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Valladolid tuvo la enorme suerte de que en 1924 recalara en la ciudad el pintor inglés Christopher Hall. Vino atraído por la escultura de Alonso Berruguete y el clima más benigno de la península.
Hall, que fue rebautizado en España como Cristóbal, nació en Gran Bretaña el 22 de agosto de 1897. Hijo de Alfred Daniel Hall, destacado científico y educador, miembro de la Royal Society, estudió en la universidad de Winchester y llevó una vida holgada y dedicada a pintar y viajar por el mundo gracias a la fortuna de su familia. En la I Guerra Mundial, cuando contaba con 18 años, sufrió gravísimas heridas y perdió parte del brazo izquierdo.
En nuestra ciudad trabó especial amistad con Francisco de Cossío, director del Museo de Bellas Artes y luego director de El Norte de Castilla, y con Jorge Guillén, a quien el artista inglés hizo un retrato que muchos críticos consideran uno de los mejores cuadros que pintó. Con el poeta mantuvo de por vida una interesante correspondencia.
Cossío le buscó un lugar donde establecer su estudio: ni más ni menos que el gran salón de los telones del Teatro Calderón, hoy reformado y utilizado como espacio de ensayos y audiciones, gracias a la amistad que le unía con Federico Santander, que por entonces regentaba el teatro.
A partir de entonces, el salón de telones se convirtió en el epicentro de un grupo de intelectuales renovadores de la cultura y atentos a los movimientos modernos del momento. En sus tertulias se coló, incluso, el aire de la Escuela Libre de Enseñanza, paradigma de un ideario que aspiraba a la regeneración y modernización de España. Aquellos aires los trajo, sin duda, Mariano de Cossío, uno de los más importantes pintores españoles del siglo XX, que en sus años de estudiante en Madrid entró en contacto con la Escuela, además de residir en la famosa Residencia, donde se encontró con lo mejor del arte y la cultura de aquellos años.
En torno a Hall se estableció una tertulia en la que, además de los dos hermanos Cossío, participaba el citado Federico Santander, quien al margen de gestionar el Calderón fue alcalde de Valladolid, escritor y periodista; Emilio Gómez Orbaneja, escritor y catedrático de la Universidad de Valladolid; Sinforiano del Toro, elegante pintor; y el poeta Jorge Guillén. Todos ellos constituían el núcleo más estable de un grupo de conversadores a los que ocasionalmente se unían otras personas, como por ejemplo el músico Félix Antonio González.
Hall era un pintor con una vastísima cultura. Una persona original como pocas que no firmó ninguno de sus cuadros ni realizó ninguna exposición en vida. Pero fue una de las personas que más influyeron en la pintura española de la primera mitad del siglo XX.
A Cristóbal Hall se le describe como una persona de porte distinguido, no en vano se crió entre la nobleza inglesa. De él se ha escrito que cuantos le conocieron le mostraron gran admiración y respeto, pues tenía una excepcional sensibilidad, inteligencia, integridad y devoción absoluta por la pintura. Era un pensador de mucha originalidad, algo que se trasluce tanto en sus cuadros como en sus escritos.
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Durante unos años tuvo una intensa relación con Valladolid, ciudad en la que residía los meses templados del año -alojado en el Hotel de Francia, la actual residencia universitaria Reyes Católicos de la calle Teresa Gil-, pues los inviernos, por razones de salud, los pasaba en Andalucía, y más concretamente en Alcalá de Guadaira.
Cristóbal Hall también pasó una temporada en Tordesillas, donde escribió un encendido elogio de la pintura española, que, además, la consideraba como ejemplo del arte capaz de perdurar vigente durante siglos: «El tiempo contenido en las obras de arte es de dos maneras: momentáneo y perenne. Domina el primero, y la obra se da como esa polarización del momento que llamamos la moda; mas se ha visto que hasta las modas vuelven. Pero, a cada vuelta, pierden sustancia, hasta diafanizarse en ese tenue simulacro de la vida que es curioso». Así comenzaba su declaración titulada 'La pintura española, depósito de tiempo perenne'.
Su presencia en Valladolid impulsó la carrera pictórica de artistas importantes, como Mariano de Cossío -uno de los pintores que formó parte de la llamada Edad de Plata del arte español-, y Sinforiano de Toro. Y también la de María Ángeles Santos. Algunos estudiosos llegan a afirmar la existencia de una 'escuela vallisoletana'. La increíble obra de Ángeles Santos se cimenta en unas obras que pintó cuando, junto con su familia, residió en Valladolid entre 1927 y 1930. Por aquella época cumplió los 18 años. Se trata de las obras 'Un mundo' y 'La tertulia', que han pasado a formar parte de lo mejor de la pintura española contemporánea.
A finales de los años 20 se instaló definitivamente en Murcia, aunque no perdió su contacto con la gente de Valladolid (con Jorge Guillén mantuvo de por vida una interesante correspondencia), e incluso vino a Valladolid en 1933 para casarse con una muchacha que conoció en París llamada Trinidad Japp, hija de un pintor inglés. La boda no fue fácil de resolver, pues él no era católico pero su novia sí. Después de los muchos reparos que puso la Iglesia para consumar un matrimonio mixto, terminaron casándose por lo civil en la casa de Francisco de Cossío, con la mujer de Francisco y el conserje del Museo de Pintura como testigos
Cristóbal Hall falleció, de repente, en Lisboa el 25 de febrero de 1949, a los 52 años. Está enterrado en el cementerio de los Ingleses del barrio lisboeta de Estrella.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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