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Los maestros de los hilos en el aireLa red social
Los maestros de los hilos en el aireAhí está el niño, tan contento, con su sonrisa en la boca y la cometa en la mano, dispuesto a lanzarla al aire y que ese trocito de plástico –que le acaban de comprar en la tienda de artículos de playa– se quede ahí arriba, ... suspendido en el aire, al menos durante unos minutos. Se avecina una entretenidísima mañana junto al mar. Pero, de repente, la cometa no sube, el hilo se enreda, no hay forma de que vuele a la primera, ni a la segunda, a la tercera tampoco... «No hay nada más frustrante que ir a volar una cometa y que no se levante», dice Luis Garfia (Valladolid, 1969), portavoz de A tomar viento, la asociación vallisoletana de apasionados de las cometas.
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«Parece sencillo, ¿verdad? En apariencia no hay nada más fácil que volar una cometa...», cuenta Garfia, quien termina la frase que hay más allá de los puntos suspensivos .Porque para que de verdad sea fácil, hay que tener en cuenta varias claves. Ahí va un cursillo acelerado. Lección número uno. «Para volar bien una cometa, el viento siempre tiene que estar a tu espalda. Si te da el viento de cara, apaga y vámonos», dice Garfia. Lección número dos: «Cada cometa tiene su rango de viento. Si sopla mucho, cometa pequeña. Si sopla poco, mejor una grande». Y lección número tres:«Hay que comprar cometas lo menos pesadas posibles. Si lleva colas, intentar no quitárselas, porque eso afectaría a su estabilidad y la forma en la que fueron diseñadas». Y claro, con materiales de buena calidad. «Comprar una en esas tiendas bazar de playa no suele ser buena idea».
Y luego hay más cosas que tener en cuenta. Por ejemplo, que el mejor aliado es el viento del mar, ya que viene «mucho más limpio, es más constante». De ahí esa estampa de cometas en la playa. «En el interior, ya se empieza a meter entre las montañas y los valles, así que llega raro. Y en una ciudad, se vuelve muy difícil, ya que se cuela entre los edificios, los árboles y hace rebufos». Hay que buscar así un sitio lo más abierto posible y donde brillen por su ausencia los postes de la luz.
Con todas estas pistas, ¿dónde volar cometas en Valladolid? «Las Contiendas está bien», dice Garfia. De hecho, allí está la plaza de las Cometas. «Durante mucho tiempo hemos propuesto al Ayuntamiento, a través de la Fundación Municipal de Cultura, la organización de talleres y de diversas actividades allí, pero no hemos recibido una respuesta afirmativa. No queremos dinero, tan solo la logística necesaria para llevarlo a cabo», asegura Garfia, quien explica que esta falta de apoyos –y también de relevo generacional– mantiene bajo mínimos una asociación creada hace 25 años. El colectivo nació «por necesidad» y entre cervezas en el bar La mano tonta, en el barrio La Farola.
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Todo comenzó cuando un amigo comentó a Guillermo Carvajal (Valladolid, 1963) que se había comprado una cometa en El Corte Inglés. «Era casi el único sitio de Valladolid donde podías encontrarlas. El problema es que luego no vendían recambios. Sí que había algo en la tienda Biplano, que ha anunciado su cierre por jubilación. «Descubrimos que había una empresa en Gijón (Eolo) que sí que fabricaba cometas y vendía recambios, pero no a particulares, solo a otras empresas y colectivos. Así que, para optar a esas piezas, decidieron constituirse en asociación, con el apoyo además de Luis, propietario de Wind Action, una tienda especializada en deportes de nieve y viento en el Camino Viejo de Simancas.«Yo he cogido la afición de adulto, no las volaba de niño», cuenta Guillermo, quien recuerda cómo, después de esa reunión en La mano tonta, el colectivo echó a andar (a volar), con especial participación en quedadas y encuentros nacionales.
Durante años, los viajes a esas citas (destaca por ejemplo, la de Vitoria) fueron combustible para la asociación. «Nos llegábamos a juntar hasta 200 personas», recuerda Luis, quien cuenta cómo también aquí se organizaron festivales como reclamo para atraer aficionados. Los prepararon en Aldeamayor, en Fuensaldaña, en Villarmentero... Pero el esfuerzo era mucho mayor que los frutos conseguidos. Así que esa cometa, poco a poco, comenzó a perder altura. «No teníamos un sitio fijo de celebración, ni siquiera para reunirnos... y al final eso influye», comentan.
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Aún así, todavía un grupo de aficionados sopla para mantener el vuelo de A tomar viento. Por ejemplo, Héctor Valenzuela (Las Palmas de Gran Canaria, 1970). «Yo sí que había volado cometas de niño y venía del surf en la playa. Cuando llegué a estudiar a Valladolid, busqué cómo seguir con mi afición (en pantanos, por ejemplo)». Y eso le llevó a las cometas de tracción. «Hay tres grandes tipos de cometas», explican.
Por un lado están las estáticas, que vuelan con un hilo. «Son las cometas típicas, las que hemos conocido toda la vida, con las que suelen empezar los niños. Son muy vistosas, las hay de muchas variedades, pero no se pueden dirigir». Por otro lado están las acrobáticas, de dos o cuatro hilos y aquí sí que se pueden ya orientar para hacer trucos, figuras en el aire. El tercer tipo son las cometas de tracción, «pequeños parapentes» casi, que pueden derivar en 'kite buggy' (una estructura con ruedas impulsada por cometas) y más allá, el carro vela.
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«Es un mundo apasionante», dice Luis, quien subraya que el carro vela es «el deporte más inclusivo que existe». Se puede practicar en playa o pistas, aunque de estas últimas no hay muchas en España. Su afición comenzó de adulto, «con treinta años o así». «Un día le comenté a mi mujer que siempre me habían gustado las cometas, pero nunca había tenido una.Y por mi cumpleaños me la regaló. Es la demostración de que nunca es tarde para echar a volar una cometa. Puede parecer más una actividad de niños, pero hay pocas cosas más satisfactorias que verlas en el aire». «Yo tengo 54 años y siempre que voy a la playa la llevo», reconoce Héctor, quien explica que uno de sus mejores momentos de libertad, cuando vivía en Madrid, era irse por las noches a volar una cometa al parque Juan Carlos I.
«Uno de los grandes aciertos de la asociación fue el nombre. Nos conocían en todos los encuentros nacionales a los que acudíamos», dicen los integrantes de A tomar viento, la asociación de apasionados al mundo de la cometa en Valladolid. El colectivo nació hace 25 años cuando un grupo de personas que compartían esta afición decidieron aliarse para conseguir recambios con los que reparar sus cometas. El grupo estrechó lazos con otros clubes de España a través de la organización de quedadas.Hace años que no celebran una en Valladolid, pero cualquier momento, las hay hasta de interior, puede ser bueno para volar una cometa.
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