Callejeando por Valladolid
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La Cuesta de la Maruquesa y su privilegiado mirador de ValladolidLa Acera del Mirador forma parte de las ocho calles que trepan por la ladera de Fuente el Sol para crear un rincón muy singular situado al otro lado del Puente Mayor. Se trata de la Cuesta de la Maruquesa, situada en el inicio de la carretera de Fuensaldaña desde la carretera de Gijón.
La acera es ciertamente un mirador sobre Valladolid. Está a la suficiente altura como para ofrecer unas vistas que, a pesar de los edificios de mayor altura, aún deja ver algunas de las torres de iglesias y otros edificios característicos, como el de Las Mercedes, la Residencia Cardenal Marcelo o el inevitable Duque de Lerma (enclavado contra toda lógica donde jamás se debiera haber permitido su construcción).
La Maruquesa es de tan humilde construcción -un buen puñado de sus casas fueron levantadas por sus propios habitantes-, que incluso algunas de las habitaciones de las viviendas son cuevas que dejaron las viejas explotaciones de áridos que hubo en la ladera de Fuente el Sol, que carecían de agua, luz, alcantarillado y pavimentación.
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Jesús Anta
Eran tan precarias algunas de las primeras casas que en la adjudicación de las primeras viviendas que se construyeron en 1955 en el cercano barrio Girón se dio prioridad a familias de la Maruquesa.
Para llegar a la Acera del Mirador lo mejor es tomar las escaleras que arrancan en el semáforo de la carretera de Fuensaldaña e ir siguiendo las empinadas calles hacia la derecha que, en apenas cinco minutos, nos ponen en el Mirador.
Ya solo queda al paseante ir reparando en lo que la vista ofrece, que abarca hasta el caserío del municipio de Zaratán hasta, a los pies de la acera, la dársena del Canal de Castilla, La Victoria, La Rondilla, Huerta del Rey y Girón. Al fondo se ven La Rubia, Parquesol y los barrios que se extienden hacia el sur de la ciudad.
La Acera del Mirador se urbanizó hacia 1997, fecha (más o menos) en la que concluyó una importante obra de estabilización de las laderas de la Maruquesa, pues había tramos que amenazaban con derrumbarse con el consiguiente peligro para las casas.
Mas, este apartado enclave no carece de historia. En lo alto de la Maruquesa se levantó una de las torres que formaban parte de la línea de telegrafía óptica Madrid-Irún, que estuvo en servicio entre 1846 y 1855.
En la Maruquesa hubo un gran pozo para almacenar hielo, conocido como el 'pozo de la montaña', del que no hay mayor información y que, al parecer, aún tenía uso en el siglo XIX.
Fue este paraje escenario de algunos episodios bélicos durante la presencia de tropas francesas en la ciudad en 1812, ya que desde la altura de la Maruquesa se dominaban los caminos que confluían en el Puente Mayor -único puente de acceso a la ciudad- y, por tanto, lugar privilegiado para el control militar de Valladolid y su entorno.
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Y, desde la Maruquesa, el pintor holandés Antón van den Wyngaerde, al servicio de Felipe II, levantó la primera panorámica que se dibujó de Valladolid hacia 1565.
Pero, además, el entorno de este enclave conoció importante actividad económica, pues además del trasiego de barcazas en la dársena del Canal con sus almacenes y algunas fundiciones, del lado de la Maruquesa que mira hacia el oeste, es decir, hacia Zaratán, está la Cuesta de la Mona, ahora un espacio yermo pero que hasta comienzos del siglo XX fue un campo de cultivo de cereales, extenso viñedo y plantación de numerosos árboles frutales, además de lagares y alguna industria cerámica. La actividad en la Mona llegó a ser tal que el Ayuntamiento nombró un guarda de campo.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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