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Voluntarios de Asalvo, en una de sus intervenciones bajo el Arco de Ladrillo. José C. Castillo

La red social

Un mordisco de solidaridad bajo el Arco de Ladrillo

Jóvenes voluntarios de Asalvo, vinculados con varios institutos de la ciudad, acuden todos los martes y domingos a las inmediaciones del viaducto para repartir alimentos entre personas desfavorecidas

Sábado, 16 de noviembre 2024, 19:39

Han tenido que mudarse, que marcharse al otro lado de la vía, que buscarse un nuevo rinconcito para la solidaridad, porque las obras en el viaducto del Arco de Ladrillo les han hurtado su ubicación habitual. Así que ahora están en este parquecito junto al ... muro ferroviario que hay en la calle Santa Fe. Aquí, todos los martes y domingos, sobre las 21:00 horas, bajo la maltrecha infraestructura, un grupo de jóvenes voluntarios acuden pertrechados de bocadillos, de bricks de leche, de cajas repletas de manzanas para repartir entre los más desfavorecidos de Valladolid. Desde casi una hora antes de que lleguen los voluntarios de Asalvo, ya hay un corro de personas que aguardan turno para no quedarse sin unos víveres que son clave para su magra economía, tal vez la única comida que en las próximas horas podrán llevarse a la boca.

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«Puede que un bocadillo parezca poco, que una caja de galletas no les solucione mucho... pero si lo reciben aquí, pueden destinar ese dinero a suplir otro tipo de carencias». Como pagar el recibo de la luz. Como encender, con suerte, un par de horas la calefacción. Lo explican Helena y Virginia Llorente, dos hermanas gemelas que son colaboradoras de Asalvo, una asociación juvenil que, desde el año 2011, implica a estudiantes (en principio no universitarios) en labores de voluntariado.

Asalvo

Asalvo es una asociación solidaria nacida en el año 2011 gracias al empeño personal de María Jesús Fournier, profesora jubilada de Lengua y Literatura que impulsó un proyecto de voluntariado para jóvenes estudiantes de instituto.En la actualidad, alumnos de la Escuela de Artes, de Nuestra Señora delCarmen y de Maristas-La Inmaculada (además de universitarios que hace años cursaron en el Lourdes, el Zorrilla o el San José), acuden los martes y domingos al viaducto del Arco de Ladrillo para repartir bocadillos y otros alimentos.Además, ofrecen ayudas de emergencia (gafas, ropa...).

La idea nació de la inquietud y voluntad de María Jesús Fournier, profesora de Lengua y Literatura ya jubilada que durante años impartió clase en el instituto Delicias, en el Ramón yCajal, más tarde en el Zorrilla. «Me llamaba la atención que los centros concertados ofrecían programas de voluntariado a sus alumnos y que nosotros, desde la enseñanza pública, no teníamos nada parecido. Yo estudié becada en las Teresianas y de joven colaboré en Barrio España y en un centro psiquiátrico. Eso me abrió la mente, me enriqueció como persona. Y, ya de profesora, pensé que sería muy buena idea inculcar esos valores en los jóvenes».

Fue así como se empezó a fraguar Asalvo, un programa solidario que, en su esencia, consiste en repartir bocadillos entre las personas sin hogar. Son los propios voluntarios (jóvenes estudiantes de Bachillerato) y sus familias, quienes se encargan, con sus recursos, de preparar esos bocatas. Con el tiempo, la experiencia se ha enriquecido gracias a la colaboración de varias empresa, como Maro Valles, que contribuye con excedentes de dulces.

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«Aquí se establece un primer contacto.Hablamos con estas personas, vemos cuáles son sus principales necesidades y luego, si podemos, echamos una mano para intentárselas resolver», cuenta María Jesús Díez, coordinadora de Asalvo en la actualidad. Así, por ejemplo, ayudan a sufragar la compra de gafas, a pagar las tarjetas prepago de los teléfonos móviles, a surtir a las familias que lo precisan de material escolar.

«Tenemos un grupo de 'whatsapp' (en el que solo estamos los mayores de edad) que funciona como una cadena de favores. Cada vez que alguien necesita mantas, algo de ropa, una almohada, algún mueble... lo ponemos en el grupo por si alguien lo puede conseguir», explica Díez, quien explica que el perfil de los beneficiarios ha cambiado mucho durante los últimos años.

