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Los terrenos que en la actualidad se encuentran entre las plazas de San Juan y de los Vadillos, situados al naciente del conjunto histórico de la ciudad de Valladolid, reflejan cambios sustanciales en su configuración, desde sus orígenes en la Edad Media hasta la actualidad, siendo un exponente evidente de las transformaciones que sufre el paisaje urbano a lo largo de los siglos.
Los orígenes de la plaza y del barrio de San Juan se encuentran en una pequeña ermita, periférica al primer recinto amurallado de la villa, dedicada al Bautista y construida en el siglo XII, de la cual nos han llegado mínimas informaciones. Sí se sabe que fue cedida a la Orden del Temple para que levantara junto a ella un convento, que debió ocupar la superficie comprendida entre las actuales calles Cardenal Mendoza, Colón, Huelgas y la plaza de San Juan. La orden apenas tuvo dos siglos de existencia, aproximadamente entre 1128, cuando comienza su expansión por Europa, y 1312, cuando se produce su extinción, pero quedó históricamente vinculada a la aportación de monjes-guerreros a las diferentes cruzadas que mantuvo el cristianismo en Próximo Oriente.
El convento templario es mencionado en una bula del papa Alejandro III, en la segunda mitad del siglo XII, junto a otros cuatro que tenía la orden en la provincia. Más tarde, la ermita, convertida en iglesia, y el convento se englobarían en la superficie acogida por la segunda muralla de la villa, que fue construida a lo largo del siglo XIII y que en esta zona debió transcurrir por la franja oriental de la actual plaza de San Juan, abriéndose en este lugar una de sus puertas, aproximadamente en lo que hoy en día es la confluencia con las calles Verbena y Nicasio Pérez, que se sería conocida con el nombre de la construcción religiosa.
Al suprimirse la orden, la iglesia se convertiría en parroquia, mientras que las dependencias del cenobio pasaron a manos de la Corona. De esta forma, la reina María de Molina se las cedió a su canciller, al abad de Santander D. Nuño Pérez de Monroy, que las rehabilitó en el primer tercio del siglo XIV para convertirlas en hospital de pobres, que se designó con el nombre de Santa María la Nueva. Igualmente, este personaje construyó en estos terrenos su casa, en la que se celebró el matrimonio del rey Pedro I con Doña Blanca de Borbón. Tras la muerte del abad el patronazgo pasó al monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, etapa comprendida entre los siglos XIV y XV, en la que se le conoció como hospital de San Juan. El centro hospitalario perecería en el siglo XVI como consecuencia de un incendio que lo destruyó completamente, empleándose sus materiales en la construcción de la nueva iglesia de las Huelgas. En su superficie se abriría una calle a la que se otorgó el nombre de los Templarios, en recuerdo del antiguo cenobio, que era paralela a la de la Magdalena. Entre los años 1886 y 1889 se derribarían las casas que había entre ambas vías, lo que permitió la apertura de una calle de mayor envergadura, a la que se le asignó el nombre de Colón, por creerse erróneamente que allí estuvo la vivienda en la que murió el almirante.
La iglesia de San Juan era un edificio de planta rectangular, que constaba de tres naves y una torre de cuatro cuerpos y remate piramidal, tal y como se puede observar en el plano de Bentura Seco de 1738 y en una ilustración realizada por Ventura Pérez avanzado el siglo XVIII. Tuvo constantes obras entre 1621 y 1704, permaneciendo en pie hasta 1841, cuando debido a su estado ruinoso se cerró primeramente al culto y más tarde acabó por desplomarse. Por su estado, fue derribada en 1842. La parroquia tuvo, posteriormente, un largo periplo, puesto que en un principio se trasladó al templo del antiguo convento de Belén, hasta que en 1924 también se hundió, pasándose entonces a la iglesia de San Esteban, en la actual calle Alonso Pesquera, y más tarde a la nueva iglesia de San Juan, construida entre 1930 y 1932 con trazas del arquitecto Manuel Cuadrillero, y que ha llegado a la actualidad, ubicada en la plazuela que se encuentra entre las calles Bautismo y Santa Lucía.
