se lo sabía. Las personas mayores tienen que llevar apuntado el móvil de sus hijos, para que sepan a quién tienen que avisar». A las cuatro de la madrugada, le asignaron habitación.
«En estos días he mejorado. Con el antibiótico, el mucolítico, el protector de estómago, el paracetamol, las pastillas para la malaria. Todavía me fatigo mucho, pero el moco ya es transparente. Me siento mejor. Me han hecho otras pruebas, el bastón era ahora más blando que el anterior, no dolió, y nueva placa de tórax. Si el resultado es positivo, a casa a pasar la cuarentena o al hospital de campaña en la Feria de Muestras».
Ha contratado una línea móvil de datos ilimitados para estar en permanente contacto con la familia (tres videollamadas al día para verlos) y no tiene más que palabras de agradecimiento para el personal sanitario.«Lo están haciendo muy bien. Tengo una silla en la puerta de la habitación donde me dejan la comida, los medicamentos. Una bolsa de basura con la ropa que va directamente a lavandería. Hay termómetros individuales en cada habitación para no compartirlos. Ellos se cambian de bata y traje en cada visita, por eso falta material. Pero su trabajo es impresionante. Algunos no pueden ver a sus familias y sus hijos por temor a contagiarlos. Y no les ves quejarse delante de ti, con todo lo que están también pasando», concluye.
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