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Un hombre de comportamiento correcto, bastante discreto, una persona normal en apariencia, educado y aunque de pocas palabras, siempre con buenos modales, algunos incluso le califican como una persona cercana y en todo momento bien vestido y arreglado. Así describen los vecinos de La Rondilla ... a Aaziz El-Yazid, el hombre marroquí de 43 años que fue detenido el pasado sábado seis horas después de, presuntamente, asesinar a su pareja, Eva María (54), a su suegra, María del Carmen González (78) y a su amigo, Juan Carlos Palomino (72) al que conocía desde hace años.
Después prendió fuego en las dos viviendas donde supuestamente perpetró los crímenes (a escasos 200 metros de distancia) y en su huida agredió a dos matrimonios de ancianos cuando trató de cobijarse de un dispositivo policial que finalmente condujo a su detención. A los vecinos del barrio nada les encaja. Tratan de poner lógica a este triple crimen que es para ellos «como un rompecabezas» porque no saben «si han sido celos o algún ajuste de cuentas, aunque por drogas seguro», coinciden varios vecinos que desde el sábado no hablan de otra cosa.
Para ellos «es todo un misterio, pero el que mal anda, mal acaba», como comenta tirando de refrán un vecino de avanzada edad del número 2 de Marqués de la Ensenada. Allí vivía Juan Carlos Palomino, la primera víctima mortal de ese fatídico 13 de agosto.
Nadie quiere dar su nombre, tan siquiera el de los negocios que regentan y comentan lo poco que saben. «Sé de quién me hablas, le conocía de vista y eran clientes tanto él como la mujer, también la suegra venía a comprar aquí y nunca noté nada raro. Él es una persona que en principio parece cercana, pero no sabemos mucho más sobre su vida», comenta un carnicero de Cardenal Torquemada.
El ambiente en el barrio
En una floristería a pocos metros de Linares, 32, donde vivían Eva María y Aaziz, la dueña también comenta lo poco que sabe. «Aquí vino una vez con la suegra a comprar un ramo para Eva. Te quedas helada, pero en el barrio durante años se ha oído de todo», añade.
Los vecinos del bloque donde vivían coinciden en que se dedicaban al menudeo. «No es que socializaran mucho con la gente, casi siempre estaban en casa y vivían más de noche. Ninguno de los dos trabajaba y había un trasiego constante de gente que entraba y salía de su piso. Llegó a ser un problema para el resto de vecinos», asegura un hombre de 88 años que reside en el segundo del 32 de la calle Linares. «Su casa daba a la parte de atrás y desde la ventana tiraban papelitos, por llamarlo de alguna forma, que la gente recogía». Este vecino habla de Aaziz como una persona «simpática y completamente normal, al menos cuando me he cruzado con él, pero luego nunca se sabe lo que hay dentro de casa», añade.
vecino de eva maría
Eva María vivía en el quinto desde hace treinta años y se casó con Aaziz «hará unos tres años, dicen que se casaron en la cárcel y que si fue por papeles o por dinero, pero vete a saber, no eran gente normal. Hace muchos años tuvo otra pareja que también había estado en la cárcel, un día se pegaron en plena calle. Ella tuvo de joven a una niña, pero en los treinta años que lleva Eva en el barrio nunca hemos visto a su hija», comenta la peluquera que tiene el local justo al lado del portal donde Aaziz acuchilló a su mujer y acabó también con la vida de su suegra. «Ayer mismo vino la policía al barrio a pedirnos las cámaras, pero vamos que tristemente ya está hecho, no sé qué más quieren saber», zanja.
En otra peluquería cercana señalan en la misma dirección que todo el vecindario. «A él le conozco de vista y poco más», dice la dueña del negocio, que resulta ser prima lejana de Juan Carlos Palomino. «Él -por Aaziz- y mi primo eran amigos desde hace años, tenían sus trapicheos, iban juntos con la furgoneta para aquí y para allá, pero vamos hay que tener sangre fría y mucha maldad para hacer lo que hizo. Primero a Carlos, que le acuchilló, le prendió fuego y no sé ni cómo habrán podido sacar el ADN porque estaba completamente calcinado y luego fue a su casa y le hizo lo mismo a Eva María», relata mientras tiñe a una clienta y continúa. «La madre llegaría porque sabía que algo iba mal, vería lo que no tendría que ver y el otro diría tú de aquí no te escapas. Una de las vecinas del bloque dijo que sobre las cuatro y media del sábado puso la música a todo volumen. Te puedes imaginar lo que estaría haciendo».
La mujer comenta que a principios de año Eva María y Aaziz se pelearon. «Entonces ella le echó de casa, incluso vino la Policía por la que se montó y él estuvo una temporada durmiendo en un garaje que tenían alquilado; ahora dicen que si había denunciado por malos tratos, pero ya no sirve de nada», concluye la familiar de Juan Carlos Palomino. «Es verdad que mi primo se había echado a perder desde hace años, pero terminar así…».
La versión de una vecina de la calle Soto desconcierta a las otras dos mujeres con las que comparte conversación en plena calle; «al parecer él -por Aaziz- llevaba un tiempo viviendo con Juan Carlos porque había discutido con ella y algo pasó, que mira cómo han terminado», comenta.
En el bloque de pisos de Eva María sucede lo mismo que en el bloque de Juan Carlos, donde aún huele a humo y donde los vecinos se debaten entre el estupor por lo sucedido y el «se veía venir que esto no iba a terminar bien». Las informaciones son confusas como el móvil del triple crimen que ha dejado a muchos de los vecinos de La Rondilla con la misma sensación, «este barrio ya no es lo que era, la cosa se está poniendo peor».
Un anciano sale del portal 2 de Marqués de Santillana y habla sobre Juan Carlos. «Era un hombre simpático, normal, vecino de toda la vida, un jubilado que se había dedicado a conducir ambulancias, pero se empezó a juntar con quien no debía y aquí pasa lo mismo que en el otro lado, había mucho movimiento de gente rara, que entraba y salía. No era algo normal».
La joven vecina que vivía puerta con puerta con Eva María y Aaziz asegura que antes las discusiones entre ellos eran más comunes, «se les oía más, pero desde que él salió de la cárcel hace unos meses parece que ya no discutían tanto». «Con él la mayoría solo teníamos trato de saludarnos y poco más, tampoco he presenciado nada que hiciera pensar que podían acabar así. Eso sí, cuando él ha estado en la cárcel aquí no había movimiento de gente», explica.
«La madre de ella estaba muy pendiente, el piso estaba a su nombre y les traía la comida casi a diario, les pagaba las vacaciones o lo que fuese», asegura la joven, que estaba en casa la tarde del crimen.
«Tenía las ventanas abiertas por el calor, escuché un '¡ay!' y luego como el sonido de un vaso caer al suelo, después nada más. Ni siquiera le oí salir y luego ya empezó a oler a quemado pero pensé que sería del otro incendio que hubo en el bloque de Marqués de Santillana; poco después llegó la policía y escuché que estaban las dos muertas en la cama, había prendido fuego, un horror», finaliza la joven, que destaca lo «silencioso y sigiloso» que fue el presunto autor de los crímenes.
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