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Los partidos de fútbol de Valladolid en los que está prohibido correrHay veces que te dan unas ganas horribles de correr. La cabeza te lo pide –un desmarque, una subidita por la banda, su buen 'sprint'– pero las rodillas te dicen: dónde vas». Habla Alejandro, 72 años, antiguo jugador del Arces, del Cuéllar, del JAR («que tenía la sede en el bar Quiquillo, en la carretera de Segovia») y ahora uno de los integrantes de este equipo de jubilados (y no solo) que juegan al fútbol con una norma básica que ninguno se puede saltar. Solo se pueden mover andando por el terreno de juego. Está prohibido correr.
Y si corren, les pitan falta.
La Fundación Eusebio Sacristán puso en marcha hace ya cuatro temporadas esta actividad, dirigida sobre todo a personas mayores, que promueve la práctica de un deporte adaptado en el que se evitan fuertes impactos en las articulaciones, pero donde se ejercita la agilidad, la habilidad, la coordinación...
«Es una forma muy divertida de jugar al fútbol, pero donde se minimiza el riesgo de lesiones», explica Juan Carlos, exjugador del Barcelona, delReal Valladolid y uno de los promotores de este proyecto que, tres días a la semana, reúne a un buen puñado de jugadores en torno al balón.Los martes entrenan en El Palero. Los miércoles, en Delicias (en el campo de Canterac). Los jueves, en Girón. Y hay quienes acuden a las tres citas semanales.
Las normas son muy sencillas. No se puede correr, pero tampoco está permitido que un jugador se quede quieto, inmóvil sobre el césped. Hay que avanzar, que moverse andando, aunque se autoriza desplazarse a la velocidad de los marchistas (siempre que uno de los dos pies esté en el suelo). En las competiciones, juegan equipos de seis contra seis (cinco más el portero). Y para que un gol suba al marcador, es obligatorio que todos los miembros del equipo estén en el campo contrario. No se toleran los choques ni tampoco elevar el balón por encima de la cadera. Se intenta evitar así cualquier impacto, para que el juego sea válido para todo tipo de personas.
Como Sixto Tabarés.Tiene 83 años.Cada miércoles se calza las zapatillas de deporte y atraviesa la ciudad para llegar hasta los campos de fútbol deCanterac. Desde la estación de autobuses. «Cuando llego, ya he hecho el calentamiento», bromea. Cuenta que descubrió esta actividad por un cartel informativo en el centro de vida activa de Puente Colgante. «Los años no pasan en balde. Las piernas te pesan, tienes varices... pero venir aquí te pone las pilas», asegura Sixto, un madridista de Mota del Marqués que hizo carrera en la hostelería ('maitre' en el resturante La Fragua y luego, trabajador en el hotel Feria de Muestras, hasta que se jubiló).
La Fundación Eusebio Sacristán nació en el año 2003 para fomentar el fútbol y el deporte como herramienta de transformación social, con programas educativos, deportivos y de ocio y tiempo libre para la inclusión de personas, sobre todo niños, en situación vulnerabilidad social. Entre otras actividades, promueve esta práctica de fútbol andando, en la que participan sobre todo personas mayores que practican deporte de bajo impacto y con escaso riesgo de lesión. Hay tres sesiones a la semana.
Cuando Mari Rico (69 años) dejó de trabajar, en limpiezas, buscó algo con lo que ocupar tanto tiempo libre. «Me apunté a taichí en el centro cívico de Delicias y allí me enteré de que existía este equipo. Y no lo dudé, dejé el taichí por el fútbol», asegura Mari, una jugadora codiciada por su condición de zurda. «Yo apenas había jugado al fútbol. En realidad, he jugado a pocas cosas porque casi no tuve niñez. Éramos 18 hermanos (yo soy la número 14) y no teníamos mucho tiempo para eso», explica Mari, quien un día después de dar aquí las primeras patadas al balón convenció a su marido, Luis Antonio Municio (69), para que se apuntara. «Le dije, ven, que es muy divertido, que los compañeros son estupendos, que se pasa muy bien». Y Luis vino. «Todavía mantengo la forma, te recreas con el toque, haces algún cañito...», dice un jugador que de joven estuvo federado y metió goles, como delantero centro, con el Michelín, el San Pío, el Valladolid Promesas, el Azor.
