Unas placas de metal señalan dónde se ubicó la principal necrópolis hebrea de la ciudad. Vídeo y fotografías Rodrigo Ucero

El hilo

Lo que oculta la Acera de Recoletos de Valladolid

Varias inscripciones en hebreo recuerdan que bajo los adoquines del céntrico bulevar vallisoletano fueron enterrados centenares de judíos

Berta Muñoz Castro

Valladolid

Sábado, 7 de septiembre 2024, 08:41

Caminamos como pollo sin cabeza, ensimismados en nuestros quehaceres diarios, absortos en las cansinas notificaciones del móvil o escudriñando el 'outfit' de cualquier alma que pulula a nuestro lado sin percatarnos de lo que hay a nuestro alrededor y, mucho menos, de lo que podría ... haber debajo de nuestros pies. Las entrañas de la capital del Pisuerga van mucho más allá de bodegas, alcantarillas o coches dormitando en plazas de aparcamiento subterráneas. Valladolid alberga en su subsuelo vestigios importantes de su pasado. Sin ir más lejos, bajo el paseo central que corre paralelo al Campo Grande, ese que une a Zorrilla y a Colón y que estos días está ocupado por un centenar de ceramistas, se encuentra la necrópolis de la antigua judería de la ciudad. Abro hilo:

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↓ Las obras de remodelación de la Acera de Recoletos, en el año 2002, sacaron a la luz un antiguo cementerio judío creado a principios del siglo XV. El interés histórico del hallazgo llevó al Ayuntamiento de Valladolid a encargar un exhaustivo estudio arqueológico de la necrópolis, que contó con la financiación de la Junta de Castilla y León y fue capitaneado por los arqueólogos Miguel Ángel Martín y Javier Moreda. En total se excavaron 78 enterramientos en una superficie de 200 metros cuadrados, pero según las estimaciones de los expertos que participaron en los trabajos, el cementerio tenía capacidad para unas mil personas y una extensión de 3.200 metros cuadrados.

Imagen de 2002, año en el que se excavaron las fosas de la Acera de Recoletos. Gabriel Villamil

↓ En la Edad Media existieron aljamas o grupos de hebreos en las principales ciudades de la Península Ibérica. Valladolid tuvo dos. La primera judería se ubicó intramuros, al suroeste de la población y muy cerca del alcázar, en las calles del General Almirante y Especería, en el entorno que hoy conocemos como Mercado del Val. Esta comunidad, que tuvo una gran importancia en la ciudad y llegó a tener ocho sinagogas en la villa, se vio arrastrada por los conflictos políticos entre los reyes Pedro I de Castilla –defensor de la minoría hebrea y perdedor de la contienda– y su hermanastro Enrique II de Castilla.

Valladolid en el siglo XV. según Adeline Rucquoi. La judería se encuentra junto al Puente Mayor.

↓ La campaña antijudía liderada por el propio Enrique de Trastámara y las Leyes de Ayllón promulgadas el 2 de enero de 1412 por la reina Catalina de Lancaster que dictaban severas medias contra los judíos con el objetivo de facilitar las conversiones al cristianismo acabaron de asfixiar a la comunidad hebrea de Valladolid, que se vio obligada a trasladarse al barrio del Puente Mayor. Establecieron su nueva aljama en las proximidades de la primitiva iglesia de San Nicolás, lo que hoy son las calles de las Lecheras, de las Tahonas, del Pozo, Imperial, de Luis Rojo, de Isidro Polo, de la Paz y de la Sinagoga –donde construyeron su templo– y las plazuelas de Carranza y de los Ciegos. Se calcula que a mediados del siglo XV la capital del Pisuerga contaba con 190 familias hebreas, alrededor de 1.200 personas que tuvieron que salir de la ciudad precipitadamente en 1492, año en el que los Reyes Católicos firmaron el Decreto de la Expulsión.

