Recorrer las instalaciones de la Academia de Caballería de la mano del subteniente Andrés Sánchez Redondo es un lujo. El director interino de la Colección Museográfica y de la Biblioteca que se esconde en el interior del edificio más fotografiado de Valladolid conoce al ... dedillo la historia de cada una de las 3.000 piezas de la gran colección creada por iniciativa de varios profesores del centro a partir de 1976. En el edificio del Paseo de Zorrilla, además de la famosa máquina 'Enigma' que el ejército alemán utilizó para sus comunicaciones secretas, se exponen todo tipo de armas de fuego, una colección de uniformes y de sillas de montar y elementos tan curiosos como una máscaras de gas del ejército yugoslavo, un periscopios de trinchera y una biblioteca con más de 17.500 volúmenes. Abro hilo:
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↓ La visita al Museo de Caballería comienza en la calle, con una explicación del monumento a los Héroes del Regimiento de Cazadores de Alcántara, una obra de Mariano Benlliure que, por problemas financeros, es mucho más reducida que el boceto original. Ha pasado casi un siglo desde la inauguración de esta escultura, que tuvo que retrasarse por la proclamación de la Segunda República. Finalmente, el acto se celebró a las diez de la mañana del 25 de junio de 1931 y contó con la presencia del propio escultor valenciano y la ausencia, por motivos obvios, del rey Alfonso XIII. Fue el general Procopio Pignatelli, último coronel que mandó el regimiento en África, el encargado de descorrer el lienzo que ocultaba el monumento y pronunciar un discurso en memoria de los héroes de Alcántara que finalizó con un «Viva la República». Un banquete para 150 comensales fue el colofón del acto. Como curiosidad, cinco días después de la inauguración del conjunto escultórico, el edificio de Valladolid pasó a denominarse Cuartel de la República.
↓ Y del Paseo de Zorrilla, al interior del edificio, donde durante cerca de dos horas el visitante va a poder empaparse de la historia de la Academia de Caballería y pasear por diferentes estancias como el salón de actos, el museo, la biblioteca y el guadarnés. Para llegar a la primera parada hay que subir una imponente escalera de mármol y fijar la mirada en el óleo de José Cusach y Cusach representando al Apóstol Santiago, patrón de España y de la Caballería española desde 1846. Tienen su aquel, así que atentos. El aposento más noble de la Academia, además del impresionante lienzo de la 'Batalla de Treviño' que se salvó del incendio del Octógono, se pueden contemplar en las esquinas del techo cuatro escudos que representan las órdenes militares de Caballería –Santiago, Alcántara, Montesa y Calatrava– y en el centro, el escudo de los Borbones y de la ciudad de Valladolid de 1921. «En esta sala se hacían las presentaciones y despedidas al estandarte de la Academia, las tomas de posesión de los profesores, las puesta de largo de las señoritas de Valladolid... Ha habido banquetes, bodas y funerales de estado, pero para no castigarlo mucho ahora, cuando hay que reunir a mucha gente, nos vamos al antiguo picadero, que es cuatro veces esta sala», explica Sánchez Redondo.
↓ Hay que subir una planta más, hasta la segunda, para llegar a la zona de la Academia de Caballería habilitada como museo y entrar en la sala Alférez Trobo, en honor al laureado miembro del Regimiento de Húsares de la Princesa fallecido en 1936. En esta estancia –«un cajón de sastre en el que hay un poco de todo»– se conservan objetos utilizados por las unidades de Caballería durante el último siglo, desde minas antipersonal o contracarro a una colección de cascos, teléfonos de campaña, lanzagranadas, proyectiles y instrumentos topográficos varios. En esta primera estancia, además de la máquina 'Enigma' similar a la utilizada por el ejército alemán en la II Guerra Mundial para cifrar y descifrar mensajes, llama la atención una máscara de gas para semoviente, que fue reglamentaria en el ejército yugoslavo y procede de Bosnia-Herzegovina. Y un lanzallamas modelo L-35 y el traje para su uso, utilizado en la Guerra Civil Española. «Está metido en una vitrina estanca porque está hecho de amianto. En la espalda no lleva el lanzallamas, sino la mochila donde iría el traje y las botellas de repuesto», puntualiza el subteniente.
↓ Justo al lado, subiendo un escalón, está la sala que recuerda a Pedro Mur Escalona, héroe de la Guerra de África por su actuación en la batalla de Castillejos en 1860. En esta estancia se puede ver la evolución de las armas de fuego desde el siglo XIX. «Desde fusiles de pistón, a los últimos mosquetones y FR-8 que se usaron en la Guerra Civil y posteriormente», explica Sánchez Redondo. «Hay armas de avancarga –cargadas por la boca del cañón–, de retrocarga –a cargar por detrás– como el Remington, que aparecen en los cuadros de la 'Batalla de Treviño', o el Mauser, que llega hasta nuestros días», añade. Junto a ellas, están las ametralladoras: «El arma que aparece en la I Guerra Mundial y que acabó con las cargas de caballería».
↓ «Una ametralladora Colt de 1914 pesa 45 kilos, no era para echar carreras», apunta el director del museo. Pensando en aligerar peso aparecen los fusiles ametralladores, de entre 9 y 15 kilos, y, finalmente, el arma que combina ambas, el fusil de asalto. En el museo se pueden ver, por dentro y por fuera, todos los fusiles de asalto que ha utilizado el Ejército español, entre ellos diferentes modelos del CETME, el fusil de asalto reglamentario durante 40 años.
