Se llamaban Félix Fernández Donis y Ezequiel Casquete Gutiérrez, pero en Medina de Rioseco todos los conocían como el «Donis» y el «Curioso». Y fueron los únicos condenados a muerte de los 77 inculpados por los sucesos revolucionarios de octubre de 1934. Aquel acontecimiento histórico, ... del que se cumplen ahora 90 años, estalló el día 5 pero había sido anunciado meses antes, cuando socialistas y anarquistas advirtieron de lo que harían en el caso de que la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) entrara en el gobierno.
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Interpretado como una afrenta de la extrema derecha y como un paso adelante en el desmantelamiento de una República que la izquierda consideraba patrimonio exclusivamente suyo, se lanzaron a una huelga revolucionaria especialmente intensa en Asturias.
En la provincia vallisoletana cobró dimensiones más graves que en la capital, especialmente en Medina de Rioseco, donde militantes de la Casa del Pueblo comenzaron concentrándose en la estación de ferrocarril para dirigirse luego a la armería de Benigno Aragón, en plena Plaza Mayor. A las nueve menos cuarto de la mañana ya habían asaltado la tienda y se habían hecho con armas y cartuchos. Los guardias civiles, mandados por el capitán Eusebio Cañizares, el teniente Enrique Gasulla y el sargento Mauro Andrés Castañeda, fueron recibidos a tiros desde los muros de una escuela en construcción.
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Mauro Andrés murió casi en el acto, alcanzado por un disparo en el corazón. El tiroteo no cesó hasta una hora después de la llegada, en torno a las cinco de la tarde, de refuerzos procedentes de Valladolid capital y de otros pueblos cercanos, incluidos varios miembros de la Guardia de Asalto, que era un cuerpo policial creado para defender el orden público con fidelidad a la República.
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Resultaron heridos los guardias civiles Benedicto Munguía, Camilo Cuadrado, dos compañeros de Valladolid y de Villafrechós, el sargento del puesto de Palazuelo de Vedija, Francisco Luis Alonso, y el teniente Gasulla; también, el guardia de asalto David Peña. Las detenciones comenzaron el día 10 y se saldaron con 77 inculpados, que fueron repartidos entre las cárceles de Valladolid y Ávila. Juzgados en Consejo de Guerra, este dictaminó once absoluciones, varias penas que oscilaron entre los 30 años de cárcel y los cuatro meses y un día, y dos condenas a muerte: Félix Fernández Donis, como jefe de la rebelión militar, y Ezequiel Casquete Gutiérrez como autor de la muerte del sargento Mauro Andrés, aunque el único cargo que figuraba contra él era que había sido visto asomándose a una tapia de la escuela en construcción cuando alcanzaron al sargento. De hecho, en el pueblo todos sabían que él no había disparado.
¿Quiénes eran los dos condenados a la pena máxima? El «Donis», palentino nacido en 1901, trabajaba como obrero metalúrgico y había contribuido a fundar, en 1932, la Federación local de Sociedades Obreras, de UGT, de la que era secretario cuando sucedieron los hechos; el «Curioso», por su parte, era jornalero de profesión, había nacido en Rioseco en 1889 y también estaba afiliado a la Casa del Pueblo. Nada más conocer la sentencia surgieron voces, a izquierda y derecha, pidiendo que les conmutaran la pena. Incluso se creó una comisión, en la que figuraron miembros de la derecha agraria y del Partido Radical, para pedir la medida de gracia al presidente Lerroux. Esta llegó el 30 de marzo de 1935: a ambos se les conmutaba la pena capital por la de 30 años de reclusión, que, al igual que sus compañeros, habrían de cumplir en el Fuerte de San Cristóbal (Navarra). Finalmente, el triunfo de la izquierda en las elecciones generales de febrero de 1936 les procuró la amnistía.
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Poco les duró, empero, la alegría, pues la ola represiva desatada por los sublevados el 18 de julio de 1936 se cebó con especial saña contra los obreros que habían protagonizado los sucesos revolucionarios de 1934. Como han escrito Félix Sierra e Ignacio San José, a Fernández Donis lo detuvieron el día 19. Conducido a la improvisada cárcel de Cocheras de Valladolid capital, lo sacaron en fecha desconocida y lo asesinaron extrajudicialmente, ignorándose todavía el paradero de su cadáver. Dejó viuda (Adela García Palacios) y cinco hijos. Casquete, sin embargo, fue sometido a juicio y fusilado el 10 de septiembre de 1936 en la gravera de San Isidro, dejando viuda (Eugenia Lucas Domínguez) y cinco hijos, y siendo arrojado su cuerpo a una fosa del Cementerio del Carmen (cuadro 46) junto a otras trece personas.
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