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El núcleo medieval de Valladolid, cuyo epicentro se encontraba en la actual plaza de San Miguel, tuvo una extensión aproximada de 18 hectáreas y contaba con un urbanismo abigarrado, de calles estrechas y construcciones modestas. Los ejes fundamentales de su desarrollo eran las rúas que se dirigían desde ese punto central hacia las puertas abiertas en la primera defensa estable, la Cerca Vieja. Gracias a diferentes fuentes documentales se rastrea la existencia de nueve puertas, conocidas por los nombres de Nuestra Señora o de los Aguaderos, de la Cal de la Puente, de Cabezón o de Don Rodrigo, del Bao (ésta quizás fue más un postigo de menores dimensiones), de la Peñolería o de Esgueva, de los Baños, del Azoguejo, del Trigo/de la Sinagoga o Sinoga Vieja, y de Hierro (situada junto al Alcázar Real, en la actual calle de San Benito).
En esta ocasión analizaremos una de esas rúas, la conocida como cal del Puente, vía a la ya se aludía en un artículo precedente de esta serie, el referido al entorno de la plaza de la Trinidad, puesto que era el eje de comunicación que enlazaba el centro de la villa con el Puente Mayor, único paso que permitía salvar el río Pisuerga. Ahora nos centraremos en su recorrido inicial, que se corresponde con la actual calle Expósitos, vía que se desarrolla entre los cruces con las calles San Ignacio, por el sureste, y San Quirce, por el Norte.
Esta zona urbana se situaba al noroeste de la población medieval y al igual que ella debe pensarse que su primera ocupación se fecharía, aproximadamente, entre los siglos X y XI, con anterioridad a que el monarca Alfonso VI concediera en 1072 al conde Ansúrez el señorío de esta tierras, quien impulsará el crecimiento de la villa, fundamentalmente con la creación de un nuevo barrio extramuros, situado en el entorno de la iglesia de Nuestra Señora de la Antigua.
No se poseen informaciones precisas de la morfología del caserío en la cal del Puente para esos momentos, aunque sí se conoce que en ella se encontraba una puerta de la cerca, aproximadamente a la altura del punto donde actualmente arranca la calle Santo Domingo de Guzmán, y que posiblemente estaba flanqueada por dos cubos o torres. Informaciones de la muralla a la que estaba unida esa puerta se recuperaron en las excavaciones arqueológicas realizadas entre 2000 y 2002 en la parte trasera del palacio de Fabio Nelli, con motivo de la ampliación del Museo Arqueológico, documentándose un tramo de 23 m de muralla, que estaba realizada en mampostería de piedra caliza y contaba con una anchura de un metro. Este parapeto se instaló sobre un talud realizado con gravas y estaba precedido por un foso, excavado en el terreno natural, que completaba la funcionalidad defensiva.
La referencia documental más antigua que se posee de la cal del Puente es de 1333, fecha de un documento del archivo catedralicio en el que se menciona a un tal Alonso Ruiz, que procedía de esta calle. En la rúa se encontraba la Casa de los Linajes, un edificio que fue el lugar de reunión en los siglos XIII y XIV de las diez familias más importantes de la ciudad, las cuales estaban agrupadas en dos linajes principales, el de Reoyo y el de Tovar. A comienzos de cada año se reunían para elegir a los principales cargos públicos de la villa, entre los que destacaban los alcaldes, los regidores o los procuradores en las Cortes. Los dos linajes se repartieron el poder en Valladolid a través de los distintos oficios concejiles, teniendo que mediar entre ellos el monarca de turno en diferentes ocasiones. Por tanto, esta edificación fue la sede del primer Concejo y tras los nombramientos los vecinos se trasladaban hasta la iglesia mayor (muy posiblemente la Colegiata de Santa María, que era la principal de la villa) donde se hacían las juras. La construcción, según opinión de Matías Sangrador y de Agapito y Revilla, debió situarse en el espacio ocupado por los actuales nº 1 y 3 de la calle Expósitos, que se ubican inmediatamente después del palacio de los Marqueses de Valverde (que hace esquina con la calle San Ignacio), y que tras su derribo pasó a ser ocupado por una Casa de Baños y, más tarde, por el Juego de Pelota, encontrándose muy cercano a la línea de muralla. La Casa de los Linajes fue suprimida tras los alborotos y desórdenes públicos que provocaron los nombramientos de 1332, lo que obligo a Alfonso XI a dictar una carta en la que se recriminaban las revueltas. Desde ese momento el linaje de Reoyo se reunió en la iglesia de San Pablo y el de Tovar siguió en Santa María la Mayor.
El crecimiento urbano llevó a la construcción de una nueva muralla entre finales del siglo XIII y principios del XIV, que permitió englobar los nuevos barrios surgidos al exterior de la primera defensa, que fue derribada en su práctica totalidad. En 1410 las rondas, muros y cubos de la cerca fueron privatizados, repartiendo el Concejo las parcelas resultantes entre diferentes personajes civiles y religiosos, que promovieron la construcción de nuevas manzanas de viviendas, aprovechando para ello la piedra procedente de la propia cerca. En las proximidades de la calle Expósitos, el foso documentado en el solar colindante al palacio de Fabio Nelli (que se corresponde con el nº 2 de la calle) se colmató con todo tipo de vertidos, acondicionándose posteriormente este espacio y realizándose una repartición en lotes, que se emplearon para las nuevas edificaciones. Rastros de esas viviendas solariegas se documentaron tanto en esas excavaciones arqueológicas, en las que pudieron fecharse entre los siglos XV y XVI, por tanto, anteriores a la erección del propio palacio, como durante las labores de supervisión de las últimas obras de urbanización del vial realizadas en el año 2006.
