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La tirolina del Pisuerga se presentó como «algo único». Y realmente lo era. La localidad vallisoletana de Cabezón de Pisuerga ponía a disposición de turistas y vecinos una tirolina infinita sobre el río, un kilómetro largo de descenso vertiginoso desde el páramo de Valdecastro hasta la ribera del río. Un proyecto de un ingeniero vallisoletano, que nació en 2015 al amparo del Partido Popular, rodó «sin el consentimiento» del grupo independiente Cabezón se Mueve y agoniza abandonado en la actualidad, con el PSOE en la Alcaldía del municipio. Abro hilo:
↓ Febrero de 2015. El alcalde de Cabezón de Pisuerga, Víctor Coloma, presentaba orgulloso al mundo la tirolina más larga de España y la sexta de Europa. Lo hacía frente a las cámaras de la televisión en lo alto del páramo de Valdecastro. En ese punto el ingeniero vallisoletano Juan Antonio Amo había proyectado el inicio de su idea: una tirolina de 1.300 metros, con un desnivel de 150 metros, donde los más osados podían alcanzar velocidades de hasta 130 kilómetros por hora.
↓ «Vi en Youtube una tirolina de Nueva Zelanda y me encantó. Yo soy de Valladolid y lo primero que se me vino a la cabeza fue hacer los mismo, pero en los cortados de Cabezón de Pisuerga. Se lo comenté al alcalde –Víctor Coloma (PP)– y como le pareció bien la idea, me puse manos a la obra», explica Juan Antonio al otro lado del teléfono. «A ellos no les costaba nada», destaca. Únicamente, desde el Ayuntamiento le tuvieron que ceder «dos trocitos» de suelo rústico –uno para colocar el poste de salida, a 850 metros de altitud, y otro para la zona de aterrizaje, junto a la ribera del Pisuerga– que hoy están completamente vallados. «Pedimos todos los permisos, incluso para pasar por encima de la vía del tren y de la carretera. Hicimos el proyecto y lo presentamos en el Ayuntamiento esperando, la verdad, que lo tiraran para atrás. Ya había un sector al que no le hacía gracia la idea», reconoce Juan Antonio. Pero no fue así. El arquitecto municipal solicitó nuevos informes a protección civil y a aviación y dieron el visto bueno.
↓ Con el proyecto en la mano, Juan Antonio Amo comunicó el inicio de obras y tiró para delante. «Siempre cumpliendo la legalidad», asegura. «Solo me faltaba la licencia de actividad definitiva del Ayuntamiento, pero podía comenzar a funcionar con una comunicación previa y la inscripción provisional que me habían dado en Turismo Activo de la Junta de Castilla y León», asegura. Y así lo hizo. Desde finales de febrero de 2015, decenas de personas de todos los puntos de España comenzaron a reservar su plaza para volar sobre el río Pisuerga y disfrutar a vista de pájaro de un paisaje irrepetible. Varios monitores se ocupaban los fines de semana de que la experiencia «de alrededor de un minuto y medio» por el cielo de Cabezón fuera inolvidable. No había límite de edad, pero solo podían tirarse las personas que pesaran más de 40 kilos para no quedarse colgado a mitad de camino. Todo estaba pensado. Incluso, el ascenso hasta el inicio de la atracción, por el camino del Belén Viviente, se planteó como una ruta de senderismo.
↓ El precio por esa inyección de adrenalina se estableció en 28 euros, la mitad para los vecinos de Cabezón. Las entradas se podían comprar en los bares y restaurantes de la localidad e incluían una consumición. Una medida que, según se dijo desde el Ayuntamiento, pretendía fomentar el turismo en los establecimientos hosteleros. Había por entonces tantas ideas revoloteando alrededor de la tirolina que Víctor Coloma anunció que desde el Consistorio se iban a proponer saltos nocturnos. «Podría ser espectacular bajar con las luces del pueblo de fondo», dijo el dirigente popular a la prensa el 25 de febrero de 2015, tres meses antes de las elecciones municipales.
