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La jubilación de Pepe deja al Cuatro de Marzo sin su histórica tienda de ultramarinosDiego González Redondo
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Jueves, 11 de julio 2024, 06:45
El barrio del Cuatro de Marzo se inauguró a finales de los años cincuenta. Poco después, a mediados de los sesenta y en la calle Falla, vía central del barrio, se estableció una pequeña tienda de ultramarinos que ha permanecido abierta hasta la actualidad. El ... último inquilino de este local, dedicado de forma ininterrumpida a la alimentación y a proporcionar productos básicos de la compra a los vecinos, ha sido José Luis Serrano, más conocido como 'Pepe'.
Entrar en su negocio de alimentación, que hoy ya luce sus estanterías vacías, es dar un paseo por la nostalgia, es entrar en una de esas 'tiendas de ultramarinos' casi extintas. En el pequeño local apenas hay hueco para el mostrador, algunas estanterías y un angosto almacén. Pero ha sido suficiente durante 60 años para llenar las despensas del barrio. Antes de José Luis, la tienda pasó por la gerencia de «dos o tres familias, pero no más», explica Pepe desde el mostrador. Él ha sido el tendero del barrio desde hace 16 años, aunque su familia está vinculada al negocio desde 2005: «Primero estuvo mi mujer, que continuó con la tienda después de que la mujer que la llevaba enviudase, para seguir sirviendo a nuestro barrio». José Luis se emociona al recordar a su esposa: «Falleció y yo decidí hacer lo mismo que ella, dar este servicio al barrio. Tenía otro negocio, un bar, pero lo dejé».
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Desde fuera hoy no se ve el interior, tapado por las cortinas. Curiosamente, tampoco hay ningún cartel con el nombre: «Desde que estamos aquí, la tienda no ha tenido nombre. En su día se llamó 'Panadería 18', pero conmigo de tendero siempre la han llamado la tienda de Pepe», cuenta con orgullo. En el cristal, Pepe se despide con una nota agradeciendo a los vecinos. «Esta tienda ha sido un punto de encuentro. Los clientes entraban, te preguntaban por 'fulanito', hablaban conmigo y entre ellos. Me sentía un poco como el informativo del barrio», dice José Luis con gracia. «El trato con los clientes ha sido lo más importante, les siento como de la familia y eso es lo mejor de este tipo de tiendas, la cercanía que no se encuentra en los supermercados», con los que reconoce que es muy difícil competir.
La pérdida de esos clientes ha hecho que la vida de la tienda haya estado en duda en algunas ocasiones, por ejemplo, durante la crisis de 2008. Su supervivencia no ha sido fácil: «Este es un barrio de gente mayor, que son los clientes más habituales. Para ellos era muy cómodo venir aquí andando y comprar las cuatro cosas que necesitaban». José Luis lamenta de perder no solo a clientes fieles, sino a amigos que «van desapareciendo», mientras que la gente joven que se establece en Cuatro de Marzo «se decanta más por comprar en las grandes superficies».
Este es un caso más de pequeños negocios de barrio, destinados a dar un servicio cercano, que cierra en Valladolid. Para José Luis, es lógico: «Es un trabajo muy 'esclavo'. Hay que abrir todos los días para atender a los vecinos. La gente joven ya no quiere trabajar en esto». Señala que la supervivencia de tiendas de barrio, pasa por comercios abiertos por extranjeros: «Son quienes están reflotando estos negocios. Por suerte en en el entorno del barrio hay tres o cuatro tiendas aún».
Para José Luis empieza una nueva etapa: «Es ley de vida», comenta. Confiesa no tener planes concretos más allá del día a día, pero sobre todo quiere disfrutar de sus hijos, que aunque ya son mayores, le acompañan. Despedirse de una tienda de este tipo siempre es difícil por los vecinos: tienda es emotivo para él: «es dejar atrás a muchos vecinos que me tienen cariño. Me dicen que 'les dejo cojos' pero se alegran por mí», pero sobre todo por su mujer: «cerrar la tienda es cerrar una etapa que abrió mi mujer».
Al caminar por el Cuatro de Marzo es difícil encontrarse a alguien que no conozca a Pepe y su tienda. Mientras José Luis se hace fotos en la puerta de su local, pasa un vecino: «¡Hombre Pepe, que te van a hacer famoso!», le dice con una sonrisa. En el bar Leyva, que está unos metros más adelante, Ana Desvaux, su camarera, se apena por el cierre: «Conocemos bien a Pepe, su tienda era una suerte para todos. Ahora que cierra, el barrio pierde vida». Como trabajadora de un negocio del barrio, Ana anima a que alguien abra de nuevo la tienda.
En la plazuela que se forma en la intersección la calle Falla con la calle Granados, Luis Francisco Domínguez, uno de los vecinos, habla de José Luis como de un amigo al que lleva conociendo «toda la vida, primero en el bar y luego en la tienda», por lo que se alegra de su retiro, pero destaca que el cierre de estos negocios supone perder calidad de vida: «Ahora tendremos que hacer las pequeñas compras diarias en el supermercado. Es mucho más incómodo e impersonal, al bajar a la tienda de Pepe te sentías como en casa». Luis Francisco ha estado toda la vida ligado al Cuatro de Marzo y conoce bien cómo ha ido evolucionando: «Estas tiendas que se pierden hacen que el barrio sea menos barrio. Lo peor es la incertidumbre de no saber qué futuro tienen el resto de negocios».
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