Plaza de los Ciegos de Valladolid. Alberto Mingueza

↓ Apenas tuvieron cuatro meses para vender sus propiedades. La mayoría de los moradores de la aljama vallisoletana optaron por el exilio y muchos de ellos encontraron en el Reino de Portugal nueva morada. Si se retrasaban o regresaban a la villa eran condenados a muerte. Aquellos que habían resistido desde 1412 en la nueva judería de Valladolid vendieron sus casas y salieron de la ciudad con lo justo, dejando atrás gran parte de sus enseres y a sus muertos enterrados en el cementerio «cerca de la Puerta del Campo». Los bienes comunales como sinagogas, carnicerías o cementerios pasaron a manos de los monarcas. Y se sabe que los Reyes Católicos subastaron la parcela del cementerio de la Acera de Recoletos por 25.000 maravedís. Después desapareció de la memoria colectiva durante siglos.

Zanja abierta antes de la intervención arqueológica. Libro 'La necrópolis judía del Paseo de la Acera de Recoletos'

↓ Aunque se han localizado más de un centenar de necrópolis hebreas en toda España, hay muy poca información de cómo era el ritual funerario. Por norma general, los cementerios judíos se situaban en una zona exterior del recinto urbano, pero relitavamente próxima al barrio –quizás para evitar que los cortejos fúnebres atravesaran los barrios cristianos–, solían estar cerca de una corriente fluvial y de una vía de comunicación. La necrópolis de la Acera de Recoletos –hubo otra en el entorno del Puente Mayor denominada 'honsario de la puente' que también fue subastada por 11.500 maravedís– se encontraba próxima al ramal sur del Esgueva y junto a la Puerta del Campo, uno de los accesos a la villa que se mantuvo en pie hasta el siglo XIX.

Las primeras noticias sobre la existencia de la Puerta del Campo datan del siglo XIV. Archivo Municipal de Valladolid

↓ Durante varios siglos la necrópolis hebrea vallisoletana permaneció en el olvido. A finales del siglo XVIII, al hacer los hoyos para las plantaciones de los árboles del bulevar, se descubrieron algunas tumbas, pero se atribuyeron erróneamente a un asentamiento romano. Y se taparon. También hay constancia de la aparición de inhumaciones en la Academia de Caballería que podrían pertenecer a esta necrópolis... Pero no fue hasta 2002, durante la importante remodelación de la Acera de Recoletos, cuando el Ayuntamiento decidió acometer un estudio arqueológico exhaustivo. Fue la empresa Estudio Arqueológico Foramen la encargada de los trabajos. Se excavaron 78 tumbas, según explica Javier Moreda Blanco, uno de los arqueólogos que participó en las labores y que firma, junto con Rosalía Serrano, la memoria 'La Necrópolis Judía del Paseo de la Acera de Recoletos'. «Cuando nos llamaron –se lamenta al otro lado del teléfono– ya habían abierto una zanja y habían roto o afectado a una docena de tumbas. Entonces, con las prisas, nos dejaron excavar una mínima parte de lo que era el cementerio». Los trabajos contaron con un «presupuesto muy limitado», duraron menos de dos meses y dejaron a los arqueólogos «con la miel en los labios», asegura.

↓ «Aunque la tradición rabínica recomienda que el cuerpo permanezca en contacto con la tierra para así facilitar su descomposición, la realidad es que en casi todos los cementerios, incluido el que nos ocupa, se encuentran muestras de ataúdes en un gran número de inhumaciones», explican en la memoria. En el cementerio de Valladolid los cadáveres fueron protegidos por una estructura de madera «a modo de encofrado», un dato que se demuestra por el gran número de clavos documentados en la excavación. La mayoría de los difuntos, orientados oeste-este, fueron dispuestos en posición decúbito supino, con las extremidades superiores situadas a lo largo del cuerpo –con las manos sobre o bajo la cadera– y las extremidades inferiores estiradas. Hay alguna excepción. La posición «más exótica» de la necrópolis –porque nunca se ha documentado nada similar– es la de una inhumación femenina con las manos dispuestas bajo la nuca.

