El cronista | Estampas de ayer y de hoy
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El pasado romano del moderno barrio de Villa de Prado de ValladolidEn la margen derecha del río Pisuerga, y fuera de la ciudad histórica, nos encontramos con el barrio de Villa de Prado, una zona residencial de reciente construcción, pero que conserva los rastros de una ocupación mucho más antigua en el tiempo, que se retrotrae hasta las épocas romana y bajomedieval.
Los límites de la barriada son bastante nítidos en la actualidad, puesto que se enmarca entre la calle del Padre José Acosta (antiguo camino de Zaratán) por el norte, la avenida de Salamanca por el este, la avenida del Real Valladolid (anteriormente denominada del monasterio de Prado) por el sur y la autovía de circunvalación (A-62) por el oeste. Estos hitos son de una relativa contemporaneidad y basta con revisar fotografías aéreas de mediados del siglo XX para reconocer la presencia mayoritaria de campos de cultivo, apenas acompañados de construcciones aisladas, caso de la granja José Antonio, el manicomio ocupando el cenobio jerónimo de Prado, una subestación eléctrica y la carretera de Salamanca.
Esa finalidad agrícola es la que propició, en época romana, la construcción de un establecimiento en la franja noroccidental de esta superficie, ubicándose junto al arroyo Madre o del Caño Morante, y en las inmediaciones de una fuente (que pervivió durante muchos siglos) y del camino conocido como del Caño Hondo. Se trata de la villa de Prado, un asentamiento cuya ocupación se prolongó entre los siglos II y V de nuestra era, y que perteneció a una familia potentada del momento, sirviendo de mansión desde la que se controlaba y explotaba una amplia propiedad, una forma de aprovechamiento del territorio habitual y extendida por todo el Imperio.
El yacimiento arqueológico es conocido desde los años 50 del siglo XX, habiendo sido excavada una buena parte de su extensión en diferentes campañas que se prolongaron, de forma intermitente, hasta finales de esa centuria. Gracias a esas investigaciones se conoce la existencia de un primer edificio aislado, que contaba con un acceso porticado y una sala principal, de planta absidiada, en la que se encontraba el mosaico que representa a Diana cazadora y que en la actualidad está depositado en el Museo Arqueológico de Valladolid, junto a otros hallazgos provenientes del enclave. Tras la destrucción del anterior se levantó, por encima, una lujosa residencia, cuyas estancias y habitaciones se articularon en torno a un patio central. Era la zona estancial y aristocrática de la construcción, la conocida como 'pars urbana'. Uno de los mosaicos que pavimentaban una de sus salas, el de los Cántaros, se colocó presidiendo el hemiciclo de las Cortes de Castilla y León.
En el perímetro de la villa se dispusieron nuevas edificaciones, entre las que destacaba un complejo termal (con habitaciones destinadas al baño, en las que se diferencian las salas destinadas al agua fría, templada y caliente, las dos últimas con un sistema de hipocausto para la circulación de aire caliente por el suelo) y diferentes dependencias vinculadas al uso agropecuario, como almacenes o salas para los trabajadores, lo que se conoce como la 'pars rustica', además de espacios más distantes destinados a depositar los vertidos y residuos generados en la explotación.
Los restos documentados se encuentran en un deficiente estado de conservación, reconociéndose en muchos casos las zanjas que marcan por donde iban los muros o las huellas de sus pavimentos. Por ello, ha sido bastante compleja su conservación, procediéndose en la mayoría de los casos a cubrirlos y protegerlos tras culminar su excavación. Hoy en día la zona donde se encontraba la villa se encuentra cubierta con vegetación, constituyendo un hito significativo de su emplazamiento el árbol plantado por Federico Wattenberg en el lugar que ocupaba el mosaico de Diana, tras su extracción.
A este respecto, en los últimos decenios han surgido varias iniciativas para tratar de crear un parque arqueológico en este ámbito de la ciudad, que permita mostrar a los visitantes la entidad de esta villa romana, a la vez que se ha completado su protección tanto con la declaración como Bien de Interés Cultural (BIC) como por su integración en el catálogo de protección de bienes del vigente Plan General de Ordenación Urbana (PGOU9 de la ciudad. Este último aspecto es sumamente importante, por cuanto se ha podido evitar la incidencia en el enclave por el crecimiento urbanístico de los últimos años.
