Valladolid
Llaollao aterriza en una Plaza Mayor saturada de heladosValladolid
Llaollao aterriza en una Plaza Mayor saturada de heladosDiego González Redondo
Jueves, 8 de agosto 2024, 07:14
Valladolid es una ciudad muy de helados. Basta con fijarse en la gente que pasea por el centro en los días de más calor. Y aunque el helado no es un aperitivo exclusivo del verano, las temperaturas de esta época hacen de las cremas dulces ... una alternativa perfecta para refrescarse. De todos los sabores imaginables, en el tradicional cono o en la práctica tarrina, la oferta en el centro de Valladolid no deja de crecer. Y este contexto es perfecto para que se introduzcan otros conceptos que cambian la forma de consumir helado.
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A la ya amplia propuesta heladera del casco histórico se suma desde este martes la cadena de yogures fríos Llaollao, que se ha instalado en la Plaza Mayor de Valladolid en lo que hasta febrero fue la bicentenaria óptica Alcañiz. Llaollao nació en un pequeño local en Denia (Alicante) y se ha expandido a base de franquicias no sólo por España, donde cuenta con 151 locales, sino también por el mundo hasta alcanzar las 220 tiendas.
A pesar de su éxito internacional y de que ya estuvo instalada en la provincia – uno de los locales de RÍO Shopping fue hasta hace algunos años un Llaollao - no es la marca que introdujo el yogur helado en Valladolid. Prácticamente a la par de la expansión de esta empresa alrededor del año 2010, en Murcia se comenzaba a desarrollar la misma idea bajo el nombre de Smöoy, que llegó a Valladolid en el año 2012, instalándose en el número 3 de la calle Ferrari.
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Estos nuevos productos, que se promocionan como más saludables y menos calóricos que los helados tradicionales, queriendo invadir el espacio de las heladerías clásicas, por ejemplo la veterana Iborra. Ubicada en la calle Lencería, a las puertas de la Plaza Mayor, Iborra es desde 1959 la heladería vallisoletana por excelencia. Su extensa historia es la de un negocio familiar que ha servido helados y sobre todo turrones en época navideña, a varias generaciones de vallisoletanos. Hoy, con la apertura de nuevas heladerías y yogurterías, sobrevive a la competencia como comercio de referencia. «Los clientes buscan sobre todo calidad y saben que aquí la encuentran» comenta Lourdes Fonseca, una de las dependientas. Ante la llegada de locales como el Llaollao, en Iborra no se muestran preocupados porque perciben que el modelo de negocio se distinto: «Sabemos que a la gente le gustan estos helados y son compatibles con los yogures, nosotros llevamos aquí toda la vida y por algo hemos sobrevivido hasta hoy» explica orgullosa Nica Menéndez, otra de las heladeras de Iborra que añade que «cada producto tiene su público».
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La competencia de Iborra no se limita al yogur. En la propia Plaza Mayor se encuentra Gelati Ernesto, con su icónica vaca a la entrada. Desde su apertura en 2014 se ha convertido en un clásico del helado en Valladolid. Más si cabe desde que no sólo ofrecen helados para los paseantes, sino también para los perros que les acompañan. La existencia de más heladerías en el entorno «no supone un riesgo para el negocio», según explica Beatriz Alonso mientras atiende a unos clientes. No es extraño ver que ambas heladerías perciben de la misma forma la competencia del yogur. Al igual que en Iborra, Beatriz entiende que quien busca helado, además, no tiene un sitio fijo al que ir, sino que va probando: «No hay competición con otras heladerías. Los clientes van un día a una y otro a otra. Prueban, comparan, cambian… Pero no nos hacemos competencia entre nosotros».
El Campo Grande es quizá el mejor entorno del centro para disfrutar de un helado. El paseo desde la Plaza Mayor hasta este parque para disfrutarlo a la sombra – si es que no se ha derretido en el trayecto – hace por delante de las dos heladerías que se sitúan en la calle Santiago. Una de ellas es Xoco, una cafetería frente a la calle Atrio de Santiago, que ofrece entre muchas helados en su variada carta de desayunos y meriendas. La otra es Regma, en el número uno de la calle Santiago. Con una historia muy similar a la de Iborra, la heladería nació en Santander en 1933 y desde la última década comenzó su expansión, llegando a Valladolid en 2020 y convirtiéndose, gracias a la fama que ya le precedía, en una de las heladerías favoritas de los vallisoletanos. A las puertas de la pequeña sede de Regma, una familia de turistas disfruta de sus helados. El padre, con una camista del Cádiz y cierta gracia propia de su tierra comenta que «como los helados de toda la vida no hay nada, donde se ponga un helado de café que se quite el yogur».
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La competencia crece, la oferta aumenta pero también lo hacen los precios. Los heladeros explican que su negocio, que depende enormemente del precio de la electricidad, no es ajeno a la inflación que ha sufrido la economía. Heladerías como Iborra han aumentado los precios desde el inicio de la pandemia en 2020, agravándose con el inicio de la guerra de Ucrania en 2022. No solo el precio de la luz ha repercutido en el coste del helado, algunas materias primas como el cacao o las frutas ven condicionados sus costes por los largos periodos de sequía que provoca el calentamiento global.
En los últimos cuatro años, desde el verano de 2020, Iborra ha subido los precios sólo 70 céntimos a su helado de una sola bola: «En el último año los precios no han subido». A pesar de esa mínima subida desde la pandemia, en Iborra insisten en que «quien busca calidad, se olvida de esos pocos céntimos». Las cadenas como Llaollao o Regma, con la ventaja de ser empresas mucho más grandes, se pueden permitir un aumento menos acuciante: «Las franquicias cuentan con una seguridad con la que no contamos nosotros, pero tampoco han contenido sus precios tanto ni nos han obligado a ajustarnos mucho. Creo que todas las heladerías del entorno tenemos más o menos los mismos precios», explica Beatriz Alonso tras los congeladores del Gelati Ernesto.
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Pero no solo otras heladerías más grandes son la competencia. La variedad de comercios en la Plaza Mayor se ha visto mermada en los últimos años, especialmente tras la pandemia. El enclave más importante de la ciudad se ha llenado de franquicias de comida rápida que también ofrecen postres fríos en sus menús. De mucha menos calidad, pero de un precio muy reducido, atraen a quienes se fijan más en el coste y no tanto en el producto, aunque es un tipo de consumo que no afecta a los heladeros tradicionales: «Pasa lo mismo que con los yogures, no es el mismo negocio. Quien come un helado de comida rápida no tiene intención de entrar a una heladería».
Pese al cambio en la oferta, los vallisoletanos siguen consumiendo los helados más tradicionales. En un paseo a media tarde, con el intenso calor del verano, se ven decenas de personas con tarrinas y conos de helados tradicionales, pero es complicado ver esos yogures con todos sus 'toppings' por encima. Los heladeros saben que su negocio tiene tirón y que los helados artesanos nunca pasan de moda. Será porque Valladolid es, definitivamente, una ciudad muy heladera.
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