Algunos hablan de un millar, pero lo cierto es que no hay una cifra exacta del número de luthiers que hay en la actualidad en España. Artesanos de los pies a la cabeza, se encargan de construir, restaurar y ajustar instrumentos de cuerda frotada –se ... utiliza un arco– y pulsada –se tocan con los dedos–. En Castilla y León no llegan a la docena y en Valladolid, especializados en cuerda pulsada «debe de haber otro chico y yo», explica Rafael Fuentes, ingeniero de formación y luthier de profesión. Lo suyo son los instrumentos cuyas cuerdas se hacen vibrar con los dedos o una púa: la vihuela, el laúd renacentista, el bajo... Y, la joya de la corona, la guitarra. Clásicas, acústicas y eléctricas.
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Construye por encargo en su taller de Parquesol, donde se mudó en la pandemia para dar el impulso definitivo a un negocio de fondo, de esos que necesitan tiempo para despegar pero que una vez toman el vuelo suelen mantenerse con la velocidad de crucero que otorga el trabajo bien hecho. Por su 'obrador' han pasado Robe Iniesta, Manel Fuentes, Quique González, Jesús Cifuentes y Arde Bogotá. Abro hilo:
↓ Las guitarras que salen del taller de Rafael Fuentes son «para toda la vida». Lo que crea este luthier vallisoletano en el barrio de Parquesol es algo «único». «Reparo y construyo guitarras desde el 2010, pero toco desde que tenía 11 o 12 años», asegura con la tranquilidad propia de un artesano que hace las cosas sin prisa, pero sin pausa. Su destreza trabajando la madera y sus conocimientos de electrónica –es ingeniero electrónico por la Escuela Universitaria Politécnica de Valladolid– garantizan un instrumento excepcionalmente diseñado y sonoramente superlativo. Les cuento por qué.
↓ Rafael comenzó a barajar la posibilidad de dejar la ingeniería por cuenta ajena para dedicarse de lleno a la construcción de guitarras artesanales por cuenta propia hace unos quince años. «Primero tuve un pequeño taller en la casa de mi abuela, porque para ver si se puede llevar a cabo un proyecto de estas características primero hay que probar», explica. Y cuando lo tuvo claro, decidió formarse como dios manda. «No existe una carrera específica», aclara. La mayoría encuentran en la sabiduría de otros constructores los mimbres para comenzar su propia carrera creativa. «Yo me formé con el luthier chileno Marco Buitano, que estaba en Madrid en el 2011. Allí pasé unos meses con él construyendo una guitarra. Hacía cursos para eléctrica, pero yo me decanté por el de clásica. Y desde la clásica comencé a abarcar todos los estilos de guitarra que hay», explica trece años después en su taller de Valladolid. «Esto es todo ilusión, porque de dinero, de momento, poco», bromea.
↓ Atrás quedaron los años de trabajo en el Río Hortega y en el aeropuerto de Barajas. «Entré en una empresa que hacía el control de calidad de instalaciones del hospital y luego me fui al aeropuerto contratado por una compañía que llevaba el mantenimiento de las pistas. Estuve de jefe de instalaciones hasta que empezó la crisis de 2008 y decidieron prescindir de los ingenieros industriales», resume a modo de currículum vitae. «Regresé a Valladolid y empecé desde cero como amateur en el mundo de las guitarras artesanales. Cuando estuve preparado, monté el taller en Laguna de Duero y, en 2020, justo cuando estalló el coronavirus, me trasladé a Parquesol».
↓ Por el viejo Cerro de la Gallinera, rebautizado en los años setenta como barrio de Parquesol, se pasó en junio Robe Iniesta. El histórico líder de Extremoduro se presentó en el taller con los componentes de su banda unas horas antes de conquistar al público en la Antigua Hípica Militar con uno de los conciertos de su última gira 'Ni santos ni inocentes'. «Estuvieron en la tienda y se interesaron por mis guitarras y mi trabajo. Yo creo que a Robe le gusta el tema artesanal, la gente pequeña. Al fin y al cabo, ellos también son artesanos en la música», argumenta Rafael. Pero el de Plasencia, catapultado a la fama en 1996 con su álbum 'Agila', se fue de Valladolid con las manos vacías. «Supongo que tiene su luthier de confianza –intuye el guitarrero vallisoletano–, pero si quiere una guitarra yo estoy dispuesto a hacérsela».
↓ Otra cara conocida que ha visitado el taller es Manel Fuentes. Vino de propio intento. «Se cogió un AVE y se presentó en Valladolid», desvela Rafael, que recuerda que el polifacético presentador fue testigo del encolado del mástil de una guitarra artesanal de nogal y abeto sitka. Y se tocó unos temas. «No se puede ser más simpático y más cercano», asegura el luthier vallisoletano de Manel Fuentes, que desde hace más de una década gira por toda España homenajeando a Bruce Springsteen con su banda Spring's Team. Entre las guitarras que tocó Manel en su visita a Parquesol destaca una muy especial, la clásica romántica que fabrican en Guitarras Fuentes a imagen y semejanza de las que se hacían «en el siglo XIX» y que ya había eclipsado unos meses antes a Coque Malla.