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Al principio, cuando el proyecto nació, casi todos eran personas sin hogar. Hoy, la mayoría no son usuarios del comedor social y del albergue (que también los hay), sino familias que no pueden llegar a fin de mes, que tiene trabajos precarios que no les llegan para pagar el alquiler no de un piso, sino ni siquiera de una habitación compartida. «Si estás con la economía justa, cualquier gasto extraordinario lo trastoca todo». Además, durante los últimos años se ha incrementado también el número de personas llegadas de otros países.

Alí Martínez es una de ellas. Llegó a Valladolid el pasado 3 de octubre acompañado por su pareja y su hija, una pequeña de dos años, adoptada, con autismo. Alí es venezolano, aunque durante los últimos nueve años había vivido en Colombia, donde atendía un restaurante. Cuenta que la extorsión y las amenazas recibidas en los últimos tiempos les empujaron a salir del país. «Estuvimos mirando por Internet y vimos que enValladolid había colegios y centros que podían ayudar a nuestra hija», asegura Alí, alojado de momento en un hostal (gracias a los servicios sociales)y que supo de la labor de Asalvo a través del Centro de Atención al Inmigrante del Ayuntamiento.

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«Hay usuarios que nos conocen porque les derivan aquí trabajadores sociales, porque les hablan de nosotros desde Cáritas o Cruz Roja. Pero la mayoría viene por el boca a oreja, porque entre ellos se corre la voz de que, dos veces a la semana, repartimos algo de comida en el Arco de Ladrillo», cuenta Díez.

Para alimentar el grupo con voluntarios, los responsables de Asalvo visitan diferentes centros educativos para dar a conocer su actividad. En algunos casos, la siembre funciona y surge un grupo de jóvenes dispuesto a colaborar. Las últimas interesadas han sido Irene Álvarez, Marta Beortegui, Irene García y Valerie González, alumnas de segundo de Bachillerato en Maristas-La Inmaculada. Se han acercado el domingo a conocer en persona cómo funciona esta actividad, junto a sus profesoras, María José Rodríguez y Annia Bustillo. «Todos los años organizamos en el colegio un concierto solidario y buscamos una entidad para entregar lo recaudado. En este caso fui a Salvo y las invitamos a visitar el colegio y explicar lo que hacían», cuenta Bustillo, convencida de que estas acciones de voluntariado sirven para que los jóvenes «conozcan mejor la realidad que les rodea».«A veces se vive en una burbuja, sin ser consciente de las necesidades que hay a la vuelta de la esquina... y de que cualquier tropiezo en la vida nos puede afectar también a nosotros», aseguran las profesoras de Maristas-La Inmaculada.

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Begoña Casero es tutora en Nuestra Señora delCarmen.Y un impulso parecido le animó a implicar a su colegio con Asalvo.«Quería que los alumnos vieran que en la vida hay situaciones complicadas. Además, en clase escuché algunos comentarios y vi necesario que se desterraran algunos prejuicios racistas. Al final, se apuntaron los alumnos que tal vez menos lo necesitaban, pero les ayuda a ampliar la mirada», dice Begoña. Entre esos alumnos implicados están Helen Gallego, Marcos Sáez, Sara Aitsaid, Mízar Rollán, Diego Pariente y Sibel Sarinero, estudiantes de segundo de Bachillerato, que han visto de cerca casos de muchas dificultades económicas. «En muchos, es gente más mayor de lo que me esperaba», dicen. «Descubres que hay una gran solidaridad entre ellos, que comparten incluso lo que no tiene» aseguran. «Los primeros días nos afectó conocer la situación en la que muchos están».

El voluntariado con Asalvo es tan gratificante, apuntan, que hay colaboradores que siguen vinculados (ya en su etapa universitaria) aunque hace años que dejaron su contribución semanal. Es el caso de Andrea Rivera e Yraya Tena, estudiantes de Educación Primaria e Infantil que hace años fueron voluntarias de Asalvo, cuando estudiaban en el Lourdes. Este domingo se han acercado hasta Arco de Ladrillo con cajas llenas de magdalenas, galletas, bocadillos, patatas fritas. «Este fin de semana hemos participado en un encuentro universitario de Lasalle en Astorga. Ha sobrado comida y, en vez de desperdiciarla, nos hemos acordado de Asalvo. Su labor es importante no solo para quienes reciben alimentos, sino para los jóvenes voluntarios, porque aprenden a salir de su burbuja, a no apartar la mirada, a ser conscientes de que muchas personas pasan por dificultades que en cualquier momento te pueden alcanzar».

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