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«Se alzó en Valladolid un edificio, de Fabio Nelli en la plazuela un día, y desnudo, en el ancho frontispicio, el cuerpo de la dueña se veía. Creyó, haciendo la impúdica escultura, este Marqués celoso y delirante, vil castigar la vil desenvoltura, de esa ... adultera esposa y del amante. Ciego, al llenar a su mujer de lodo, no ve el Marqués que su deshonra sella, publicando el imbécil de este modo la infamia de él y la vergüenza de ella». Estos versos del poeta Ramón de Campoamor en su obra 'El drama universal' (1869) se hacen eco de la leyenda con el 'lío de faldas' más sonado de Valladolid, que tuvo lugar, allá por el siglo XVII, en uno de los siete palacios civiles más importantes de la ciudad.
Situado en el número 11 de la calle San Ignacio, esquina con Expósitos, el Palacio de los Marqueses de Valverde, declarado en 1967 Bien de Interés Cultural, albergó a los Agustinos Filipinos antes de su traslado al convento del Campo Grande, fue cuartel de la Guardia Civil y también residencia de los Carmelitas. Levantado a principios de siglo XVI por Juan de Figueroa, oidor de la Chancillería, y su esposa María Núñez de Toledo, tras la muerte de ambos pasó a su hija, doña Antonia de Figueroa y Leiva, para acabar en manos de su nieto: Fernando de Tovar y Enríquez Cañas y Silva, señor de la Tierra de la Reina, de Siero, de Villamartín de Don Sancho y de Cóbdar, caballero de la Orden de Calatrava y primer marqués de Valverde de la Sierra quien, junto a su esposa, Antonia Enriquez de Porres y Quiñones, dieron nombre a este palacio, con un lugar destacado en la historia popular de Valladolid por la supuesta infidelidad de la marquesa con un criado de la casa familiar.
Una nariz rota por una pedrada
De su fachada renacentista destaca la ventana pétrea sobre la puerta principal, considerada una de las más bellas de Valladolid, adornada, por arriba y por abajo, con dos mascarones de hierro que sujetan una aldaba en la boca -interpretados en el siglo XVII como símbolo de haber declarado con falsedad-. En la parte de abajo, los escudos de los fundadores: Juan de Figueroa y María Núñez de Toledo, quienes realizaron su encargo en 1503. Completan el marco de la ventana, a ambos lados, dos figuras a modo de pilastras -un hombre y una mujer-, que dieron lugar a la leyenda que narra los amoríos, descubiertos por el marqués, entre la marquesa de Valverde y uno de sus criados. Fue en el siglo XVII cuando el marqués mandó colocar en la fachada principal estos retratos del criado y su esposa, con el vestido remangado, a modo de escarnio público. La figura de la mujer muestra la nariz rota como consecuencia de una pedrada, la historia cuenta que «por adúltera». Haciendo esquina destaca también la balconada. Sobre ella, dos medallones manieristas realizados en yeso, decorados con dos bustos femeninos en relieve, y el escudo de los Valverde entre ellos.
El 14 de julio de 1736, el edificio sufrió un importante incendio durante las obras de restauración, que finalizaron en 1763 (fecha que puede leerse sobre la puerta). Se construyó entonces el tercer piso, de trazado barroco, en el que se alternan ventanas cuadradas y circulares. El patio, porticado sólo en tres de sus lados, la escalera interior, la puerta y la ventana de esquina «se mantuvieron fieles a las maneras renacentistas al modo florentino», según recoge la 'Guía de Arquitectura de Valladolid.
Otros edificios históricos de Valladolid
Sonia Quintana
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Tras años de ruina y abandono su propietario en los años ochenta del siglo XX -el arquitecto Manuel Finat de Codes- ofreció el inmueble para albergar las Cortes de Castilla y León, pero no llegó a un acuerdo. Es, desde entonces, un edificio de viviendas y locales comerciales.
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