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Recorriendo hoy día la calle Cadenas de San Gregorio es difícil hacerse a la idea de que por ella pasaron coches y camiones hasta los años ochenta del siglo pasado. Era una arteria por la que entraba a la ciudad el tráfico procedente de la carretera de Cabezón (antigua carretera de Santander).
El Ayuntamiento ya comenzó a pensar en 1981 en cerrarla al tráfico y dos años después se acometió la peatonalización de la misma, así como la de su aledaña calle Fray Luis de Granada, donde está la Casa de Zorrilla. Las obras se llevaron por fases y se puede decir que en febrero de 1986 terminaron por completo.
El nombre de Cadenas de San Gregorio responde a que delante del Colegio de San Gregorio (Museo Nacional de Escultura) hubo unas cadenas de hierro, que se desmontaron cuando se consolidó Santa Clara como carretera de Santander.
La calle comienza en la misma plaza de San Pablo, sin duda el espacio más noble e histórico de Valladolid, en la ventana plateresca que adorna la esquina del palacio de Pimentel, sede de la Diputación Provincial.
Una calle que tanto por los edificios que tiene como por el uso de los mismos es, de por sí, un museo, pues el palacio de Villena, el colegio de San Gregorio, la casa del Sol y la iglesia de San Benito el Viejo están dedicados a dependencias del Museo Nacional de Escultura.
Y, además, en 1982, en el marco de un amplio homenaje a Jorge Guillén, se instaló frente al palacio de Villena la escultura de Eduardo Chillida titulada 'Lo profundo es el aire'. La obra forma parte de una serie del creador vasco y el título obedece a su gran amistad con el poeta Jorge Guillén, que en su libro Cántico, escribió: «Soy, más, estoy. Respiro. Lo profundo es el aire». El vallisoletano Jorge Guillén fue el primer escritor que recibió el premio Miguel de Cervantes, cuando se creó en 1976.
La calle se cruza nada más comenzar con la de Fray Luis de Granada, que separa los palacios de Pimentel y Villena, y en la que está la Casa de Zorrilla.
El palacio de Villena ha sido un edifico en continua modificación y la portada es lo único que conserva de su primitiva construcción del siglo XVI, según un estudio del arquitecto Daniel Villalobos. Incluso las dos torres se construyeron muy posteriormente, siguiendo una moda neoclásica que también imitaron otros palacios vallisoletanos.
El catedrático de Historia del Arte y muchos años director del Museo de Escultura, Jesús Urrea, en su libro que aborda la arquitectura palaciega de Valladolid, nos pone en la pista de por qué el palacio se conoce como de Villena: «Para seguir las vicisitudes que ha atravesado la propiedad de este palacio… es necesario efectuar una larga y enojosa digresión genealógica». Es el caso que su primer propietario, Antonio de Velasco y Rojas, que nos remonta a principios del siglo XVI. Y en el XVIII pasó a la Casa de Frías -Fernández de Velasco-, que entre sus títulos tenía el de XIII marqués de Villena. En 1876 lo adquiere el cántabro Juan Pombo, que más tarde se lo vende al vallisoletano marqués de Alonso Pesquera. Terminó como sede de Gobierno Civil hasta que en 1982 pasa a formar parte del Museo Nacional de Escultura.
Actualmente acoge exposiciones temporales del museo, además de seguir albergando el magnífico belén napolitano.
Fray Alonso de Burgos fue mecenas e impulsor del Colegio de San Gregorio y por eso está representado en actitud orante a los pies del papa San Gregorio en el tímpano del pórtico. Y en la fachada se esculpió con profusión su emblema: la flor de lis en escudo episcopal. Personaje poco estudiado (incluso hay disparidad sobre sus ascendientes, que algunos creen que viene de un acaudalado judío converso de Burgos), fue un dominico formado en el vecino convento de San Pablo y uno de los más importantes personajes en los ámbitos político y religioso del siglo XV, cuando desempeñó números cargos en tiempos de los Reyes Católicos, además de ejercer de confesor y consejero de Isabel.
En los años 1550 y 1551, en este colegio se produjo la famosa Controversia de Valladolid. Fueron intensos debates de juristas y teólogos, que discutían acerca de si los indios de América tenían o no derechos. Estamos hablando de que aquí se creó lo que podemos considerar el antecedente de los Derechos Humanos. En los debates destacó en favor de los indios el dominico Bartolomé de las Casas.
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Valladolid disfruta ahora de un magnífico Museo en el Colegio de San Gregorio, pero es un edificio que ha padecido daños y maltratos como pocos. Desde la desamortización ha sido ocupado por variados servicios: Gobierno Civil (incluso en su patio se efectuaban ahorcamientos de reos condenados a muerte), Delegación de Hacienda, instalación provisional de dependencias universitarias, Escuela Normal de Maestros, etcétera. Usos, todos ellos, que afectaron gravemente a su patio y galerías. Hasta que un voraz incendio ocurrido en marzo de 1923, que destruyó las oficinas de la Delegación de Hacienda, hizo que el Gobierno se tomara en serio la importancia histórica y arquitectónica de San Gregorio. Y el Consejo de Ministros del 28 de abril de 1933 elevó a la categoría de Museo Nacional de Escultura el provincial de Bellas Artes de Valladolid (que desde 1842 estaba instalado en el Colegio de Santa Cruz) con la intención de que en San Gregorio se instalara el citado museo.
Frente al Museo se abre la plaza de Federico Wattenberg, en homenaje al historiador y arqueólogo que fue director del museo entre los años 1959 y 1967, año de su fallecimiento.
Al fondo de la calle se alza la Casa del Sol. Erigida en 1540, Diego Sarmiento de Acuña, conde de Gondomar, la compró en 1599. El conde, persona culta, formó en esta casa una de las mejores bibliotecas de España. Inteligente, con experiencia militar y experto embajador, Felipe III le destinó en 1612 a Inglaterra en unos delicados momentos de relaciones entre ambos países.
Buena parte de aquella magnífica biblioteca pasó a Patrimonio Nacional. De entre los fondos destaca una colección de más de dieciocho mil cartas con noticias valiosas sobre la vida cotidiana y las relaciones internacional europeas de la primera mitad del siglo XVII.
Y haciendo pared con la Casa del Sol se encuentra la antigua iglesia de San Benito el Viejo, que acoge una magnífica colección de reproducciones de escultura clásica. En su cripta yacen los restos del conde Gondomar y en la pared exterior está esculpido su escudo, pues fue el protector de la capilla.
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