La desaparición de la segunda muralla, cuyo paramento en la zona de San Juan fue derribado hacia 1608, facilitó el crecimiento urbanístico y el desarrollo de un ámbito residencial y cortesano de primer orden, que a su vez estaría englobado desde el siglo XVII por una tercera cerca, que tuvo una función principalmente fiscalizadora. En el barrio se levantaron numerosas casonas señoriales, de las que se han detectado diferentes evidencias arqueológicos (en forma de suelos de cantos rodados o silos excavados en el subsuelo) en algunas intervenciones efectuadas en la propia plaza o en las calles Bautismo y Nicasio Pérez, además de varios colegios (Santa Cruz, Velardes y San Albano) y los conventos de la Merced Calzada y de Belén.
El de la Merced se situaba al sureste de la actual calle Maldonado, siendo fundado en el siglo XIV, aunque en el XVII se construyen el templo y los claustros. Tras la desamortización se derribó la iglesia para abrirse el vial que tomó su nombre. A mediados del s. XX se demuele el convento, que había sido empleado como cuartel de caballería, manteniéndose la arquería del patio pequeño, que estaba junto al campo de fútbol del colegio San José. Más tarde fue desmontada y vendida, volviéndose a montar en una finca situada al mediodía de la ciudad, muy cerca del camino Viejo de Simancas, donde aún puede observarse, aunque existe un proyecto de recuperación y recolocación en la plaza donde se encuentra actualmente la iglesia de San Juan. El segundo cenobio era el de Belén, que se localizaba entre las calles Cardenal Mendoza, la Merced y Maldonado, y del cual se tiene constancia desde 1538. El Duque de Lerma consiguió su patronato y mandó construir una nueva iglesia, con trazas de Francisco de Mora y ejecución por parte de Juan de Nates entre 1608 y 1612. En el siglo XIX se derribó el monasterio y se levantó en su solar el colegio de San José, mientras que la iglesia perduró hasta su derribo en 1930. El edificio colegial cuenta con dos patios y espacios abiertos que albergan instalaciones deportivas, además de un amplio aparcamiento subterráneo.
En la actualidad la plaza de San Juan es una pequeña zona estancial jalonada por numerosos edificios de gran altura, levantados en su mayor parte durante la etapa de intenso desarrollismo, en ocasiones bastante incontrolado, del siglo XX, que han acabado por transformar completamente el anterior paisaje urbano, del cual tan sólo se conserva como excepción el colegio de los Ingleses o de San Albano, situado entre las calles Don Sancho y Bautismo.
El límite físico y real del caserío en el barrio sanjuanero estaba constituido por el brazo meridional del río Esgueva, cuyo curso, si se hace una trasposición a la cartografía actual, discurriría por la plaza de los Vadillos y las calles Doctor Montero y Pérez Galdós, hasta alcanzar la plaza Circular. El ramal meridional tenía una mayor profundidad y un mayor desnivel que el septentrional, lo que favorecía una mayor rapidez en el avance de las aguas, unido a un mayor ensanche y a la existencia de un pequeño afluente por su margen izquierda. Estas circunstancias favorecieron el aprovechamiento del caudal como fuerza motriz de diferentes ingenios, entre ellos un molino que hubo al final de la calle de la Penitencia (que se correspondería con el tramo más septentrional de la actual calle Nicasio Pérez). Construido en el siglo XVI, perteneció a los padres jerónimos del monasterio de Nuestra Señora de Prado, que lo destinaron a la fabricación de papel para la impresión de las bulas, pasando tras la desamortización a la Hacienda Nacional en 1837 y desapareciendo a mediados del s. XIX. Contaba con un caz y con una presa perpendicular a la corriente del río, que por efectos de una riada fue destruida en 1674, siendo reconstruida con forma de media luna.
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Sobre el antiguo emplazamiento del molino y sus inmediaciones se instalarán varias empresas dedicadas a la fabricación de materiales para la construcción (ladrillos, tejas, tuberías y conducciones, etcétera), que también aprovecharon la energía derivada del empuje de las aguas del Esgueva, favorecida por la presa que con el paso del tiempo se transformaría en un salto de agua de mayores dimensiones. En 1884 se ubica la Gran Tejería Mecánica, propiedad del industrial cántabro D. Eloy Silió, en la margen derecha del cauce, cuyo edificio principal, que daba a la calle San Bartolomé (actual Santa Lucía) fue proyectado por el arquitecto Joaquín Ruiz. Tenía un gran almacén, dos hornos y diferente maquinaria, además de contar con el usufructo del salto de agua, que dirigía directamente el flujo hacia la parte central del área fabril, hasta que se produjo su expropiación en 1901, tras las obras de saneamiento y colmatación del cauce. En la orilla contraria, la izquierda, se establecería en 1907 la Fábrica de Gres, en una superficie cercana a los 1.200 metros cuadrados, que contaba con una gran nave y un edificio que albergaba los hornos y el secadero.