Nuevas transformaciones en la calle de la Cal acontecen en el siglo XVI y en los comienzos del XVII, en esta ocasión vinculadas al impulso urbanístico y arquitectónico que experimentó la ciudad como consecuencia de la presencia de la Corte, primero esporádica y más tarde estable, entre 1601 y 1606, con Felipe III. En este periodo surgen conjuntos palaciegos, casas nobiliarias y diferentes conventos periféricos, haciéndose necesaria la edificación de una nueva muralla, la tercera, que acogería los núcleos poblacionales surgidos extramuros de la precedente.
En el extremo meridional de la calle Expósitos se levantan dos destacados palacios, los cuales están declarados en la actualidad Bienes de Interés Cultural. El primero es el que promovió el banquero Fabio Nelli de Espinosa, cuya autoría corresponde al arquitecto Juan González de la Lastra, comenzándose las obras en 1576, aprovechando el solar que ocuparon diferentes casas pertenecientes al conde de Osorno. El proyecto, tras el fallecimiento del anterior director, sería retomado por Pedro Mazuecos y el escultor Francisco de la Maza, quienes se hacen cargo de la ejecución del patio y de la escalera. Diego de Praves realizó los planos de la fachada principal pero no llegó a ejecutarlos, siendo de nuevo Mazuecos el que realiza esa parte de las obras, incorporando los trazos clasicistas que se aprecian en la portada. El conjunto se amplió con la compra, entre 1605 y 1608, de las casas contiguas por el Norte. En 1942 el palacio es adquirido por el Ministerio de Educación Nacional con la intención de ubicar el Instituto femenino de Enseñanza Media, aunque se desecharía ese planteamiento, para convertirle en la sede del Museo Arqueológico de Valladolid, trasladándose las colecciones en 1968 desde su anterior sede en el Colegio de Santa Cruz. En su interior se depositan y custodian las piezas y materiales procedentes de las diferentes intervenciones arqueológicas realizadas en la ciudad y en la provincia.
El segundo palacio es el de los marqueses de Valverde. Se construye en la segunda mitad del siglo XVI en un estilo de influencia florentina o italianizante, por encargo de Juan de Figueroa, Oidor de la Real Chancillería, y de su mujer, María Núñez de Toledo, quienes a su vez fueron los patronos del convento de la Concepción. Los escudos de los fundadores se encuentran en la portada que da a la calle San Ignacio. Sus sucesores, la familia Figueroa, emparentó con los Tovar y en 1678 se les concedió el nuevo marquesado de la villa de Valverde de la Sierra, que acabaría dando nombre al edificio. En el conjunto edificado destacan las esculturas que enmarcan una ventana exterior de la planta superior, además de los grandes medallones de estilo manierista, los sillares almohadillados de toda la fachada y el patio central con una galería formada por arcos de medio punto. El conjunto fue restaurado completamente en 1981 y en la actualidad está ocupado por viviendas y locales comerciales.
Desde el siglo XVII la cal del Puente pasó a designarse como calle del Río, por encontrarse próxima al Pisuerga, tal y como reflejara en su día el historiador Antolínez de Burgos, mientras que el 10 de febrero de 1894 el Consistorio la cambió el nombre por el actual de Expósitos, por cuanto desembocaba en la plaza de la Trinidad, donde se había ubicado el hospicio provincial y casa de niños expósitos, en el antiguo palacio de los condes de Benavente, y que más recientemente acabaría siendo la sede de la Biblioteca Pública de Valladolid.
Avanzado el siglo XX se ejecutarían nuevas transformaciones en el caserío de la calle Expósitos, especialmente con rehabilitaciones de los edificios ubicados en la acera occidental de la mitad meridional y, sobre todo, con nuevos bloques de viviendas, de gran altura, en la mitad septentrional, desde el cruce con la calle Santo Domingo de Guzmán hasta la calle San Quirce. Estos segundos desfiguraron la panorámica de la antigua rúa medieval y ocultaron a la vista la contemplación de algunas construcciones monumentales próximas, como pueden ser la plaza del Viejo Coso o el convento de Santa Catalina.
No debe finalizarse este relato sin hacer la referencia oportuna al aún existente frontón de pelota, cuya entrada se encuentra en la fachada del nº 1 de la calle Expósitos. Desde ese punto se accede a una galería que lleva al interior de la manzana, donde se construyeron dos pistas. Su origen se sitúa unos años antes de 1861, fecha en la que aparece mencionado en varias publicaciones locales, estando relacionado con la importante afición que los vallisoletanos de entonces tenían por el juego de la pelota, y cuyo reflejo más significativo fue la construcción del frontón Fiesta Alegre, inaugurado en 1894 en la actual calle Muro y derribado en 1967. Sin embargo, el primero construido, y el único que ha llegado a la actualidad, es el de Expósitos, que era más modesto en sus pretensiones arquitectónicas pero que fue ampliamente utilizado hasta su cierre en 1994. Contó en un principio con pistas abiertas y con una vivienda colindante en la que se encontraban los vestuarios, realizándose posteriormente distintas reformas, como la efectuada en 1934, en la que se elevaron los muros del frontón y se cubrió una de las pistas con una estructura de cercha metálica, o la de 1982, cuando se construyeron nuevos vestuarios y unas galerías para los espectadores, reflejando la querencia que se tenía por este deporte en esos años. Hoy en día el frontón persiste en el mismo emplazamiento que anteriormente fue ocupado por la Casa de los Linajes y por una casa que contaba con baños públicos, según refieren algunos historiadores de la ciudad, si bien su fisonomía aparece recubierta por una creciente vegetación, a la espera de que se resuelva su situación urbanística.
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Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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