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Viuda del que fuera diputado de las Cortes, Mariano Mateo Álvarez, la riosecana Juliana Tejedor Gómez encargó en 1926 al vallisoletano Antonio Ortiz de Urbina los planos para la construcción de un nuevo edificio sobre un solar de su propiedad en el número 8 de ... la calle Pasión (hoy número 4), previo derribo de la casa existente. Un año después de aprobarse el proyecto, a finales de 1927, Ortiz de Urbina pedía permiso al Ayuntamiento para levantar un piso más. La ejecución varió ostensiblemente de lo dibujado y aunque «se acordó de conformidad, exceptuando los sotabancos y planta baja, la habitabilidad» de la casa, el Consistorio resolvió también imponer a la propietaria del inmueble una multa de 75 pesetas «por no haberse sujetado en la edificación a los planos aprobados».
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Sonia Quintana
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El programa decorativo de la fachada de este inmueble se planteó espectacular. «Cuatro ejes verticales, cuyos extremos debían resolverse con sendas filas de miradores de fábrica de cemento», señala Javier Domínguez Burrieza en su estudio 'El Valladolid de los Ortiz de Urbina. Arquitectura y urbanismo en Valladolid (1852-1936)'. Según los planos, su diseño original no era el actual de miradores independientes. Cada uno de los miradores quedaban ligados a través de columnas estriadas de orden gigante que se iban a caracterizar por un capitel con dos filas de hojas de acanto. Los capiteles soportarían un arco que cerraría el último de los huecos (el del tercer piso). Sobre el mirador, Ortiz de Urbina dibujó una peineta con decoración de roleos. El conjunto general de la fachada respondía a «un diseño ecléctico vinculado a una tendencia neoplateresca de tintes nacionalistas».
Excepto el último piso, ricamente decorado, el resto de la fachada que finalmente se realizó transmite una imagen más austera de la que el maestro de obras vallisoletano imaginó para este inmueble, hoy número 4 de la céntrica vía vallisoletana. Los materiales utilizados, según la memoria que custodia el Archivo Municipal de la ciudad, son ladrillo, cemento armado y teja. Los suelos originales de las viviendas eran entarimados y de baldosín y la cubierta interior, de madera. El inmueble se levantó sobre una parcela de 204 metros cuadrados en una calle que en los años veinte del siglo XX era considerada como una vía «de primer orden», en la que ya había levantados edificios de la misma altura que el de Juliana Tejedor, a la que heredó su nieta Lourdes Mateo Fernández de Cuevas, hija de su único hijo: Ángel Mateo Tejedor.
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