La primera de ellas, en el año 1904, cambia su condición social para pasar a transformarse en la Sociedad Anónima La Cerámica, que años más tarde se fusionaría con la segunda. En 1907, Eloy Silió solicita un permiso para construir una nueva fábrica, cuyo edificio principal, realizado en ladrillo y con cubierta metálica, es el que ha perdurado hasta nuestros días. La factoría estaba destinada en un principio a la producción de tubos de gres barnizados, destinados a la ejecución de las numerosas canalizaciones subterráneas que se estaban instalando en la mayor parte de las ciudades durante las primeras décadas del s. XX, completándose la fabricación con ladrillos, los cuales se emplearon en la mayor parte de las construcciones levantadas en Valladolid durante esa centuria. Se extendía por una amplia superficie, de aproximadamente 4,36 Has, que tendría como límites las calles Santa Lucía, Santiago Ruiseñol, la plaza de los Vadillos y las calles del Sitio (actuales Silió y Veinte Metros) y Transversal (actual Bailarín Vicente Escudero), y que incorporó a partir de 1922 los terrenos ganados al cauce del río tras su desaparición. La buena marcha de la empresa llevó a sus propietarios, en los años 60 y 70, a la adquisición de industrias similares, como fue el caso de La Progresiva de Castilla, abierta en 1915 en el paseo de San Vicente, o de otras ubicadas en La Cistérniga, Reinosa y Madrid.
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Los hornos y la actividad fabril estuvieron activos hasta el mes de marzo de 1993. La mayor parte de las construcciones se derribaron a finales del siglo XX, conservándose la esbelta chimenea y el edificio principal, que se rehabilitaron, adaptándose el segundo para su empleo como supermercado y oficinas. En su supervivencia tuvieron un papel destacado los vecinos del barrio, que primeramente presionaron para que se produjese el cese de la actividad y el traslado de la fábrica por los nocivos efectos de sus emisiones contaminantes, y después, tras el cierre, solicitando el uso del edificio como espacio dotacional, frente a los deseos de los propietarios de destinar los suelos a la construcción de nuevas viviendas, con el consiguiente beneficio económico de la operación.
El derribo de La Cerámica de Silió posibilitó la creación de nuevos viales públicos, como es el caso de las calles Artesanía, Cerámica o Doctor Montero, y de zonas estanciales de disfrute público, como es la plaza de la Danza, conjugados con la construcción de un amplio conjunto de bloques de viviendas, que jalonan los viales mencionados y otros colindantes que también se modificaron, como las calles Bailarín Vicente Escudero o Silió. Algunos rastros de las construcciones previas y de las cimentaciones de los almacenes de la propia fábrica han sido documentados en la reciente supervisión arqueológica realizada con motivo de la renovación de las redes subterráneas de las calles anteriormente mencionadas.
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El proceso de industrialización del barrio también se constata, a finales del siglo XIX, en un espacio muy próximo, la zona de las actuales calles Verbena y Renedo, situadas apenas a unos centenares de metros de las anteriores. Allí se refleja el cambio de un caserío humilde y de sus aledañas tierras agrícolas por varias fábricas que se destinaron a la elaboración de maltas y cervezas. En los dos laterales de la calle Verbena se instalaron varias factorías, entre las que puede señalarse la de Gambrinus, al mediodía, en el actual emplazamiento del edificio donde se encuentra el centro cívico Bailarín Vicente Escudero, y la de la Cruz Blanca, que se ubicaba al Norte, en la manzana que llega hasta la calle Renedo y la plaza de Luis Braille. Esta segunda tiene su origen en 1867 y funcionó hasta 1986, siendo demolida en 1992 y conservándose únicamente la chimenea y el escudo de la fábrica, embutido en la fachada de uno de los edificios construidos en su solar. En el espacio que ocupó Gambrinus se colocaron el almacén y los silos de cebada de Cruz Blanca, existiendo un túnel que comunicaba los dos lados de la calle. A finales del siglo XX ya no había ningún rastro de las instalaciones industriales, levantándose edificios de viviendas con destacadas alturas y una construcción multiservicios que acoge un amplio aparcamiento y la Jefatura de Tráfico.
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