Comercios históricos de Valladolid: Curtidos Vicente Catalina Lobejón
Lobejón, una saga que lleva 120 años jugándose la pielComercios históricos de Valladolid: Curtidos Vicente Catalina Lobejón
Lobejón, una saga que lleva 120 años jugándose la pielEl palentino Benito Lobejón Guerra (Villarramiel, 1871), procedente de una familia vinculada al curtido de pieles en su localidad natal, industria histórica de curtidurías y pellejerías, se instaló en la localidad vallisoletana de Peñafiel en los primeros años de 1900. Allí, además de una tenería, ... tuvo una tejería y una yesería, en el número 22 de la calle Judería: La Cerámica, antes propiedad de Tomás Burgueño. La curtiduría funcionó desde 1904. Casado con Juliana Sánchez, el matrimonio tuvo cinco hijos varones: Fortunato, Eutiquiano, Julio, Benito y Eugenio. Salvo el pequeño, Eugenio, que fue religioso, los otros cuatro siguieron los pasos de su padre. Todos aprendieron el oficio en la tenería familiar y todos, antes o después, se establecieron por su cuenta. Fortunato y Julio, en Madrid; y Eutiquiano y Benito, en Valladolid.
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Sonia Quintana
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En 1927 Eutiquiano, abuelo de Vicente Catalina Lobejón, hoy cuarta generación de esta conocida saga familiar dedicada al mundo de la piel, abrió un almacén de curtidos en Peñafiel. «Grandes rebajas durante estas ferias en calzados de lujo y económicos. Almacén de curtidos y calzados de Eutiquiano Lobejón. Judería, 22. Peñafiel», reza un anuncio de la época en El Norte de Castilla. Ambos negocios convivieron hasta el estallido de la Guerra Civil española. Tras la finalización del conflicto, padre e hijo abandonaron Peñafiel y se trasladaron a Valladolid capital. «En Peñafiel lo perdieron todo». Benito Lobejón abrió un almacén de curtidos en 1939 en la calle Mantería. Su hijo Eutiquiano Lobejón Sánchez (Villarramiel, 1901) se hizo cargo de él, unos años después, en 1942. Benito falleció en 1944. «En aquellos años los oficios de guarnicioneros y zapateros eran muy potentes. El calzado se hacía a mano, igual que las correas y los aperos para los animales», cuenta Vicente Catalina Lobejón.
Casado con Victorina Hernando Villamar (Padilla de Duero, 1902), la pareja tuvo dos hijas: Cristina y Sagrario. Eutiquiano murió en 1963 a los 62 años y fue su viuda, ayudada por sus hijas, la que continuó con el negocio familiar, que pasó de llamarse Curtidos Eutiquiano Lobejón Sánchez a Curtidos Lobejón Sánchez. Viuda de Eutiquiano. Por entonces el negocio tenía dos tiendas: una en el número 17 de la calle Mantería y otra en el 9 de José María Lacort, esquina con Simón Aranda. «Pieles finas. Herramientas. Artículos para zapateros y guarnicioneros. Cortes aparadados», en Mantería, y «Artículos para viaje, deporte y caza. Bolsos. Cinturones. Carteras. Monederos», en José María Lacort. «La tienda de José María Lacort era preciosa. Toda de madera, como se llevaba en la época que la montó mi abuelo», recuerda su nieto Vicente Catalina Lobejón.
«La tienda de José María Lacort se abrió en 1956 y estuvo en funcionamiento hasta 1981, año en que se derribó el edificio. Mi abuelo siempre estuvo allí en régimen de alquiler», explica Vicente Catalina Lobejón. De José María Lacort el comercio se trasladó al número 11 de la calle Santuario, donde estuvo hasta el año 2019, que ya con Vicente al frente del negocio se trasladó a una nave industrial en el polígono industrial de Zaratán. «Necesitábamos más espacio». Tras la muerte de Victorina, las hermanas Lobejón Hernando siguieron con el negocio, en el que siempre hubo varios trabajadores. Cristina permaneció soltera y Sagrario (Peñafiel, 1928) se casó con Rogelio Catalina Carrión. La pareja tuvo tres hijos: Rogelio, Vicente y Eutiquiano. Vicente es el que ha continuado con el legado familiar. Junto a su mujer, Mercedes Fernández, abrió su propio comercio de curtidos Lobejón; primero en el número 18 de la calle Cervantes y luego en el 19 de Acibelas, antes de trasladarse al local familiar de Santuario. Su hija Rebeca Catalina Fernández (Valladolid, 1988) ya trabaja en el negocio, que cuenta ya con cinco generaciones. «No tiene nada que ver de cuando empezó mi bisabuelo a hoy. Hoy estamos inmersos en la cultura de usar y tirar. Poca gente lleva a arreglar unos zapatos. Los zapateros han tenido que reinventarse en negocios multiservicio».
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