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«No te puedes ni imaginar la cantidad de bicis de segunda mano, en buen estado, todavía aprovechables, que hay en Amsterdam», dice David Saiz Camarero (Burgos, 1975). Aquí, explica, por tierras vallisoletanas, esos ciclos ya usados suelen ser viejas BH, Orbeas, GAC que cogen ... polvo en corrales y trasteros, estupendas para las carreras infantiles, pero muy poco prácticas para la movilidad urbana. «No es fácil encontrar en España buenas bicis de segunda mano», asegura. Y con ese espíritu nació 'Quiero una bici', un proyecto que busca enrolar al menos a cien personas (ya han reclutado a 85 en Burgos, Valladolid y Madrid) para adquirir en Holanda una de esas bicicletas ya usadas y, una vez arregladas, traerlas a tierras castellanas.
«Los ayuntamientos de los Países Bajos recogen cada año miles de bicicletas abandonadas. Las hay que están por la calle. Cuando localizan una que parece que no tiene dueño, ponen una pegatina, un aviso de que, si en un mes no se ha movido del sitio, se retirará y se llevará a un depósito municipal. Si nadie la reclama, pasa a ser del Ayuntamiento, que las vende por lotes a grandes talleres de reparación», explica Ana Castán, junto a David, promotora de la iniciativa.
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Ana escapó hace cinco años de la crisis económica en España y se instaló en Amsterdam, donde ha creado una empresa que ofrece visitas turísticas en bici por la ciudad de los canales. «Hay bicis en muy buen estado, que tan solo necesitan una mano de pintura y un poco de arreglo, y otras en la que los talleres se tienen que entretener más, a lo mejor porque las tuvieron que sacar del fondo de un canal», explican.
«Pueden venir con defectos de pintura y con signos de uso previo, pero hemos intentado mantener el precio lo más bajo posible», cuentan. 150 euros por vehículo. Calculan que, como mucho, otros 25 por los gastos de envío. El resultado final es que son bicis «sólidas y resistentes», que después de pasar por el taller «quedan en un estado perfecto, porque son buenos vehículos». La mayoría, marca Gazelle.
«Están hechas para andar por la calle. Son cero difíciles. No tienen marchas y el freno es contrapedal, mucho más seguro y equilibrado para los recorridos urbanos. Te permite tener las manos más libres para señalizar y en cinco minutos te has habituado a él», asegura David, quien añade las bondades de una estructura y manillar que permiten ir con la espalda recta. «Son resistentes. Las dejas bien atadas a la intemperie y te duran. Lo único: una bolsita en el sillín, que es lo que más se puede estropear».
Esta iniciativa llega en un momento en el que Valladolid se halla inmersa en un profundo debate sobre la movilidad, con la extensión de carriles bici (Isabel la Católica, Juan Carlos I) y la peatonalización de calles (como Claudio Moyano). «Todo cambio genera, de entrada, cierto rechazo. Pero el futuro pasa por ahí, por una movilidad activa, en la que se de prioridad a la bicicleta y a los desplazamientos a pie. Países como Holanda o Alemania lo tienen muy estudiado. Ofrecen beneficios fiscales a las personas que van a trabajar en bici, a las empresas que lo promueven, porque saben que eso, a la larga, tiene beneficios, por ejemplo, ahorros en gasto sanitario», defiende David, quien apela a unas «políticas que miren a largo plazo».
«Cuando se peatonaliza una calle, sistemáticamente hay quejas. De los vecinos, los comerciantes. No falla. Pero, cuando a atraes a más gente andando, se incentiva el consumo local. Es más fácil que me pare y entre en una tienda si voy en bici o a pie que si paso por esa calle en coche», apunta David, quien sostiene que este tipo de acciones hacen las ciudades «más habitables».
«En Holanda llevan desde los años 70 con esta apuesta. La crisis del petróleo contribuyó a que se buscaran formas alternativas de transporte, pero también se dio por entonces un importante número de atropellos a niños. Eso fomentó el uso de la bicicleta», explica. «El problema aquí es que todos los debates públicos, también el de la movilidad, están atravesados por la política. Si un partido toma una decisión, sistemáticamente es criticado por la oposición, aunque luego, más tarde, asuman esas propuestas. Y lo hemos visto con Madrid central».
«Los ayuntamientos tienen miedo a quitar espacio a los vehículos motorizados. Son decisiones que hay que tomar de forma meditada. Por ejemplo, se fomenta más el uso de la bici con carriles exclusivos que con los que son compartidos. En ese caso, el ciclista no habitual tiene miedo. Yposiblemente no se atreva a coger la bicicleta. El objetivo no es que la persona que va a pie coja la bici, el reto es que quien se desplaza a diario en coche, se pase a la bici. Y en ciudades como Valladolid es fácil, porque es muy 'ciclable', con distancias asequibles». En su perfil @ridemybikemadrid, con más de 12.400 seguidores en Instagram, David se define como «activista ambiental», con programas como De la Frontera al Corazón, En Bici al Colegio, Bikes For Our Planet, 30diasenbici y ahora, este www.quierounabici.eu.
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