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La calle Santa Lucía: cuna cervecera y casa del benefactor de San JuanEn la calle Cervantes comienza Santa Lucía, que serpentea por el populoso barrio de San Juan. Su nombre, cuya razón no se conoce, figura en los archivos municipales en las primeras décadas del siglo XIX y su recorrido concluye en la plaza dedicada a Luis Braille (el pedagogo francés que en el siglo XIX creó el sistema de lectura y escritura para personas con discapacidad visual). La iconografía de Santa Lucía relacionada con los ojos -ella es la patrona de las personas con ceguera- viene desde el siglo XIV.
La calle, que bordea el casco histórico muestra notable vigor si nos atenemos al comercio variado y a los negocios que en ella están abiertos, entre los que, sin duda, destacan los dedicados la hostelería: los bares del entorno de la plaza de San Juan fueron la referencia de la población universitaria en los años 70 y 80. No faltan locales dedicados a las demandas contemporáneas, como logopedia, fisioterapia, gestorías o productos para mascotas.
Santa Lucía se cruza con dos calles con nombre propio que recuerdan a dos de los más notables vallisoletanos que se han criado en San Juan: el popular Nicasio Pérez (1849-1929) y el bailarín internacional Vicente Escudero. La calle de Nicasio Pérez, que fue un popular comerciante afincado precisamente en la calle Santa Lucía (tuvo una tienda de comestibles y de alquiler de trajes) y benefactor del barrio, recibió ese nombre el 24 de junio de 1930, apenas siete meses después de su fallecimiento; y la de Vicente Escudero (1888-1980), se inauguró el 30 de abril de 1965, con presencia del propio bailarín y del entonces alcalde, Santiago López González.
Nada más terminar la tapia del colegio inglés de San Albano (con entrada por Don Sancho), se levanta la iglesia de San Juan Bautista. Su trazado actual, de indefinido estilo que podría encajar en ese cajón de sastre que es el eclecticismo, se inició en 1930 y se inauguró el 23 de junio de 1932 -víspera del día de San Juan-. Su arquitecto fue Manuel Cuadrillero Sáez y ocupa el espacio en el que hasta 1841 estuvo una iglesia sujeta a la Orden del Templo, que se remonta al siglo XII.
Frente a la iglesia, un remozado centro municipal de personas mayores da servicio a la población del barrio, con un altísimo porcentaje de envejecimiento que preocupa a la asociación vecinal: más de un tercio del vecindario tiene más de 65 años. Y nada más cruzar la calle Nicasio Pérez, a la izquierda está el centro cívico que lleva el nombre de Bailarín Vicente Escudero. Inaugurado en 2005, en su costado que da a la calle Santa Lucía, una escultura de 2006, realizada por Bustelo, Ostern y Juan Villa, representa al bailarín.
Los blancos muros exteriores del centro cívico se pintaron en 2020 por el artista Cuco Cola, de acuerdo con un programa municipal para embellecer muros y medianeras de edificios. Aquello no gustó nada a los arquitectos del espacio, pues la elección del blanco para los muros no fue una casualidad, sino un efecto visual deseado: «No es una medianera que requiera adorno ninguno y el mural altera la propuesta arquitectónica», manifestó el arquitecto Javier Blanco.
En las fachadas de los portales 17 (casi al final de la calle) y 38 (en el cruce con Nicasio Pérez) se han instalado sendas placas: la del 17 recuerda el lugar donde tuvo consulta el famoso pediatra Nemesio Montero y la del 38 donde vivió Nicasio Pérez, quien, por cierto, era abuelo del doctor Montero (titular de otra vía cercana).
En el tramo final de la calle, en la esquina que forman Santa Lucía, Verbena y Renedo, se levanta un edificio de servicios y comercios que se construyó sobre el solar que ocupaba la fábrica de cervezas Cruz Blanca. De su derribo, el 14 de febrero de 1992, se conserva su alta chimenea, que se ha convertido en un testimonio de la actividad de las tres fábricas de cerveza que llegó a haber en el entorno. No se conoce con exactitud cuando comenzó esta actividad cervecera, pero sí sabemos que en 1867 ya existía la fábrica San Juan, luego adquirida por Cervezas de Santander S. A., que pasó a llamarla Cruz Blanca. Posteriormente a la de San Juan, en el barrio se instalaron las fábricas Gambrinus (hacia 1875) en la calle Verbena y Santa Lucía (1887), situada al principio de la calle que estamos recorriendo.
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No obstante, no fueron las únicas fábricas que hubo en Valladolid entre el siglo XIX y el XX, tal como nos ilustra Pablo Santos Martínez en su estudio de fin de grado de la Universidad de Valladolid titulado «Consumo y cultura de la cerveza en Castilla la Vieja (1783-1980)'.
Los domingos y festivos, el patio de Cruz Blanca se convertía en merendero abierto al público en el que lo único que se exigía es que las bebidas se compraran en la fábrica.
Mas, en la calle también tuvo su bodega Sanzoles -fundada en 1929-, ahora instalada en la plaza de San Juan. Es de las últimas (o acaso la última, una vez que cerró Hermógenes en el paseo de Zorrilla), de cuantas había en los barrios, donde se vendía el vino y los licores a granel.
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