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«Hay que comprenderlo, es una situación muy difícil. Para muchas personas, seguro que es un 'shock' estar recluidas, no poder salir a la calle», dice la hermana María del Mar, una de las 24 religiosas que componen la Orden de la Visitación de Santa ... María, las salesas de la calle Juan Mambrilla, comunidad de clausura que, acostumbrada al confinamiento, lanza un mensaje de «paciencia y esperanza» ante estas jornadas de reclusión forzosa en el hogar por el coronavirus.
«Para vivir enclaustrado hace falta, ante todo, tener vocación. Por eso puede hacerse complicado para quienes no han recibido esta llamada. Pero este enclaustramiento, aun para nosotras, religiosas contemplativas, solo es posible asumirlo con normalidad y equilibrio psicológico a través de una vida espiritual intensa».
«Ante todo, paciencia, que todo lo alcanza, como decía Santa Teresa. No sirve de nada protestar, perder la tranquilidad, hacer la vida más difícil a los que tenemos alrededor. Todo eso no soluciona nada. Es preciso mantener la serenidad. Pensar que no es solo mi caso, sino el de muchas personas que se encuentran en la misma situación», aseguran las religiosas de Juan Mambrilla.
Coronavirus en Valladolid
«Sabemos que la convivencia siempre es difícil. Y más ahora, que todos están juntos tantas horas». Sin el escape de la calle. Sin actividades cotidianas, lejos unos de otros. Sin momentos de respiro. Son ahora 24 horas juntos. «Por eso hay que olvidarse de sí mismo e intentar hacer la vida más agradable a los demás. Ingeniarse para encontrar el modo de entretener a los que están conmigo. Y así, tratando de ayudar a los demás, resulta que nosotros mismos nos sentiremos más felices», recomienda la hermana María del Mar.
«Más difícil es aún para aquellas personas que viven solas. La clave siempre está en la vida espiritual: rezar, leer la Biblia, pensar en el Señor; es lo que más eficazmente puede ayudarnos a superar la soledad», asegura. «Pero, sobre todo, ¡qué difícil es para el que no tenga fe, pasar momentos así! Es la ocasión más propicia para interiorizar y plantearse los interrogantes existenciales. Aunque no tengan fe, deben pensar que si Dios existe, nos ayudará. Es verdad que la pregunta de las preguntas es: '¿Cómo Dios puede permitir el mal, el dolor, la muerte…?' Y la respuesta la encontramos en Jesucristo, que eligió morir clavado en una cruz, humillado, ultrajado, despreciado... por amor. Solo mirando a Cristo crucificado podremos encontrar la respuesta. En Él tenemos el modelo, se abrazó voluntariamente al sufrimiento y a la muerte, pero para vencerlos con la resurrección. Y en Él y con Él, también nosotros resucitaremos», asegura la religiosa.
Y continúa:« Aunque Dios no desea la existencia del mal en el mundo, la tolera, porque es posible sacar grandes bienes de estos males. De hecho, Él aprovecha los males y los utiliza siempre en nuestro beneficio. Del mayor mal imaginable, cometido por el hombre y permitido por Dios, el asesinato de Cristo en la cruz, Él saca el mayor bien posible para el ser humano, su redención», concluye.
Consejos y recomendaciones
Carmen Barreiro
Las hermanas salesas mantienen estos días sus horarios habituales de actividades y rezo («la vida ya está planificada»), aunque sí que han intensificado la oración desde que estalló la crisis del coronavirus. «Pedimos al Señor, sobre todo para que conforte a los que sufren y a sus familias, y otorgue el eterno descanso a quienes han fallecido». También por los trabajadores y sanitarios que se desviven por el prójimo. «Para quienes tenemos fe y, sobre todo, nosotras, las religiosas contemplativas, la principal misión es la oración, a fin de unirnos más a Dios y ayudar a los demás. Y procuramos convertir también en plegaria, el trabajo y ocupaciones, que son parte de nuestra vida: la elaboración de la repostería, los quehaceres domésticos, la costura, el estudio de la música para el canto de la Liturgia, tareas de ordenador, e incluso las actividades recreativas», añade.
«Gracias a Dios, nosotras no tenemos ninguna hermana contagiada. Hacemos vida normal de Comunidad, en el coro, en el recreo, en el refectorio... Pero ahora tenemos el menor contacto posible con el exterior, tan solo lo imprescindible» para evitar esos contagios, recuerdan las integrantes de una comunidad establecida en Valladolid desde el año 1860.
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