En la tumba número 9 aparecieron los restos de una mujer en una posición nunca antes vista, con las manos debajo de la cabeza. Libro 'La necrópolis judía del Paseo de la Acera de Recoletos'

↓ También llama la atención la escasez de ajuares en las tumbas. Solo nueve contaban con algún adorno personal, todos «muy sencillos y de poco valor». Junto a los cuerpos había anillos de bronce sin decoración, pendientes en forma de aretes con cierre de gancho de plata y bronce y colgantes de azabache, algunos de ellos con la 'mano de Fátima' o forma de creciente lunar. Todas las piezas están depositadas en el Museo Arqueológico de Valladolid sin restaurar. Si hubiera que destacar un objeto sería un colgante con siete 'manos de Fátima' de azabache documentado en la tumba de una adolescente, un amuleto contra el mal de ojo. «Al principio nos equivocamos, cuando empezamos a encontrar cuentas de plata creíamos que eran de un collar, pero en realidad eran remates de los velos de las mujeres», recuerda Javier Moreda.

Las siete 'manos de Fátima' halladas junto a un adolescente. Libro 'La necrópolis judía del Paseo de la Acera de Recoletos'

↓ Los enterramientos pertenecen a 33 adultos, 39 niños y 6 adolescentes, un dato que evidencia la alta mortalidad infantil, «posiblemente causada por enfermedades infecciosas que no suelen dejar huella en el esqueleto». Un equipo del departamento de Anatomía Humana de la Facultad de Medicina de Valladolid, coordinados por J. F. Pastor Vázquez, fue el encargado de hacer un estudio pormenorizado de cada uno de los esqueletos. Gracias a su labor sabemos que la talla media de los adultos era de 1,70 metros –ellos– y 1,62 –ellas–. Contabilizaron 15 hombres, 18 mujeres y 45 adolescentes y niños. Del estudio se desprende que ocho sufrían artrosis, uno tenía una fractura en la clavícula y otro un acortamiento de radio. Solo 13 individuos tenían caries y sarro y ninguno presentaba signos de violencia, ni traumatismos, ni amputaciones. Los restos de todos ellos fueron depositados de nuevo en sus fosas. «Se colocaron en el mismo sitio con una copia de la memoria de los estudios forenses», asegura Moreda. Y se volvieron a tapar.

Las placas recogen un texto hebreo del poeta Mosheh Ibn Ezra (siglo XII). Rodrigo Ucero

↓ Para dejar constancia del lugar en el que estuvo ubicado el cementerio judío, el Ayuntamiento con Javier León de La Riva al mando, decidió colocar entre los grises adoquines del paseo varias láminas de metal que pasan desapercibidas para la mayoría de los viandantes. En alguna de ellas se puede leer en hebreo y castellano un verso del filósofo y poeta judío Mosheb Ibn Ezra: «Son tumbas de tiempos antiguos, en las que unos hombres duermen el sueño eterno. No hay en su interior ni odio ni envidia. Ni tampoco amor o enemistad de vecinos. Al verlas mi mente no es capaz de distinguir entre esclavos y señores».

Lo que se lee en dos placas de la Acera de Recoletos es 'Ualdulid' y no Valladolid. R. Ucero

↓ En otras dos placas que el paso de los años ha dejado casi ilegibles hay una inscripción idéntica que pretenden decir 'Comunidad de Valladolid' pero que, según explican en la web Sfarad.es, tiene «varias faltas de ortografía». Lo que se lee en el paseo central del Campo Grande, aseguran en el portal del judaísmo en España, «es 'Ualdulid' y no Valladolid». Es solo una curiosidad, porque la intención del Ayuntamiento fue buena. Aunque insuficiente para aquellos que trabajaron en la necrópolis. «Deberían haber colocado un monumento para recordar a la comunidad judía vallisoletana porque las letras en hebreo en el suelo no las ve nadie».

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