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La trabajadora del CTR de Valladolid Natalia Pérez coge una mascarilla de la cinta. J. Castillo

Las mascarillas invaden los centros de tratamiento de residuos

Un estudio fija el consumo de estos productos en España en 705 millones al mes, ocho de ellos generados en Valladolid; no se reciclan y tardan tres siglos en degradarse

Marco Alonso

Valladolid

Domingo, 14 de febrero 2021, 07:45

El profesor del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (Csic) Antonio Figueras ha publicado un artículo de divulgación científica en el que se plantea que en España se usan una media de 705 millones de mascarillas al mes. Los datos aportados por el investigador, extrapolados a la provincia de Valladolid, reflejan que los vallisoletanos tiran a la basura mensualmente una media de 8 millones de mascarillas. ¿Y qué sucede con todo ese material que se usa solo unas horas y se tira? Pues que acaba en el Centro de Tratamiento de Residuos, donde se separa y clasifica la basura para convertirla en subproductos. Pero las mascarillas no se encuentran entre la lista de objetos que se puedan reciclar, por lo que todas ellas acaban en el denominado vaso de rechazo del vertedero, junto a todo el material que no puede tener una segunda vida.

El problema medioambiental que se crea por esta circunstancia no tiene que ver tanto con el volumen de residuo generado, sino con su baja capacidad de degradación. Cada mascarilla quirúrgica pesa solo unos tres gramos y las FFP2 pueden llegar a pesar hasta 10, por lo que si los vallisoletanos solo usaran mascarillas quirúrgicas, se generarían al mes unas 24 toneladas de esta basura. El gran dilema reside en que una mascarilla quirúgica tarda en degradarse entre 300 y 400 años, por lo que los efectos derivados de las necesidades de la pandemia estarán presentes mucho tiempo después de que se logre vencer al virus.

Javier Ruiz es el responsable del Centro de Tratamiento de Residuos de Valladolid y asegura que este material no se recicla y que será complicado que se haga en un futuro próximo. «Las mascarillas deben tirarse al contenedor de inorgánico, pero al llegar al centro de tratamiento de residuos no tienen un canal de reciclaje. No parece lógico establecer un nuevo canal, con todo lo que conlleva, para un producto que no sabemos si se va a quedar o no», explica Javier Ruiz.

Las farmacias no las recogen pese a ser material sanitario

Las farmacias siguen sin ofrecer un servicio de recogida de mascarillas usadas en el punto Sigre, contenedores para depositar los envases y los restos de medicamentos, pero dentro de su catálogo no se encuentran estos residuos.

Todo lo recogido en estos puntos se lleva a una planta de selección y clasificación en la que se identifican los medicamentos catalogados como peligrosos, pero el secretario del Consejo Regional de Colegios Farmacéuticos de Castilla y León, José Luis Nájera, señala que las únicas consignas que han recibido sobre cómo deshacerse de mascarillas solo tienen que ver con aquellas que usa el propio personal del establecimiento. «Salud pública nos marcó el protocolo de eliminación de este tipo material, que es muy sencillo. Metemos en una papelera de pedal todo el material de protección que usamos en la farmacia, cerramos la bolsa y tiramos a la basura solo el material que usamos nosotros en la farmacia», señala Nájera.

La imposibilidad de reciclar las mascarillas se ha convertido en un problema al que no son ajenos los farmacéuticos. «Llevamos poco tiempo de pandemia pero en el futuro aparecerán materiales filtrantes que serán más ecológicos y biodegradables para que no solo sirvan para protegernos del virus y puedan, además, proteger el medio ambiente», concluye Nájera.

El anteproyecto de Ley de Residuos y Suelos Contaminados incluye una tasa estatal de 40 euros por cada tonelada de basura que vaya al vertedero, por lo que si los vallisoletanos solo usaran mascarillas quirúrgicas a un ritmo como el actual, anualmente el municipio debería pagar 11.520 euros en este concepto solo por este tipo de residuo.

La pandemia ha cambiado el trabajo de los 92 profesionales del Centro de Tratamiento de Residuos, a pesar de que en la planta ya se trabajaba mucho antes de la crisis de la covid-19 con protocolos estrictos para evitar el riesgo biológico. Natalia Pérez es una de las empleadas que se encarga de la separación de la basura en un centro que recupera aluminio, acero, cuatro tipos de plásticos, vidrio, residuos de aparatos electrónico, papel y cartón. Separar a mano en un cinta transportadora la basura en medio de una pandemia es un trabajo que entraña riesgos y Natalia no oculta que esta circunstancia ha generado temores al contagio en la plantilla. «Hay protocolos que han cambiado. Tenemos guantes, mascarillas y llevamos gafas de protección. Claro que tenemos miedo, pero no podemos vivir condicionados», reconoce.

A partir de julio de 2021 no se podrán vender productos de plásticos de un solo uso, como cubiertos de plástico, pajitas o bastoncillos, pero mientras se reduce este consumo de la mano de la Estrategia Española de Economía Circular, se ha multiplicado el de otros muchos elementos contaminantes. Y ese aumento de ciertos residuos, no solo tiene a guantes y mascarillas como responsables, tal y como explica el responsable del CTR. «Hemos notado que se ha incrementado mucho el papel y cartón por el aumento de las compras a través del comercio electrónico. Se ha detectado que la gente pliega menos este cartón que otros porque precisamente está diseñado para eso, para que no se dañe lo que hay dentro. Los cambios de hábitos se reflejan en la basura que generamos», explica Javier Ruiz, que ha visto cómo las novedades se suceden en la planta, que se renovará por completo gracias a una actuación para la que ya hay un adjudicatario, que contará con 15 meses para la redacción del proyecto y ejecución de las obras de adaptación.

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