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Los siete pintores vallisoletanos que viajaron a Málaga para exponer su arteEl 18 de febrero de 1969, el poeta vallisoletano Francisco Pino -Paco Pino-, leyó una conferencia en la Casa de Cultura de Málaga. Invisibilidad de Castilla, la tituló y comenzaba con estas palabras: «Venimos a Málaga unos cuantos amigos desde una tierra con pocas cosas: un cerro, la curva de un río, unas gubias imperecederas y una catedral que se quedó con la esperanza de serlo. Cada uno con su alma en su almario».
Las gubias de Berruguete, Gregorio Fernández o Juan de Juni crearon esculturas que ejercían una enorme atracción en el mundo artístico europeo. En aquellos años el Museo Nacional de Escultura acaso era el mayor atractivo que tenía Valladolid para turistas y artistas.
La conferencia fue el prólogo de una exposición que hicieron varios pintores de Valladolid en la «Caja de Ahorros y Préstamos de Antequera» de la ciudad de Málaga, entre los días 18 y 29 de febrero de 1969: Jesús Mier, Gabino Gaona, Francisco Sabadell, Félix Cuadrado Lomas, Domingo Criado, Jorge Vidal y Fernando Santiago (Jacobo). La exposición se titulaba «Siete pintores residentes en Valladolid».
El catálogo de la exposición incluía una especie de declaración de intenciones de los siete pintores: «Traemos pintura diversa, con el único denominador común de vivir, o sobrevivir, en la misma ciudad, comer el mismo pan y beber el mismo vino, esas constantes que en otro tiempo dieron como resultado una uniformidad, una monotonía por comodidad, un mito como medio de justificación, hoy afortunadamente por regla general, no existen».
Efectivamente, la exposición contribuyó a impulsar un punto de inflexión en la pintura vallisoletana, que estaba saliendo de una época en la que la pintura, y la escultura eran neoacadémica y figurativa, característica de la tradición (aunque en los años cuarenta hubo un movimiento vanguardista pero que no contó con la atención de los medios de comunicación ni académicos). Un cambio que se manifiesta, sobre todo, por la explosión de color en la mayoría de sus cuadros y un proceso de creación atento a los cambios sociales contestatarios que se estaban produciendo.
Según informó El Norte de Castilla, la exposición también añadía a tres pintores de Málaga. En esos mismos días se presentaría en Valladolid el libro Retazos de Torozos, de Blas Pajarero (seudónimo del escritor Pablo Rodríguez) con ilustraciones de Cuadrado Lomas. Precisamente Pablo Rodríguez se encargó de organizar una visita de los pintores y Paco Pino a Jorge Guillén. El poeta, por aquellas fechas estaba pasando unos días en Málaga, ciudad en la que se asentaría definitivamente a partir de 1977, y donde falleció el 6 de febrero de 1984.
Guillén y Pino, que tenían una vieja amistad, hacía muchos años que no se veían y celebraron con enorme alegría aquel reencuentro: en los años 30 Pino conoció a Guillén, cuya obra, Cántico, influyó mucho en su primera poesía. Y a Pino, Guillén le define como «El poeta más vanguardista de la poesía española».
Muchos años más tarde, José Carlos Brasas Egido, catedrático de Historia del Arte en la Universidad de Salamanca, y anteriormente profesor titular en la de Valladolid, en una entrevista sobre el panorama artístico vallisoletano, dijo que en los años sesenta empezó una nueva etapa floreciente que se sitúa en torno a la galería Castilla –abierta en 1962-, y la galería Jacobo –que inauguró su sala en 1966-, en torno a la cual se reunieron los pintores más innovadores de aquel momento (que son los que habían expuesto en Málaga).
Aquel grupo, continuaba Brasas Egido, «retomó la tradición del paisaje pero con un enfoque geometrizante o expresionista, abierto a la modernidad».
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La conferencia de Paco Pino la editó la librería Relieve, de Valladolid, unos meses más tarde e imprimió 200 ejemplares. Al frente de aquella mítica librería estaba José Rodríguez –Pepe Relieve- desde que en 1960 hubiera fallecido su hermano Domingo, el fundador de la misma.
Dos años más tarde de aquella «efeméride» artística vallisoletana, Fernando Santiago –Jacobo- abrió en Simancas una galería que llamó Arcón A7. El 7 evocaba al número de pintores vallisoletanos de la exposición en Málaga. Fernando Santiago y su esposa Pilar Paul llevaban tiempo queriendo cumplir su deseo de abrir un espacio cultural de la máxima calidad en un pueblo de Valladolid. Un viejo caserón quedó convertido en un auténtico museo del arte vallisoletano. Se inauguró el 10 de mayo de 1972 y en sus paredes estaban expuestos cuadros de Criado, Gaona, Cuadrado Lomas y el propio Fernando Santiago. También había una amplia muestra de acuarelas y grabados de Francisco Sabadell, a quien Jacobo quiso rendirle especial recuerdo, y varias fotografías de Beltrán. Los cuadros de Sabadell estuvieron expuestos dos meses. Al acto inaugural asistieron, entre otras personalidades, el académico José Camón Aznar, el director del Museo de Arte Contemporáneo Español, Luis González Robles, y el delegado provincial del Información y Turismo, Carmelo Romero, que desde 1964 colaboraba con la Seminci, de la que fue director en los años 1974 y 1975.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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