La actividad está llena de futbolistas que compitieron en su juventud. Antonio Portillo (67) era defensa central («no de los leñeros, ¿eh?»)en El Pilar, Wamba, Cuéllar, Laguna. Hoy mira el partido desde la banda porque se recupera de una intervención quirúrgica. «Hace mes y medio que me han operado de la vesícula y todavía tengo los puntos». Sin embargo, no ha convertido su casa en un eterno banquillo y se acerca por aquí para animar a los compañeros. «Yo pensé que, a mi edad, ya no iba a volver a jugar al futbol. Yesto te demuestra que no es verdad, que cualquier momento es bueno, que el fútbol no tiene edad».
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Ángel Sierra (70) es uno de los fichajes de esta temporada.«Con contrato largo, espero». «Vine por probar, sin saber si me iba a gustar o si me iba a encontrar bien.Y sí, se disfruta mucho, hay muy buen ambiente y aquí compruebas que el que tuvo, retuvo». Quien era buen jugador de joven, sigue con esa destreza de mayor, cuenta Ángel quien, además, fue entrenador de baloncesto. Marco Antonio Méndez (78) lo fue de balonmano y le dio al rugby, además de al balompié. Periodista deportivo, ahora otros narran las jugadas que él protagoniza en el campo. «Es una pequeña satisfacción comprobar que todavía te defiendes, que sigues en forma. Y sobre todo, que gracias a este deporte ganas en agilidad. ¿Qué vas a hacer? ¿Quedarte en casa viendo la tele, tumbado en el sofá? Es mucho mejor venir aquí. Y aunque sea andando, esto no es lo mismo que pasear o que caminar. Aquí hacemos mucho más que eso».
«Ycomo puedes jugar sin problemas, demuestras que muchas veces la edad está en la cabeza», dice José Luis Laguna (72), quien comparte equipo con su esposa, Hedy Rivera (68). «A mí siempre me ha gustado este juego.Mi hermano era futbolista en República Dominicana.En la familia íbamos a verle a todos los partidos y yo también hacía mis pinitos», dice Hedy, una de las pocas mujeres que hay en el equipo.«Deberíamos ser muchas más. Hay que animarse, no hay que tener miedo.Aunque nunca hayas jugado, aquí aprendes rápido y te acogen muy bien».
La sesión de entrenamiento ha comenzado esta mañana con el calentamiento. Sigue con un rondo.Termina con un partidillo que esta vez les enfrenta a veteranos del Real Valladolid, que deben adaptarse a las estrictas normas de este fútbol en el que no está permitido correr. Esto obliga a modificar la táctica del juego. La estrategia también cuenta. Hay que priorizar los pases al pie, el avance rápido del balón, la combinación frenética para sortear rivales.
«Al principio se te escapan los pases adelantados, al hueco, porque piensas que el compañero llegará con una carrera, ¡pero es que solo se puede llegar andando!», evidencia Guillermo Álvarez (70), uno de los jugadores históricos de este club de fútbol andando. Lleva ya cuatro temporadas («al principio, durante la pandemia, veníamos con mascarilla»). Cuenta que hace nueve años se jubiló de su trabajo en banca. «En la oficina llevaba una vida muy sedentaria, así que esto me ha venido muy bien para recuperar la forma», dice junto a Fernando Parra (68), centrocampista y media punta en el JAR, el Palencia, el Europa Delicias y ahora jugador andarín en la FundaciónEusebio Sacristán.
«Lo más importante de todo, y esto lo aprendí cuando jugaba, es el compromiso con el equipo. Tengo la impresión de que antes había más compañerismo que en el fútbol actual». Pero, afortunadamente, ese compañerismo es una de las bases de este grupo de vallisoletanos que juega al fútbol andando. Porque si corren, falta.
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