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Tal vez fue por la hora y el día, en mitad del tórrido sesteo de primera hora de la tarde de un sábado, que encima es un largo puente que invita a salir de la ciudad. Pero pocas veces se producen hechos tan violentos en ... un barrio, con tres víctimas mortales y dos incendios provocados en sendos pisos distantes 150 metros.
Y sin embargo, la tarde avanzó en La Rondilla con una gran parte de sus residentes ajenos a lo ocurrido. Ayudó incluso la discreción policial. Nada de parafernalia de sirenas y coches patrulla. Unidades camufladas de la Brigada de Homicidios aparcaron sus vehículos y subieron al piso de la calle Linares en busca de evidencias. Casi al tiempo llegaban las furgonetas del Anatómico Forense. Después repitieron la misma rutina en Marqués de Santillana.
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Antonio Corbillón Álvaro Muñoz
El único elemento que exteriorizó la doble desgracia fue el fuego del primer piso en esta calle, casi en la esquina con Portillo de Balboa. Aquí hasta el siniestro se sumó a la extraña discreción general. En la casa de Juan Carlos Palomino salían por los huecos de las persianas pequeñas columnas de humo. El aviso de una viandante activó a los Bomberos que apagaron en un pis pas un humo, tan discreto que no se vio llama alguna.
Montse Azcona regenta la peluquería que está justo debajo de la casa. «Cerramos a las 14 horas y estábamos en el pueblo, en el valle Esgueva. Y nos han avisado corriendo para ver si nos había afectado algo», explica. En la zona, apenas se habían percatado de la llegada del equipo de extinción. En el bar El Chiringuito situado en la esquina contraria, nadie se asomó a meter la nariz. «Parece ser que hay un 'marrón' ahí de la leche», comenta Juan mientras apura una cerveza. Sin mayor interés.
En el primer piso, con todo abierto, las paredes ennegrecidas, y con el cuerpo de Carlos pendiente de ser levantado por el juez, el aspecto de la vivienda visible desde la acera desvela algunas intimidades de su recién fallecido propietario. Se percibe una desordenada acumulación de objetos de todo tipo, la mayoría 'chamuscados' por el humo. «Una vez tuvo que pedir ayuda a un vecino por un problema con su tele y se quedó asustado de todo lo que acumulaba», comenta una vecina. Una bandera de España atada a un pequeño mástil cuelga de la ventana exterior. Ha salido milagrosamente indemne.
Solo la llegada de los furgones para recoger los cadáveres invita a la gente a hacer algún corro y compartir conjeturas y teorías. «Recuerdo cuando los vecinos nos conocíamos todos y las puertas de los pisos estaban siempre abiertas. Esos tiempos se han acabado», lamenta Mary, una veterana residente de toda la vida en el barrio y cuya puerta está enfrente de la de Carlos. La Rondilla suma cuatro muertes violentas desde el 30 de junio. Los temores de Mary parecen más que justificados.
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