La obra maestra que Alonso Berruguete terminó poco antes de morir

Alonso de Berruguete fue uno de los grandes escultores del renacimiento español, siendo epígono de ilustres artistas como Rafael o Miguel Ángel. Una de sus obras maestras, con la que consiguió el respeto de maestros italianos, fue su copia en cera del 'Laocoonte', que se había descubierto muy recientemente en aquella Roma del siglo XVI.

Y aunque Berruguete pudiera haber terminado sus días en cualquier parte del mundo, rodeado de una gran basílica con sus tallas observando la evolución del escultor, decidió afincarse en lo que entonces era una humilde villa muy cercana a su lugar de nacimiento y en la que comenzaban a presentarse en sociedad los grandes personajes de la historia: Valladolid.

Sitos al lado del Monasterio de San Benito, unos terrenos fueron adquiridos por Alonso Berruguete en 1528, en la anteriormente conocida como 'calle que va a San Miguel', ahora rebautizada como San Benito, tal y como asegura Margarita Ausin en sus recientes investigaciones.

Allí Berruguete levantó su morada, donde conviviría con su familia. También a este le serviría de taller, pues allí mismo daría rienda suelta a su portentosa creatividad. Pocos años más antes, el Monasterio de San Benito ya había encargado su retablo mayor al laureado artista, que trabajó en él hasta su colocación en 1532. Según rescata Valladolid WEB, la única condición que pusieron los monjes, que habían permitido a Berruguete levantar su casa en los solares adyacentes, era la expresa prohibición de vender vino en ellas. Este hecho no tenía nada que ver con el posible juicio moral al que le someterían los monjes, quizás viendo espurias sus intenciones, sino que estaba relacionado con la competencia desleal, pues estos temían que sus arrendados pudieran menguar, con sus nuevos vinos, las ventas de las bodegas monásticas.

Siglos después de que la familia abandonase las propiedades de Berruguete, y siguiendo la línea temporal de la archivista M. Ausin, la casa de Berruguete fue utilizada como Cuartel del Regimiento de las Milicias de Valladolid, bajo la orden de Carlos III. Sin lugar a dudas, la fisonomía de la casa ha cambiado en los últimos años, no permitiéndonos imaginar cómo habría levantado su casa, con un solaz espléndido, el afamado artista Alonso Berruguete.

Aunque trabajase con gusto y diligencia en su taller también aceptó, a lo largo de su trayectoria profesional, encargos fuera del mismo. Así, por ejemplo, encontramos sus trabajos en Andalucía, en Castilla y León y en Madrid y Toledo. Pero, si hay una obra que brilla por encima de cualquier otra, esa es la de la tumba del Cardenal Tavera, expuesta en la ciudad de Toledo.

El sepulcro está tallado en mármol de Carrara y se presenta como un sarcófago exento, visible desde todos los ángulos. Este hecho es curioso pues se le dota al féretro de una importancia secular envidiable, cuando los sepulcros de sus iguales se encontrasen adosados siempre a una pared.

Llaman la atención los cuatro grifos, que vigilan la tumba alambicada del Cardenal Tavera. Según el estudioso Jean Cirlot, siempre adalid de la interpretación simbólica, el grifo representa al animal fabuloso cuya parte delantera es de águila, mientras por detrás semeja un león con larga cola de serpiente. La mezcla de los dos animales superiores y solares expresa el carácter más bien benéfico de este ser consagrado por los griegos a Apolo y Némesis. El grifo, como ciertas formas de dragón, se halla siempre como vigilante de los caminos de salvación. Desde un punto de vista psicológico, simboliza la relación entre la energía psíquica y la fuerza cósmica. En el arte cristiano medieval, desde las miniaturas mozárabes, aparece el grifo con frecuencia y con signos más bien ambivalentes como salvador o anticristo.

También localizamos dos detalles fundamentales que resaltan la valía de este palentino que desarrolló su vida en Valladolid: la aparición de figuras realistas como los 'puttis', o amorcillos y cómo se inclinan estos ante las calaveras que simbolizan la muerte. Por otro lado, Berruguete también colocó al patrono del hospital de Tavera, a San Juan Bautista, en el sepulcro, donde habría de servir para guiar al cardenal al otro mundo.

En su lateral izquierdo podemos observar una figura del bautismo de Cristo y la decapitación de San Juan. Berruguete rompió la tradición al crear este sepulcro, en cuyo trazado encontramos similitudes con el del cardenal Cisneros, de la Iglesia Primada de Alcalá de Henares. También influyó Berruguete sobre otros artistas, pues el retrato que El Greco pintó sobre el cardenal Tavera se basó en la máscara mortuoria que Berruguete diseñó.

Berruguete trabajó durante casi veinte años en el féretro exclusivo de Tavera. Aunque este último falleciera en 1554, el artista siguió manteniendo su disciplinado tesón al tallar cada una de las perfiladas y perfeccionadas partes del retablo simbólico, una obra de arte en la que los restos de Tavera descansarían una vez se diera por terminada su elaboración. Berruguete falleció al poco de finalizar su obra, casi como si de una profecía se tratase, dejando su eterno legado en Toledo, en Madrid, en Sevilla, pero sobre todo en Valladolid, donde el rostro de la muerte no se atreve a mirar a la cara a uno de los grandes artistas de la Historia del Arte.

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