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El paseo de Filipinos –en realidad la acera de la izquierda- comenzó a tener su actual perfil en el siglo XVI, en la medida que se fueron construyendo los conventos que hacían de cierre del campo de Marte (actual Campo Grande). La formación definitiva del Campo Grande, llevada a cabo en los dos últimos decenios del siglo XIX, fijó la forma actual de la acera derecha y el paseo de Filipinos adquirió su actual trazado.
Fue este paseo, que comienza en la plaza de Colón, lugar concurrido y cuidado por el Ayuntamiento. Concurrido, decimos, a tenor de que en él hubo caseta de churros en los años 40 del siglo pasado, quiosco en la esquina con Colón y urinario público. Y cuidado por el Ayuntamiento porque cuando se cedió al Cuerpo Nacional de Ingenieros -hacia 1850- la huerta del convento del Carmen calzado, que estaba frente a las actuales puertas del Príncipe Alfonso, se puso como condición que el Cuerpo construyera una verja que fuera elegante y «objeto de adorno». Y que si la huerta (que se veía a través de la verja), quedara desatendida, pasaría de nuevo a manos del Ayuntamiento.
Aquella huerta, una vez que dejó de tener uso, sirvió para trazar el actual paseo de Arco de Ladrillo, construir las viviendas que forman esquina entre Filipinos y Arco de Ladrillo, e instalar las antiguas cocheras de tranvías. Asuntos sobre los que volveremos más adelante.
Esta calle, como otras muchas, después de varios nombres más o menos oficiales, el Ayuntamiento acordó el 28 de abril de 1937 que se llamara paseo de Filipinos.
Dicho está que comienza en la plaza de Colón, y termina en el paseo Zorrilla. Toda la acera derecha se corresponde con el borde del Campo Grande. Sin duda, lo más destacado de esta acera son las puertas del Príncipe Alfonso, frente a la embocadura del paseo Arco de Ladrillo. Viene el nombre de cuando el Ayuntamiento decidió en 1859 que se construyera en honor del que sería futuro Alfonso XII cuyo nacimiento aconteció dos años antes.
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La verdad es que el emplazamiento de la puerta ha variado y su definitiva construcción fue lenta y un tanto chapucera en ocasiones. Y en ese trajín desaparecieron los leones originales que la coronaban, esculpidos por Nicolás Fernández de la Oliva (el mismo que firma el Cervantes de la plaza de la Universidad). Los leones que ahora vemos se han labrado en 1998 –año en el que se terminó el cerramiento del Campo Grande-, por el vallisoletano Rodrigo de la Torre.
Rodrigo de la Torre Martín-Romo, maestro cantero, escultor y graduado en historia del arte, intervino en catedrales, como la de León (entre otras), en la fachada de San Pablo de Valladolid, o en el Arco de Medinaceli. Falleció el 10 de febrero de 2023.
La acera de la izquierda comienza con un edificio –el número 1- donde se ubican las direcciones generales de Deporte y de Turismo, dependientes de la Consejería de Cultura; y en los bajos, la Mutua Montañesa. Este edificio y el número 3, que alberga la Universidad Isabel I, se levantaron –al igual que el Hospital Campo Grande-, en el solar que ocupaba el convento de Nuestra Señora de La Laura, de monjas dominicas, y que popularmente se conocía como «las Lauras». El convento, vinculado desde su fundación en el siglo XVI a la poderosa familia de los Duque de Alba, se derribó en 1998 en medio de una gran polémica. Una placa en bronce en la fachada del número 3 resume su historia.
El número 5, un edificio en ladrillo es la antigua casa-hospital de San Juan de Letrán que a principios del siglo xx fue ocupado por la comunidad de María Reparadora. Ahora mismo está en transformación para ampliar las dependencias del Hospital Campo Grande.
La iglesia de San Juan de Letrán, del siglo XVI, tiene una notable fachada, pues se trata de una excelente muestra del barroco vallisoletano dieciochesco. Lleva la firma del arquitecto Matías Machuca.
Inmediato a San Juan se erige el Real Colegio Seminario de los PP Agustinos. El edificio principal, de trazado neoclásico, se debe a los planos realizados por el más importante arquitecto de la primera mitad del XVIII: Ventura Rodríguez. Iniciado en 1759, en realidad no se terminó hasta el año 1930, una vez culminada la construcción de las dos torres laterales con cupulillas, y la instalación del Santo Niño de Cebú en lo alto de frontispicio. La obra es una reproducción realizada por el escultor vallisoletano Pedro Verdugo a principios del siglo XX. La escultura original, del siglo XVI, se conserva en la ciudad de Cebú, Filipinas. El convento alberga el interesantísimo Museo Oriental.
Los edificios 9 y 11 se construyeron sobre la huerta del Carmen calzado, y forma parte de un grupo de 126 viviendas protegidas «Generalísimo Franco», que se comenzaron a habitar hacia 1945.
Cruzado el paseo Arco de Ladrillo continúa la calle ofreciendo un modesto edificio de ladrillo que tiene tras de sí una gran nave. Se trata de dependencias pertenecientes al Centro Militar Deportivo y Cultural de San Isidro. Este edificio mantiene en parte la traza de la fachada de las antiguas oficinas y cocheras de tranvías eléctricos, que estuvieron en servicio hasta 1933, año en que desaparecieron los tranvías que desde 1881 daban servicio a la ciudad: los eléctricos comenzaron a circular en 1910 (antes eran de tracción animal).
Estas cocheras, en la Guerra Civil se convirtió por el llamado Bando Nacional en centro de confinamiento de prisioneros demócratas y republicanos.
El centro de Salud Campo Grande está al lado del Centro de Hemoterapia y Hemodonación de la Junta de Castilla y León que ocupa la parte trasera de lo que fue Hospital Militar hasta 1995, que se cedió a la Junta de Castilla y León y se reconvirtió para instalar la Consejería de Sanidad.
El hospital, de 1933, cuya fachada da a paseo Zorrilla, está emplazado en los terrenos que en su día ocupara el convento del Carmen calzado que desde 1842 fue destinado a dependencias hospitalarias militares, hasta que se derribó en 1930 para construir lo que hoy vemos. Su arquitecto fue el comandante de Ingenieros Adolfo Pierrad Pérez, el mismo que trazó los planos de la Academia de Caballería.
Jesús Anta recorre la historia de la calle Joaquín Velasco Martín, perteneciente al barrio vallisoletano de Huerta del Rey. Esta vía debe su nombre al primer director de la Confederación Hidrográfica del Duero, creada en 1927.
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