↓ «Con estas guitarras se puede interpretar la música con la sonoridad propia de aquella época. Su tamaño –su cuerpo y escala son menores que la guitarra actual– hace que sea un instrumento muy cómodo que facilita la ejecución de obras musicales con cierta dificultad técnica», explica Rafael. El líder de Los Ronaldos tuvo la oportunidad de probarla el pasado mes de febrero en el Auditorio Miguel Delibes y quedó encantado.
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↓ Igual de sorprendido se marchó hace unos días Ramón Arroyo, guitarrista de Los Secretos, que estuvo en Teatro Calderón presentando el espectáculo 'A tu lado' y aprovechó para pasar por la tienda de Parquesol y testar las acústicas. No le acompañó su compañero de tablas Álvaro Urquijo, porque el fundador, cantante y guitarrista de la mítica banda madrileña ya había rasgueado las guitarras de Rafael en el Auditorio, en abril de 2022.
↓ A la tienda de Rafael Fuentes también ha acudido Jesús Cifuentes, vocalista y guitarrista de la banda vallisoletana por antonomasia, los Celtas Cortos y «cliente habitual». Y Rubén Pozo, el músico que formó con Leiva Pereza a principios de siglo, o el gran Quique González, que «nos dejó una guitarra para restaurar». También se han dejado ver por allí los componentes de Arde Bogotá, que han regresado a Valladolid para tocar en el Cosquín Rock veinte días después de acompañar a Siloé en el concierto que cerró las Ferias. Famosos aparte, lo que realmente ayuda para que este artesano quite el pestillo del taller cada mañana son los encargos de guitarristas profesionales anónimos y las reparaciones y ajustes de los instrumentos de los aficionados. Pulido de trastes, lubricación de clavijeros, puentes y cejuelas, limpiezas en general... y cambios estéticos. «Hay mucho friki en este mundillo. Últimamente viene mucha guitarra eléctrica para hacer modificaciones», advierte Rafael mientras ajusta el alma del mástil de instrumento de un cliente.
↓ Y trabaja sin stock. «Tengo un par de guitarras de muestra, pero casi todo lo que me piden lo vendo. A partir de ahí se modifica al gusto del cliente. Mis guitarras son como un traje hecho a medida. Y como un Fórmula 1, donde el guitarrista tiene que encontrar la comodidad máxima a la hora de tocar». Ahora trabaja para Marco Wagner, un guitarrista profesional de origen brasileño. «Lo ha decidido todo él, desde la madera a la decoración con concha de abulón. En el mástil está estampada su firma», destaca. La parte más complicada o la más determinante de la construcción de una guitarra es la tapa armónica. «Todo es importante, pero la tapa armónica es lo que determina si una guitarra va a responder bien, es el motor de la guitarra», destaca.
↓ Rafael invierte «un mes y medio» en componer una guitarra de principio a fin. La elección de una buena madera, el buen hacer con la gubia y la sierra, los conocimientos de guitarra y electrónica conjugados con horas de trabajo y paciencia son parte de la fórmula de su creación. Trabaja con maderas tropicales americanas, de Asia o África. Materiales nobles como el palo santo, el ébano o la caoba que compra en almacenes especializados de importación y guarda como oro en paño en la trastienda. Las maderas de guitarra pueden ser muy diferentes y su elección es clave para el sonido del instrumento. Recuerda con mucho cariño la guitarra eléctrica que hizo a un amigo con la madera de las vigas de una casa antigua que reformó en el Valle del Pas, en Cantabria. Era roble. «Dejé los nudos y las rajas porque le da un rollo muy orgánico». Y es una obra de arte.
↓ «Lo que más he vendido son guitarras clásicas enfocadas al conservatorio. Nosotros ofrecemos instrumentos más potentes, más equilibrados. Y el trato directo con el luthier, que es crucial. Si tienen algún problema de ajuste, me tienen aquí«, destaca. «Una marca comercial se limita a hacer copias de un modelo. Son las mismas guitarras cambiando de color. Las que hacemos los luthiers son obras de arte con maderas seleccionadas», afirma. Para que se hagan una idea, la fábrica de Fender de Corona (California), la marca responsable de la 'stratocaster' que Jimmy Hendrix quemó en el escenario y que acaba de cumplir 70 años, es capaz de fabricar 400 guitarras al día. Por eso el tiempo que se dedica en el proceso y los ajustes finales son el valor añadido que otorgan a cada una de las piezas. «No digo que en una construcción masiva no se tenga cuidado, pero el luthier lo deja todo perfecto en el ajuste y no se escapa ningún detalle». De ahí, su precio.
↓ «Hay guitarras muy baratas. Y con el mercado chino aún más, pero la gente que quiere un instrumento de calidad sabe que es costoso. Un violín un poquito profesional puede rondar los 10.000 euros, pero cuesta entender que una guitarra puede llegar a costar eso o más», explica Rafael antes de dar un precio aproximado de sus creaciones. Desde los 4.000 euros. «Es una obra de arte, pero además es una herramienta que tiene que durar. Parece mucho dinero pero, como decía al principio, es algo para toda la vida. Y no hay nadie que se arrepienta».
La reja monumental del coro de la Catedral de Valladolid decora desde 1957 la sala de arte medieval del Museo Metropolitano de Nueva York. La historiadora María José Martínez Ruiz desgrana el periplo de la colosal verja desde que fue desmontada en 1929 en la seo vallisoletana hasta que llegó a la Quinta Avenida de Manhattan y aporta nuevos datos desconocidos hasta el momento.
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