↓ Y la evolución del arma corta, desde las pistolas de avancarga de la Guerra de la Independencia hasta las fabricadas por la casa vasca Star. Como curiosidad, en las vitrinas del museo de la Academia de Caballería hay varios 'Velo-Dog', un revólver de bolsillo creado por el armero francés Charles François Galand en 1894 y utilizado en toda Europa como arma de defensa para los ciclistas contra el ataque de perros callejeros. Luego aparecieron las 'Puppy', para señoras. «Unos quitamiedos, porque era como dar un perdigonazo y que a cierta distancia no le hacías nada», asegura el subteniente.
↓ Un cuadro con la fotografía de la visita de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia a Valladolid, el 5 de mayo de 1921, para entregar el nuevo estandarte de la Academia de Caballería preside la sala de honor del museo. En el centro, además, un estatua de bronce de la reina montada a la amazona, copia del original de Mariano Benlliure. En esta estancia se encuentran los libros con las promociones en el que se relacionan los más de 5.000 alumnos que han terminado sus estudios en la Academia de Caballería desde 1851. Además, el visitante puede ver una colección de lanzas de diferentes países del mundo. La última lanza reglamentaria es metálica (modelo 1905) y la utiliza el Escuadrón de Lanceros de la Guardia Real para entrenar. «Cuando desfilan, utilizan la lanza argentina modelo 1916 de madera de colihue», especifica Andrés Sánchez Redondo.
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↓ En el techo de la sala dedicada al sargento Jacinto Chover y Sanchís cuelga la segunda lámpara de dieciséis espadas-sables modelo Puerto Seguro para tropa de Caballería «que se desmonta y se limpia una vez al año». La primera está en la sala Cabo Mur. En esta habitación, además de poder ver un fusil Mauser con periscopio de trinchera, el visitante entenderá la diferencia entre una espada y un sable. «El sable es de hoja curva, está pensado para cortar y lo usaban los jinetes más menudos. En cambio, para utilizar la espada, con filo a ambos lados, había que tener buen brazo porque se utilizaba en las cargas de caballería para pinchar y la estocada solía ser mortal», explica el subteniente. «El marqués de Puerto Seguro patenta, que no inventa, un arma intermedia, la espada sable modelo Puerto Seguro –recta como la espada, pero con filo solo en un lado como el sable– que es reglamentaria y se utiliza en los desfiles de hoy en día», añade Sánchez Redondo.
↓ Y la visita sigue. Entre las 3.000 piezas de museo se pueden ver miniaturas de plomo que representan a los antiguos jinetes, los uniformes más vistosos que ha tenido la Caballería Española, capas, una chilaba, el sul-ham de las tropas de nómadas y de regulares... Y una colección de lo más variopinta de prendas para la cabeza con tricornios, bicornios, kalpac, chacó, ros, gorro de cuartel, gorrras de plato y hasta un casco tropical. Las paredes de los pasillos que llevan hasta la biblioteca se han aprovechado para colgar las fotografías de los alumnos que han alcanzado el rango de Teniente General. En las librerías de la Academia de Caballería descansan 17.500 volúmenes que se pueden consultar previa petición. El ejemplar más antiguo es 'De re militari', un libro de táctica y estrategia de 1565. El listado completo de los libros se pueden consultar en la web de la Academia de Caballería.
↓ El recorrido finaliza en el guadarnés, otra habitación cargada de historia donde se pueden ver trofeos, fotografías y recuerdos y una colección de sillas de montar de gran valor. Hay monturas de todo tipo, desde las reglamentarias del Ejercito Español hasta las 'rahalas', monturas para dromedario usadas en el antiguo Sáhara Español. En una de las paredes se puede observar una colección de herraduras –algunas diseñadas para la corrección ortopédica del caballo– y, en una esquina de la sala, descansa un fuelle con más de 150 años de antigüedad de la Escuela de Herradores de Alcalá de Henares.
↓ Pero lo mejor es verlo. De lunes a jueves, en horario de mañana, la Academia de Caballería realiza visitas guiadas gratuitas para grupos a partir de diez personas y con un máximo de 25. Para apuntarse, solo hay que descargarse un formulario de la página web de la Academia de Caballería dentro del apartado 'Museo', enviarlo a la dirección acab@et.mde.es y esperar respuesta. Aquellos que no puedan formar grupo tienen que ponerse en contacto con la Oficina de Turismo de Valladolid o acudir a los puntos de información del Campo Grande, San Benito o la Estación de Tren del Norte y apuntarse a las visitas que organizan los viernes y algún sábado por la mañana. Esta visita cuesta un euro. No obstante, existe otra opción mejor el próximo 18 de mayo. Ese sábado, dentro de las actividades del Día y la Noche de los Museos, está prevista una jornada de puertas abiertas con visita libre de diez de la mañana a dos de la tarde. Merece la pena hacer un hueco en la agenda.
En la siguiente entrega de 'El Hilo', la periodista Berta Muñoz recuerda el día que un oso recorrió las dependencias del Ayuntamiento y acompañó a los jugadores del Real Valladolid en uno de sus entrenamientos.
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