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↓ El 24 de mayo de 2015, cuando la tirolina lleva apenas tres meses en funcionamiento, el PP de Coloma perdió la mayoría en el Ayuntamiento de Cabezón. Un pacto entre el PSOE y Cabezón se Mueve dio a Arturo Fernández el bastón de mando. Fue el primer y único mandato de edil independiente, que a toro pasado califica la legislatura como «muy complicada». Razones tenía. A los pocos días de tomar posesión como alcalde tuvo que lidiar con el derrumbe de gran parte del puente medieval y durante los cuatro años que estuvo al frente del Ayuntamiento contó con seis secretarios diferentes y meses enteros sin el principal funcionario municipal.
↓ La Tirolina del Pisuerga fue uno de los quebraderos de cabeza del equipo de Gobierno de Cabezón se Mueve durante gran parte la legislatura 2015-2019. «Bajo mi mandato –recalca Arturo Fernández– la tirolina nunca tuvo licencia para operar y, si hubo gente que se tiró, de lo que no tengo conocimiento, fue sin ninguna autorización del Ayuntamiento». «Nosotros queríamos que funcionara, pero legalizada. Cuando entré requerí toda la información y comprobamos que lo construido no se correspondía con lo que ponía en el proyecto. Después de un año y medio de llamadas, conseguimos que se modificara», explica. Pero en ese punto, se volvió a estancar. «La tirolina no cumplía las normas de seguridad. Acabé mi mandato y no fuimos capaces. Y la corporación que ha seguido está en la misma situación», se lamenta Fernández.
↓ «Yo estaba en precario, no estaba ilegal», explica el promotor de la idea. «Durante los años que estuvo en marcha el proyecto nos vimos obligados a funcionar con una comunicación previa que el Ayuntamiento de Cabezón se Mueve nunca ratificó», confirma Juan Antonio Amo. «Ya se había tirado mucha gente y aunque no hubo ningún accidente, salvo una mujer que sufrió un ataque de ansiedad, la tirolina no dejaba de ser una actividad de riesgo. Entonces me dije: 'O tengo todos los papeles perfectos o no sigo'». Y no siguió. Durante el verano de 2018 Juan Antonio Amo cerró las instalaciones.
↓ «Me duele mucho verla así. Mi intención era ponerla en marcha y, cuando funcionara, traspasarla», reconoce este empresario vallisoletano, que invirtió cerca de 70.000 euros y «mucho tiempo» en unas instalaciones que, asegura, «están en perfectas condiciones». «Llegamos a traer dos arneses y dos poleas de Canadá, pero eran tan malas que decidimos diseñar nosotros unas más grandes y más seguras». Son las se pueden ver hoy en los puntos de despegue y de aterrizaje, dos zonas cercadas con una valla metálica. Solo el kilométrico cable, que sigue suspendido en el cielo, da una pista de que allí, en su día, hubo una súpertirolina.
↓ Así se la encontró el actual alcalde de Cabezón, el socialista Sergio García. «Cuando yo llegué al Ayuntamiento ya estaba cerrada. Sabemos que hace unos años vino una empresa a interesarse por las instalaciones, hablaron con el arquitecto, pero nunca más se supo», asegura el mandatario, que considera que el Consitorio de Cabezón no tiene competencia alguna sobre la tirolina al tratarse de «una actividad privada». No menciona la licencia de actividad. «No sé por qué dejaron de operar y desconozco si la empresa está obligada a desmontar las instalaciones», afirma escueto el primer edil. Por el momento, reconoce, «el Ayuntamiento no se ha planteado retirarla».
↓ Algo que su impulsor no se plantea porque considera que la vida útil de la atracción no ha terminado. «La instalación podría volverse a poner en marcha en cualquier momento», asegura Juan Antonio Amo, que insiste además en que «no existe ningún riesgo» para aquellos que pasen por debajo del cable. Puso mucho mimo en su construcción y en el estudio del terreno. El proyecto de ingeniería, además, recalca, «incluyó un ambicioso plan de seguridad». «Yo fui el primero en tirarme». Y eso, asegura, «lo dice todo».
En la siguiente entrega de 'El Hilo', la periodista Berta Muñoz recuerda el día que el polifacético Bertín Osborne inauguró ante dos mil personas el barrio Parque Alameda.
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