En el extremo opuesto del actual barrio de Villa de Prado, más cerca del Pisuerga, se encuentra el principal edificio histórico conservado, como es el monasterio de Nuestra Señora de Prado. Hay noticias referentes a la existencia en este pago, hacia 1397, de una pequeña ermita dedicada a Santa María de Prado, que era atendida por los cofrades de San Lázaro, cuyo hospital se encontraba muy cercano al Puente Mayor.
Estos últimos facilitaron que la Orden de San Jerónimo fundara aquí un monasterio a partir de 1440, siendo costeadas las primeras edificaciones por Ruy Gonzalo de Avellaneda y su esposa Isabel de Ávila. En torno a 1480, gracias al apoyo financiero de los Reyes Católicos, se construye un nuevo templo, en estilo gótico-mudéjar, y diferentes dependencias del cenobio, que tendrá un especial protagonismo desde 1501 tras la concesión de la impresión de las llamadas Bulas de Cruzada.
El conjunto monacal se fue desarrollando a partir de la construcción consecutiva de varios patios, en torno a los cuales se organizaban las diferentes estancias. Entre 1611 y 1621, con la dirección de Francisco de Praves, se levanta el primer claustro, que se designará con el nombre del insigne arquitecto, el cual también se encargó del segundo, el conocido como claustro de Bulas, encontrándose en una de sus crujías laterales la Real Imprenta de las bulas. Un tercer claustro, atribuido al monje benedictino fray Pedro de Martínez, fue construido entre finales del siglo XVII y principios del XVIII, a la par que se levanta la fachada principal del cenobio, cuyas trazas también se atribuyen a ese fraile.
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La iglesia fue reconstruida en 1671, con una fachada flanqueada por dos esbeltas torres circulares, que se ha conservado, erigiéndose en ese momento las capillas del lado del Evangelio sobre los restos de la antigua capilla mayor de los Reyes Católicos, que estaba consagrada a la Virgen de Prado, donde parece que se encontraba la primitiva ermita que dio origen al monasterio. En el costado occidental del inmueble, adosado al claustro de Praves, se dispuso una torre, hoy desaparecida, de la que arrancaban otras dependencias que cerraban el convento, como si se tratase de un cuarto patio.
El abastecimiento de agua al monasterio, durante la época Moderna, se produjo desde el arroyo del Caño Morante, concretamente desde las inmediaciones del lugar que ocupó la villa romana. En las intervenciones arqueológicas efectuadas para delimitar ese asentamiento se pudo documentar un arca o depósito de agua, del que salían dos canales, uno de aliviadero y otro formado por una tubería cerámica protegida por una costra pétrea, que discurría en paralelo al curso de agua y que se dirigía hacia el cenobio para su aprovisionamiento.
Con la Guerra de Independencia se produce la decadencia del monasterio de Prado, habilitándose el edificio en 1808 como hospital para los heridos del conflicto. La comunidad jerónima se va y vuelve de forma intermitente hasta que la implantación de la desamortización, en 1835, les obliga a dejar definitivamente el cenobio. En 1851 es empleado como prisión militar, construyéndose un cementerio destinado a los reclusos en la cuesta de terreno contigua. Entre 1899 y mediados del siglo XX se utilizó como hospital y manicomio psiquiátrico, pero el deterioro del inmueble era muy grave y finalmente se produjo su abandono.
Años más tarde, entre 1981 y 1995, la Diputación Provincial de Valladolid, en primer término, y después la Junta de Castilla y León, ejecutaron una intensa rehabilitación del conjunto monacal, para dar forma a un nuevo edificio, que a partir de la restauración del inmueble (que tiene la condición de Bien de Interés Cultural) incorporaba nuevas funcionalidades administrativas y culturales, y que acabó siendo la sede de las consejerías de Cultura y Educación del gobierno autonómico. En relación directa con las diferentes fases de intervención se llevaron a cabo varias campañas de excavación arqueológica que documentaron vestigios y evidencias de la comunidad religiosa, destacando los numerosos enterramientos, los complejos sistemas de conducción de aguas, las cimentaciones de algunas construcciones desaparecidas e, incluso, una cripta con bóveda de piedra.
