![Archivo Municipal situado en la calle de Santo Domingo de Guzmán en Valladolid](https://s1.ppllstatics.com/elnortedecastilla/www/multimedia/2023/12/14/calle-santo-domingo13-kv-U210992251104KqE-1200x840@El%20Norte.jpg)
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El cronista | Callejeando por Valladolid
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Una calle bendecida por Santo Domingo de GuzmánSanto Domingo de Guzmán se tiene por calle medieval, pero la verdad es que su aspecto actual comenzó a ahormarse a finales del siglo XV, cuando se fueron levantando los conventos de Santa Catalina de Siena y el de Santa Isabel de Hungría. Es, en definitiva, una calle ahormada por los conventos, pues aunque ahora no lo parezca también estuvo el de San Agustín.
El arquitecto e historiador Agapito y Revilla escribió que a principios del siglo XX en esta calle había vecinas que se dedicaban a un «innoble comercio», razón por la cual se cambió el nombre, pero lo cierto es que no fue ese el motivo del cambio, como ahora veremos.
Comienza la calle haciendo esquina con la de Expósitos, otra de vieja historia y de sosegado tránsito, y termina a la altura del Archivo Municipal de Valladolid. Su nombre, como la mayoría de las calles vallisoletanas, ha ido cambiando con el tiempo: se conoció como García Montes, Santa Catalina de Siena y Santa Catalina -a secas-; hasta que en 1894, recién empedrada la calle, el capellán de Santa Catalina solicitó el cambio del nombre a Santo Domingo de Guzmán, varón que fundó la orden de los dominicos a la que pertenecen las monjas del convento que lo han habitado hasta el año 2009. El Consistorio aceptó la sugerencia, y a cambio el capellán, según consta en documento oficial, dispensó «toda clase de bendiciones y prosperidades al dignísimo municipio y a cada uno de sus miembros».
El destino del importante conjunto histórico y monumental del convento de Santa Catalina, cuyo origen se remonta al año 1488, aunque su interesante claustro data del siglo XVI, está ahora en manos del Ayuntamiento, que lo compró en 2018, después de que anteriormente se pensara en hacer un hotel o una residencia de personas mayores. De momento parece que el destino será un centro de interpretación del vino, una piscina, un hotel… y así.
El convento de las Catalinas, como es conocido popularmente, tiene una extensa huerta, que bien merecería la pena estudiar con detalle pues posiblemente estamos hablando de la última huerta medieval que queda en la ciudad, y dispuso de un centro educativo de Primera Enseñanza en la década de 1950.
Tiene, entre otras particularidades, el que en su capilla, bajo el entarimado, parece que están los restos de Juan de Juni y varios de sus familiares, aunque el cronista de la ciudad Delfín del Val toma con reservas esta posibilidad. En cualquier caso, hace unos años el Ayuntamiento comentó la posibilidad de trasladar dichos restos al Panteón de Personas Ilustres del cementerio de El Carmen y la iglesia de las Angustias también se ofreció para albergar los restos de tan notable escultor, que esculpió la imagen de la Virgen de las Angustias.
Las Catalinas han tenido un reciente momento de gloria cuando Miguel Delibes, en su novela El Hereje, recordó que en él se reunían clandestinamente los seguidores vallisoletanos de Lutero.
La acera de los impares, hasta el convento de Santa Isabel, tiene varias casas unifamiliares y una singular tienda dedicada a la venta de papel y objetos de escritorio elaborados artesanalmente. En el número 19 se construyó en 1976 un bloque de 36 viviendas, que de alguna forma trata de no desentonar demasiado del aspecto amable de la calle, mediante una entrada a través de un muro franqueable mediante un arco de piedra flanqueado de escudos auténticos, pero impostados.
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El convento, levantado en el último tramo de la calle y habitado por monjas clarisas franciscanas, remonta sus orígenes a 1472. Es un complejo de gran interés que incluso se puede visitar ciertos días de la semana. Una visita de indudable interés por su capilla, claustro, azulejería y numerosos objetos e imágenes que, además, permiten hacerse una idea de la forma en que viven las monjas, dedicadas a la elaboración de dulces y bollería de fama en la ciudad.
Frente a las franciscanas está la iglesia del antiguo convento de San Agustín. Dedicada desde 2003 a Archivo Municipal -se puede, por cierto, visitar libremente-. Del convento, eso sí, solo se conservan los muros y la fachada del siglo XVII. Fue rehabilitada por los arquitectos Gabriel Gallegos y Primitivo González -una obra que ha recibido importantes elogios- después de sufrir largos años de abandono, en los que se hundió la cubierta y sirvió de almacén de vehículos abandonados. También se aprovechó su decrépito aspecto para hacer alguna actividad teatral durante las ferias: como una actuación de la Fura dels Baus en 1984.
Aledaño al edificio se ha organizado un pequeño yacimiento arqueológico, y el aspecto general de lo que se conserva del antiguo convento se completa con parte de los arcos del claustro que se ven desde la calle.
Hay que añadir, en favor de la historia de la calle, que en el lugar donde ahora, inmediato al archivo, se levanta un enorme bloque de viviendas, antes estaba el colegio de San Gabriel. Finalizada su construcción en el siglo XVII también pertenecía a la orden de San Agustín. Al parecer fue prácticamente destruido por los franceses durante la Guerra de Independencia. El cuerpo bajo de la fachada de San Gabriel pasó en 1848 a formar parte de la puerta principal de entrada al Cementerio Municipal de Valladolid.
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