El terreno situado entre la antigua residencia romana y el monasterio permaneció sin ocuparse durante muchos siglos, por cuanto el crecimiento de la ciudad no saltó el Pisuerga prácticamente hasta bien avanzado el siglo XIX, con la excepción de las construcciones existentes en las proximidades del Puente Mayor y en la misma ribera del cauce. El segundo de los puentes que sirvió para vadear el río, el de hierro o Colgante, se inauguró el 20 de abril de 1865, posibilitando la unión de la acera de Sancti Spiritu y el camino de Simancas (germen del Paseo de Zorrilla) con el cenobio jerónimo, y gestándose desde allí una nueva conexión hacia el este, en dirección a Salamanca, y hacia el oeste, hasta el antiguo puente y las comunicaciones con León y Palencia. A la salida del puente se dispuso un fielato para el cobro del paso, construcción que con el paso del tiempo acabaría convirtiéndose en el restaurante La Goya.
En los años 50 del siglo XX, el Instituto Nacional de Colonización construyó la granja José Antonio, dentro de una extensa propiedad que posteriormente pasaría a manos de la Diputación Provincial de Valladolid, y poco después se levantaría la subestación eléctrica de la Olma, cuyas instalaciones, formadas por casetas, torretas y tendidos de alta tensión, ocupaban unas cinco hectáreas, alcanzando el camino de Zaratán. El nuevo estadio de futbol de la ciudad se ubicaría al oeste, sustituyendo al vetusto situado junto al Paseo de Zorrilla, y al igual que el precedente fue bautizado con el nombre del poeta José Zorrilla. Fue inaugurado el 20 de febrero de 1982, siendo posteriormente una de las sedes del Mundial de fútbol celebrado ese año en el país.
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En el mes de marzo de 2001 se aprueba el Plan Parcial Villa de Prado, que planteaba la urbanización de estos terrenos, con aproximadamente 85 hectáreas, tras lograrse la reducción superficial de la subestación de la Olma. Las primeras viviendas se empezaron a erigir entre 2003 y 2005. En la actualidad, prácticamente todas las parcelas destinadas a nuevas edificaciones se han ocupado o están en proceso de construcción, dando lugar a un barrio moderno, donde se conjugan zonas ocupadas por chalets y bloques de viviendas, contando con buenas infraestructuras y calles espaciosas, además de un importante cinturón verde.
Junto a los anteriores, se han construido varios edificios singulares y representativos, de relevante arquitectura contemporánea, como es el caso del centro cultural Miguel Delibes, diseñado por el arquitecto Ricardo Bofill e inaugurado en el mes de marzo de 2007, de la sede de las Cortes de Castilla y León, que se abrió el 14 de noviembre de 2007, y del nuevo inmueble de la Agencia Tributaria, trasladada desde la plaza de Madrid, cuya inauguración se produjo en 2014, teniendo fachada estos dos últimos a la avenida de Salamanca.
El crecimiento urbanístico de la nueva barriada ha sido espectacular en apenas veinte años. Pese a ello, ha podido preservarse como zona verde y de esparcimiento la superficie ocupada por la villa romana, que acabaría dando nombre a la nueva urbanización, y su entorno inmediato, si bien en la misma se continúan realizando actividades como el tradicional disparo de fuegos artificiales durante las fiestas patronales de la ciudad. Se han creado rutas verdes que permiten el tránsito de peatones y ciclistas sin afectar al subsuelo, pero queda aún pendiente, en un futuro próximo, la necesaria intervención en el paraje del Caño Hondo que permita el acondicionamiento y la puesta en valor de las antiguas ruinas, logrando de este modo la creación de un nuevo punto de atracción cultural y de conocimiento del patrimonio de este espacio de la ciudad.
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